Hace 40 años, Luis Ernesto Vargas Silva era un estudiante de derecho que tenía que irse caminando desde la sede de la Universidad Libre en Bogotá hasta su residencia, en la calle 27 sur con carrera 10ª, porque no tenía con qué pagar el pasaje. Caminaba durante una hora y media hasta llegar a su casa y gracias a esas largas caminatas conoció “toda Bogotá, sus calles, sus recovecos”.
Ahora es presidente de la Corte Constitucional. Ya no tiene que caminar tanto y, sin embargo, lo sigue haciendo. Acostumbra ir desde su casa en el occidente de Bogotá hasta Monserrate y luego, como si fuera poco, subir hasta el Santuario. Todo esto para mantenerse en forma y aliviar el estrés.
Hace 40 años, Vargas Silva trabajaba como profesor en algunos colegios de la localidad de Kennedy para costearse su vida en la capital. Laboraba en el día y estudiaba en la noche. Acostumbraba hacerse en una esquina del salón y ver a sus profesores. Soñaba con emularlos, con que algún día fuera él quien estuviera al frente.
“Yo miraba a mis profesores y decía ‘algún día, así sea cuando tenga 60 o 70 años, tengo que estar allá al frente’”. No tuvo que esperar tanto: a los 23 años, este hijo de Cajamarca (Tolima), ya estaba dictando clases. Lleva 35 años siendo profesor universitario y miles de alumnos, entre ellos el presidente de la Corte Suprema de Justicia, el magistrado Gabriel Miranda Buelvas. Ser profesor universitario fue el primero de una larga lista de sueños cumplidos. Luego vino el de ser juez, magistrado de tribunal y, posteriormente, magistrado de la Corte Constitucional.
Su llegada a este alto tribunal no fue fácil. Vargas Silva es sincero: “A mí nunca se me pasó por la cabeza llegar a la Corte Constitucional, porque veía esa meta como algo inalcanzable”. Pero a finales de 2008 un magistrado amigo le dijo que se postulara y se lo volvió a decir, precisamente, el día en el que se cerraba la convocatoria para el cargo. Fue el último de 93 candidatos en inscribirse y fue el único en enviar su solicitud por fax, debido a que en ese momento se encontraba concentrado en su trabajo como magistrado del Tribunal Superior de Cundinamarca y en sus estudios de doctorado en la Universidad de Zaragoza, en España.
Luego fueron tres días de entrevistas con todos los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, los encargos de confeccionar la terna de la que el Senado escogería el nuevo magistrado. Los magistrados hicieron una terna provisoria; Vargas Silva no fue incluido en ella. Pero uno de los postulados obtuvo los votos suficientes para quedar en la terna final y —a último momento— el tolimense fue incluido. El camino hacia la Corte apenas empezaba.
En el momento de defender su candidatura ante el Senado, a Vargas Silva le tocó viajar a España a presentar los exámenes necesarios para graduarse como doctor. “Algunos dijeron que había sido un irresponsable al haberme inscrito y no haber ido al Senado”. Pero Vargas Silva regresó y puso por primera vez en su vida un pie en la Cámara Alta para presentarse ante los senadores. “Tuve que presentar alrededor de 90 o 100 entrevistas. Finalmente, hicieron un examen que creo fue lo que más me ayudó. En ese momento todo seguía siendo un sueño. Tras el examen fue que empecé a creer que ese anhelo se iba a volver realidad”.
Luego vino la votación. Obtuvo 64 votos y el 18 de noviembre de 2008 se convirtió en magistrado de la Corte. “Yo no me lo creía. No sabía siquiera qué era lo que había ocurrido. El sueño se veía tan inalcanzable que, cuando ya se había convertido en realidad, seguía siendo increíble. Incluso ya posesionado en el cargo, igual no me lo creía. Ya llegar a la Corte es cumplir con el sueño de cualquiera de los miles de abogados de Colombia. Me sentía flotando, como si estuviera metido en la estratosfera del derecho”.
A los pocos meses de haber llegado a la Corte fue elegido presidente de la Comisión de Seguimiento a la sentencia T-025 de 2004, la tutela en la que la Corte ordenó el estado de cosas inconstitucional, es decir, instó al gobierno por primera vez a tomar medidas urgentes por cuenta de la grave situación de desplazamiento forzado en el país. Una sentencia que ha puesto a este alto tribunal a la vanguardia en el mundo. De repente, Vargas Silva empezó a tomar decisiones que ya no afectaban a una o dos personas, sino a millones.
“Por la Corte Constitucional pasa todo el país con sus angustias, con sus miserias, con sus dramas, con sus bondades, con sus riquezas”, resume este hombre de 60 años. Este año, Vargas Silva fue elegido como presidente de la Corte Constitucional. “Si ya es un privilegio ser uno de los nueve colombianos que acceden a la Corte, presidirla es todavía muchísimo más, digamos, casi inexplicable para una persona del común como soy yo”, confiesa. Y, como si fuera poco, Vargas Silva es el presidente de la Comisión Arbitral del Fútbol Profesional Colombiano. Esa fue su manera de cumplir con el sueño de vincularse al mundo del fútbol.
No obstante, el magistrado es claro: “Igual, mi mayor sueño es seguirles ayudando a esos millones de personas que no tienen un abogado, poder adoptar medidas que alivien el dolor de tantas personas”. Luego vendrán años de leer hasta tarde y de recuperar todo lo que ha perdido en su camino hacia la Corte: tiempo con su familia y con sus amigos. Ya vendrán esos años, porque todavía hay muchos sueños que cumplir.