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Las guerras de las mujeres

Suavemente, lentamente, silenciosamente, sin violencia, las mujeres fueron entrando a las escuelas, a los bachilleratos, y para mediados del siglo XX, a las universidades.

ISABEL LONDOÑO POLO*
24 de marzo de 2012 - 05:17 p. m.

Sin leyes que levantaran las barreras de acceso, haciéndolo con la fuerza del convencimiento de que era la educación la que les permitiría contribuir al desarrollo del país, sentar un buen ejemplo para sus hijos e hijas y lograr autonomía para definir su futuro.

Otros países del mundo en desarrollo crearon colegios especiales para mujeres, entrenaron maestras, dieron becas, fueron a las casas a convencer a los padres de dejar a las niñas estudiar. Colombia no hizo eso. Las vio educarse en silencio, sin tender su mano para ayudarlas a entrar, a ningún espacio, ni con recursos financieros ni con leyes. Y Colombia les dijo que había que tener menos hijos. Y de la nada surgió una entidad privada, que llenó el país de centros y capacitación para la planificación familiar, y el gobierno miró para el lado, mientras la Iglesia renegaba y las mujeres bajaron, por su cuenta y riesgo, dando ellas las peleas en la casa, en la cuadra, en el barrio, en la parroquia, y el crecimiento de la población colombiana se frenó.

Y Colombia quiso reemplazar importaciones, crear una industria nacional, crear demanda y un mercado de trabajo. Y las mujeres salieron a trabajar. A los trabajos que les asignó la sociedad, muchos mal pagados, con horarios muy largos, en condiciones difíciles. Aceptaron ser todas las maestras, todas las enfermeras, todas las empleadas domésticas. Todos esos los oficios de la paz, de la creación de la vida, del afecto y del cuidado. Mientras los hombres hacían todos los oficios de la guerra: eran todos los policías, militares, traficantes de armas, y los oficios de la industria que nacía. Y las mujeres siguieron adelante, con su educación, y siguieron buscando los pequeños resquicios por los cuales se fueron colando dentro de una economía que crecía, que se modernizaba, muy lentamente, que requería todo el tiempo gente más educada y más eficiente.

Y eso fueron ingenieras, abogadas, financieras, mercadotecnistas, vendedoras, publicistas, profesoras universitarias. Y con el siglo XXI llegaron las leyes, y con las cuotas tuvimos primero viceministras, luego ministras y finalmente altas consejeras, fiscales, contraloras, candidatas presidenciales. Pero la guerra es un vicio y una adicción del alma masculina de los pueblos, que sólo la fuerza de las mujeres logra apagar, quitar energía. Y Colombia está por decidir si le dará luz a su alma femenina, la de la paz y el cuidado.


MICHELLE BACHELET

Fue la primera mujer en alcanzar la Presidencia de la República de Chile, entre 2006 y 2010. En 2002 fue nombrada ministra de Defensa chilena, una posición que ninguna mujer había ocupado en América Latina. En julio del año pasado fue designada como directora de ONU Mujeres, una nueva entidad de Naciones Unidas para promover la igualdad de género en el mundo.


1. Claves para salir de la crisis

En este cambio histórico que vive el mundo no podemos permitirnos dejar de lado a las mujeres. Lo primero en lo que tenemos que trabajar es en fortalecer ese liderazgo femenino. Segundo, darles mayor seguridad económica, sin ellas no puede haber una economía sana. En tercer lugar, hay que trabajar en la eliminación de la violencia contra mujeres y niñas; y en cuarto lugar, tenemos que lograr que en países en conflicto las mujeres puedan ser parte de la consolidación de la paz.

2. Un ejemplo para el mundo

Estamos llenos de mujeres exitosas. En América Latina y el Caribe tenemos seis jefas de estado y gobierno, un número importante para el mundo. Esa cifra muestra que existen modelos para otros y que sí se puede trabajar en el servicio público y otros miles campos. Si un país es capaz de reconocer las capacidades de las mujeres, el futuro será mucho mejor. Sólo por nombrar un ejemplo, la participación de la mujer fue definitiva para los cambios de regímenes árabes.

3. Por la igualdad

La violencia contra las mujeres no se ha erradicado en muchos lugares, amparados en tradiciones como la mutilación genital, matrimonios arreglados, uso de ácido. La idea es trabajar en asegurar que ellas puedan desarrollar todas sus capacidades. Hay que asegurar que los sistemas electorales les permitan elegir y ser elegidas, en esta área todo conspira en contra de ellas. ONU Mujeres tiene 96 proyectos en 86 países sólo para acabar con la violencia contra el género femenino.


RIGOBERTA MENCHÚ

Premio Nobel de Paz en 1992 por su trabajo en la defensa de los derechos humanos en Guatemala. Esta líder indígena fue galardonada en 1998 con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional por su defensa de los pueblos indígenas. Ha sido candidata presidencial en dos oportunidades (2007 y 2011) y hoy sigue luchando por los derechos humanos desde la fundación que lleva su nombre.


4. Paridad en la participación

Es fundamental que las mujeres tengan condiciones de participación. Que haya profundo respeto a su rol y conocimiento, sea en el área empresarial, política, económica o social. Creo que primero tendríamos que cambiar el sistema de partidos políticos. Que la paridad de participación de mujeres sea exigible y que sobre todo haya igualdad de condiciones. Si los partidos políticos permiten la militancia de las mujeres en todos los campos, entonces mejoramos el gobierno.

5. Educación en derechos

Una de las situaciones más difíciles que viven las mujeres es la delegación de sus derechos. Los delegan al Estado, a los políticos, pero no se empoderan de ellos. Por eso, la igualdad depende mucho de la educación que podamos propiciar. Si las políticas públicas imponen el ritmo y si las normas imponen igualdad, creo que estaríamos rompiendo el ‘statu quo’ excluyente. Si fortalecemos el liderazgo actual de las mujeres que han llegado a puestos importantes, estamos haciendo un bien para el futuro.


* Máster en Educación y doctora en Política Social de la Escuela de Educación de la Universidad de Harvard. Consultora Nacional e Internacional en Educación del BID y el Banco Mundial.

Por ISABEL LONDOÑO POLO*

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