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Saber que el encuentro se acerca me despierta cierta paranoia. Cómo olvidar que el hombre que espero en el lobby de un hotel en Miami viene del infierno luego de más de 15 años entre los carteles de la droga y que, para rematar, por su muerte llegaron a ofrecer hasta cinco millones de dólares.
Se abre la puerta del ascensor y aparece mi contacto, más pequeño de lo que me imaginaba que era el molde de un duro del narcotráfico, y mucho más frágil comparado con la mujer monumental de bronce de Fernando Botero que reposa a un lado del gran salón en el que Andrés López espera a que aparezca el periodista de CROMOS.
Qué contraste verlo como un ciudadano libre de pecados –sin esa sombra de ex reo del gobierno americano por sus envíos de droga a la tierra del Tío Sam, testigo de la justicia estadounidense en contra del Cartel del Norte del Valle y sobreviviente del cruce de balas y traiciones de los capos– con esa pinta de guía de una excursión escolar de noveno grado. Viene con un morral negro al hombro y se presenta con el impulso del que quiere dar más que la mano, saluda con la fuerza del que quiere entrar, por qué no, a romper el hielo con una palmada en la espalda.
Entonces viene una segunda ola, más difusa pero igual de inquietante. Ahí estaba ‘Florecita’, así se apodaba en la mafia, con su pinta de adolescente (camisa de cuadros, pantalón pitillo gris y tenis Converse) y esa fragancia rosa que no cuadra con su oscuro historial. No es Chanel. No es Zegna Extreme. Tampoco Giorgio Armani. ¡La ‘Flor’ huele a colonia de bebé!
Lo rudo, me imagino, lo oculta a simple vista como esconde sus cinco tatuajes en el cuerpo o como encaleta muy bien siete de sus 37 años o como entierra su nostalgia de volver a ver los programas de Jacques Cousteau en su Cali de niño, a finales de los 70, soñando con ser biólogo marino.
Salta entonces la pregunta: ¿Cómo sigue vivo este caleño después de hablar con la DEA, escribir El cartel de los sapos –un best seller sobre su vida traqueta que en este año ya va por la 10ª edición– y, para rematar, junto a Juan Camilo Ferrán, ser el responsable de los libretos de la exitosa serie del canal Caracol sobre la vida de sus antiguos socios del Cartel del Norte del Valle?
¿Cómo sigue vivo? Vuelve de nuevo la paranoia, descarto un lugar abierto para la entrevista y prefiero conversar con él en el anonimato de mi cuarto en el piso 22 sobre Brickell Avenue.
¿Andrés está preso en Miami?
No, estoy libre como cualquier ser humano.
¿Hace cuánto está libre?
Yo salí, no tengo la fecha muy clara pero creo que fue a principios de marzo de 2006.
¿Cuánto tiempo estuvo en prisión?
Estuve muy poquito, 20 meses.
¿Por qué tan poco tiempo?
Aquí hay muchísimos agentes cuya único objetivo es ir y coger tres o cuatro narcotraficantes o desbaratar una estructura de cinco gatos que venden tres gramos de perico en la calle. Yo tuve la fortuna de tener unos agentes federales y una fiscalía que veían el problema de otra forma, lo que fue muy beneficioso durante los cuatros años largos que duró mi convivencia con ellos.
¿El momento de Andrés?
No fue el momento histórico de Andrés, fue el momento histórico de los narcos que en serio tomaron la decisión de entregarse. Creo que desde el año 95, más o menos, el cuento de que existían narcotraficantes que solucionaban sus problemas con la justicia americana fue un poco más conocido en las segundas y terceras esferas de los carteles, entonces ya no lo sabían sólo el ‘Top 5’ del narcotráfico sino también los mandos medios y mandos terceros, toda esa cadena que existe de ahí para abajo. Lo que pasa es que en ese momento también surgieron una cantidad de celos y envidias que se manejan dentro de las agencias americanas. Entonces se volvió un ‘sálvese quien pueda’. Finalmente lo único que eso generó fue que entre los narcotraficantes existiera desconfianza y a la larga esa desconfianza vino de la mano de todas esas guerras y todo lo que pasó.
¿Puede salir de Miami?
Yo puedo salir de Miami. Puedo viajar a todos lados.
¿Puede salir libremente?
Sí, puedo salir libremente.
¿Usted no tiene ningún control?
No, ninguno. Nada.
¿Puede entrar a Colombia?
Sí, absolutamente, puedo entrar las veces que quiera y cuando quiera. Jamás tuve ninguna investigación en Colombia. (La Fiscalía no suministró información al respecto)
¿Cuándo fue la última vez que vino a Colombia?
A finales de 2003 fui a Cali a visitar a mi abuela. Extraño el tráfico, esa adrenalina con la que uno se levantaba, el ruidajo en los semáforos, el pleito, el uno vendiendo chontaduros, el otro aguacates, toda esa vitalidad.
¿Va a volver?
Mi papá vive acá, mi mamá y mis hermanos viven acá. Toda mi vida la he hecho acá. Me parece una imprudencia volver. Pienso que hay unas nuevas generaciones de narcotraficantes que en algún momento de la vida le quieren cobrar a alguien el haberles enseñado a otros narcotraficantes a someterse y a entender que efectivamente el final no puede ser muerto en un tejado o preso.
¿Le molesta que le digan el ‘sapo mayor’?
Hay una cantidad de gente a la que no le va a gustar lo que se está diciendo, pero simplemente yo pensé en mi futuro, en mi familia, en los míos, no pensé en nada más. Mucho menos en un gremio que no maneja ni principios ni nada. Algunas veces me pregunto si el periodista, si el gremio, si la gente del común le da más mérito al decir, “este señor indudablemente es un sapo”, o quizás les hubiera parecido más glorioso que hubiera continuado una vida criminal, a haber tomado la decisión de decir “yo quiero cambiar mi vida”. Ese tipo de juzgamientos lo deja a uno pensando.
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Unos nudillos lentos y acompasados contra la puerta 2217 interrumpen la conversación. Es la camarera del minibar en el momento equivocado. Salta entonces otro rasgo de Andrés que el actor Manolo Cardona caracterizó a la perfección en la serie de TV: su tic en el ojo izquierdo, un signo inequívoco de que algo lo intranquiliza.
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¿Ese gesto suyo lo puso de moda Manolo Cardona?
Toda la vida lo he tenido. En el colegio un compañerito me decía ‘Musaraña’.
En la serie se vio que muchos quisieron matarlo. ¿Hoy en día cree que eso está superado?
Yo creo que mientras estemos en una época de guerra eso puede pasar.
¿A qué le tiene miedo?
Al frío, pánico al frío, a la soledad. Después de que uno ha vivido todo lo que le ha tocado, de estar en ese mundo, pues uno termina perdiéndole el miedo a muchas cosas. A lo que menos le tengo miedo es a un narco.
¿Cómo está su cultura general sobre el narcotráfico actual?
En este mundo del narcotráfico se pierde vigencia y yo perdí la mía hace nueve años. Lo que sepa ahora del narcotráfico es por chisme de la calle, pero no porque yo sepa. El que menos sabe de narcotráfico en Colombia soy yo.
¿Usted piensa que la gente que se “encariñó” con el personaje en la TV de Manolo Cardona cree, de verdad, que Andrés López era menos malo?
Andrés no era el menos malo, digo que la decisión menos mala a la hora de decidir en reuniones de 20 personas la suerte de otros era hacerse el estúpido. Así no esté de acuerdo, hágase el estúpido y le sale más fácil y más barato.
¿Cuántos años estuvo en la mafia?
Fácil 14 ó 15 años, metido en el mundo del narcotráfico.
¿Quince años haciéndose el estúpido para no cobrar vidas?
No todas las situaciones eran de resolver la vida de la gente.
Por decir menos han muerto muchos en los carteles. ¿Cómo se ha salvado Andrés?
Yo creo que primero que todo hay un Dios por allá en el cielo que me protege. Segundo, que en aquella época era un tipo supercauteloso. Hoy en día no tengo esa misma cautela. Llevo una vida normal y si finalmente llega el momento en que el Señor me diga “venga que ahora le toca rendir cuentas conmigo” pues estoy preparado.
Un ejemplo de esa cautela que le haya salvado la vida.
En el 2000 estoy en un centro comercial con dos o tres amigos en Ciudad de México y me voy a encontrar con alguien que me va a entregar un dinero, y un amigo me llama desde Cali y me dice, “¿estás en este centro comercial?, ¿estás vestido así? Güevón, no le vayas a salir al man que te va a entregar la plata que te van es a matar”. Entré a un almacén, fui al baño, me cambié de ropa, salí por otro lado, recogí mi carro, me parqueé por fuera y efectivamente me di cuenta de que había una cantidad de bandidos que eran supuestamente mi contacto. Cuando el que me iba a entregar el dinero me llama y me pregunta que en qué carro estoy, yo le doy el color del carro que tengo al frente. Y a los tres segundos llegó el gentío y se llevaron a la pareja que iba en ese carro. Hasta el día de hoy no sé lo que pasó. Sólo que era gente de ‘Chupeta’.
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De esos tiempos cuando su archienemigo era su socio queda muy poco, ya no carga su querida CZ, una pistola checoslovaca que compró en un batallón en Popayán, ni monta en un Dodge Viper, de los que corren en la Nascar, y tampoco viste como él mismo se describe en su libro El cartel de los sapos con tenis Donna Karan y blue jean Dolce&Gabanna. Ahora lo suyo es el bajo perfil.
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¿Le gustan las películas?
Me encantan las películas.
¿Y las de la mafia?
Si me hablas de Al Pacino en Scarface me parece que el señor es maravilloso en lo que hace. Me produce cierta curiosidad porque conociendo un poco de todo este rollo del narcotráfico, hay en la película un personaje que se llama Alejandro Sossa, el narco boliviano, ese personaje fue creado con base en Demetrio Limonier, un narco peruano que existió hace muchísimos años, le decían ‘El Vaticano’, estaba casado con una ex mujer de ‘Chupeta’, lo conocí hace muchísimos años, por lo que al ver la película me pareció supercurioso.
¿Qué siente viendo su historia en TV?
Muchas cosas me tocaron superfuerte y creo que eso se reflejó en los libretos. Obviamente hay cosas que sí fueron así y otras que no, pero no tengo la claridad para decir en qué porcentaje.
¿Cómo la ven sus dos hijos?
Creo que ya pasaron la etapa de verle la gravedad porque han estado en todo el proceso, hoy lo ven como un canal que quiere vender una historia. Ellos saben del libro, aunque entienden muy poco, porque ellos son 100% americanos y no hablan español, pero sí ven la serie y la entienden a la perfección. Ellos ya me perdonaron.
¿Con esta serie de TV gana más perdones que condenas?
No lo hice buscando perdones o condenas de absolutamente nadie. Mi conciencia está tranquila, vivo en paz conmigo mismo, y ante la justicia de los hombres creo que cumplí. Si el libro logró que alguno de estos personajes decidiera cambiar su vida, valió la pena.
¿Usted no cree que hay gente que dice: “Andrés está quedando como un príncipe y está dejando a todos como una basura”?
Claro que sí. Finalmente versiones de la historia va a haber tantas como personajes que hicieron de una u otra forma parte de ella. Hay que entender que esto no es un convento de monjas.
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Mira la hora en un Corum suizo, se le hace tarde para otra cita. La segunda parte de la entrevista promete hacerla al día siguiente, esta vez sí a cielo abierto, en un lote escondido, muy cerca de La Arena, donde juega el equipo de baloncesto Miami Heat. Allá va dos veces por semana con sus amigos a volar avioncitos. Cuando llegamos ya hay dos carros parqueados con sus baúles abiertos…
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¿Quién es el del Corvette gris?
Un ejecutivo alemán, un duro como piloto, ya ha derribado varios aviones. El del Mini Cooper es Juan Camilo Ferrán con el que escribo los libretos. No tengo amigos narcos.
¿Usted cree que ya está afuera?
El narco es narco y lo tengo muy claro. Pero a mí la verdad no me quita el sueño porque ese es mi pasado y lo seguirá siendo toda mi vida.
¿Y cuando ese pasado se vuelve best seller y tiene buen rating en TV?
Pues se vive de otra forma, cobro de otra forma, te pagan de otra forma, todo es maravilloso, pero también tienes que entender que hay más responsabilidad y que tienes que hacer las cosas muchísimo mejor para la cantidad de seres que uno termina tocando a través de un medio de comunicación.
¿Qué otras historias quiere contar?
Quiero contar muchísimas. Las de dos o tres narcos que conozco; la de un papá que vive luchando por sacar a su hijo de las drogas; la de una fiscal que tiene unos giros en su vida muy locos, que busca a los narcotraficantes y termina siendo su defensora.
¿Va a cambiar su vida de mafioso por la de escritor?
No sé si sea por escritor, pero yo cambié mi vida de mafioso desde que me entregué hace nueve años. No volveré a ser mafioso nunca.
¿Su rivalidad con ‘Chupeta’ y ‘El Cabo’ es tan cierta como la vimos?
Sí son ciertas. ‘El Cabo’ murió en Venezuela y ‘Chupeta’ está en Estados Unidos.
¿Más tranquilo ahora que ‘Chupeta‘ está detenido?
Estoy igual de tranquilo si el señor está en la calle, si sale libre o en Brasil. La tranquilidad mía no me la va a quitar nadie. Ahora me da risa, me parece muy chistoso, pero lo que él está viviendo no se lo deseo a nadie.
¿Pero, por qué le da risa que ‘Chupeta’ esté en la cárcel?
A ‘Chupeta’ lo tienen metido en un hueco en una cárcel en Nueva York y el señor da alaridos, que se quiere quitar la vida. En el hueco estuvimos todos. Yo estuve ocho meses, fue duro pero acá estoy. Cuando iniciamos el proceso de sometimiento éramos todos, pero cuando algunos metimos la pata en el agua, los demás dijeron no. Entonces las nenas éramos nosotros, y nos convertimos en objetivo militar de todos los supermanes que no se quisieron entregar.
¿Dónde estuvo el clic de atreverse a entrar en el mundo del narcotráfico?
En Cali éramos un grupo de jóvenes irreverentes, y nos centralizaron metiéndonos al colegio militar, lo que creó un cambio súper heavy en mi vida. Porque todo el rollo de lealtad que te dan en el ejército se lo meten al narcotráfico y te sientes en el mundo perfecto. Y eso sucede en las organizaciones hoy en día. Se les inculca a los narcos la metodología del ejército.
¿Qué viene después de El cartel de los sapos?
Tengo un contrato con la editorial, debo entregarles un libro antes del 15 de diciembre. Se va a titular Las fantásticas y es la historia del narcotráfico contada a través de las esposas de los grandes capos colombianos.
¿A quién se le esconde Andrés hoy?
A nadie. Es muy chistoso porque cuando era un narco oía una sirena y para mí eso era Lucifer. Yo salía a la calle y encontraba 8.000 policías donde no los había. Me hablaban de la DEA y eso era el anticristo, y ahora tengo muchísimos amigos policías.
¿Mató su pesadilla?
Creo que todo eso quedó enterrado. Soy un ganador porque sobreviví. Además el que escribe la historia es el que gana y yo gané.
"Indudablemente yo no fui un santo, si lo hubiera sido no hubiese hecho todo lo que hice, pero en una serie de televisión el personaje tiene que gustar y ese es Manolo Cardona".
El relax en su labor como libretista de la serie El Cartel, lo descubrió volando avioncitos con su coequipero de escritura Juan Camilo Ferrán.
"Cuando era un narco oía una sirena y para mí eso era Lucifer, ahora tengo muchísimos amigos policías".
En su nueva vida de escritor, prepara su nuevo libro Las fantásticas, una historia sobre el narcotráfico a través de las esposas de los capos.