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De su trabajo depende que los 32.000 guadueños no padezcan sed. Pero esta historia ni comienza ni termina aquí. Nidia Suarez, líder de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la vereda Chipautá, recuerda los inicios de la iniciativa: “en el año 2000 Pacific Rubiales perforó en la vereda el pozo profundo Escuela 2. Como mujeres, teníamos la expectativa de trabajar con la empresa, pero por políticas, ellos solo emplean hombres para las tareas de exploración. Entonces, buscamos con el área social de la empresa un espacio donde pudiéramos adelantar actividades y tener ingresos adicionales. Como comunidad, teníamos el proyecto de recuperación de las quebradas que nutren al río San Francisco, y de ahí surgió el programa de reforestación por compensación”.
El programa, que comenzó en 2006, contemplaba dos etapas: plantación y mantenimiento. En la primera parte trabajaron con contrato directo 124 mujeres, en su mayoría cabeza de hogar, para plantar 140.000 árboles de especies nativas en un área especial de 124 hectáreas. Adicionalmente, y para proteger la cuenca del río San Francisco, Pacific adquirió 12 predios que suman unas 240 hectáreas, superficie que en la actualidad corresponde al área de Reserva Forestal de la Cuenca del Río San Francisco.
En la etapa de mantenimiento trabajan 50 mujeres, que incluso han tenido que afrontar la incomprensión en su propia familia. “A las 4:00 a.m. iniciamos nuestro recorrido para el sitio de trabajo, pero lo hacemos con mucho amor, porque es algo que nos ha beneficiado bastante. Al principio fue duro porque los esposos no iban con nosotras, y llegábamos y ellos bravos porque no cumplíamos a cabalidad con todos los deberes de la casa, pero ellos se fueron acostumbrando igual y ya somos un equipo de trabajo”, afirma Ninfa Cedano, miembro del Programa de Reforestación de la Reserva de Chipautá.
Entre 2006 y 2012 Pacific Rubiales, en cumplimiento de sus obligaciones, ha invertido más de 2.000 millones de pesos para la conservación y manejo de las 240 hectáreas de la Reserva Forestal de la Cuenca del río San Francisco. Sin embargo, ahora que el plan de inversión ha concluido, la comunidad afronta un nuevo reto: mantener y preservar la reserva a partir del uso sostenible de los servicios ecosistémicos, mediante actividades de ecoturismo.
Para ello, la comunidad ha estructurado un proyecto ecoturístico que incluye una etapa de preinversión, con actividades clave como diagnóstico territorial, diagnóstico de biodiversidad, sistemas de monitoreo permanente (fototrampas y estaciones climatológicas), y capacitación y divulgación para generar capacidades entre quienes participan en el proyecto.
En una segunda etapa, el proyecto contempla una inversión en la construcción de instalaciones de apoyo como una torre de avistamiento, un ecohab y senderos para la realización de caminatas ecológicas. Con esto se podrán adelantar procesos de educación ambiental a los investigadores y turistas que visiten el área.
Y como la comunidad ha sido el eje de este desarrollo ambiental, ha conformado un equipo de jóvenes de la vereda para que presten servicios de ecoturismo a nivel de visitas académicas y de turismo de aventura: canotaje, torrentismo, rappel y senderismo, entre otros. Al vincular a los jóvenes, la comunidad garantiza la continuidad en el manejo sostenible de la reserva.
El trabajo de estas aguerridas mujeres fue reconocido por la Fundación Siembra Colombia, que en 2012 les concedió el Premio de Sostenibilidad Ambiental en la categoría Oro. Esto demuestra que la tierra de Policarpa Salavarrieta sigue aportando mujeres valerosas y emprendedoras, comprometidas con una de las causas más revolucionarias en el siglo XXI: la preservación del agua. Un ejemplo del que hay que tomar nota.