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Lo realmente importante es la educación de calidad

Una cosa son las instalaciones escolares, los equipos con que están dotadas y la conectividad, y otra es la calidad de la educación. Lo uno no implica lo otro.

Raúl Garavito, psicólogo educativo
03 de marzo de 2021 - 04:32 p. m.
No solo es importante tener buenos equipos y conectividad, lo vital es la educación de calidad.
No solo es importante tener buenos equipos y conectividad, lo vital es la educación de calidad.
Foto: Pixabay

Parece absurdo decirlo, pero la verdad es que la construcción y dotación de plantas escolares tienen poco que ver, si es que tienen algo que ver, con la calidad de la educación. Una cosa son las instalaciones escolares, los equipos con que están dotadas y la conectividad, y otra es la calidad de la educación. Lo uno no implica lo otro. En las aulas modernas y bien dotadas se puede imprimir en los alumnos una actitud negativa hacia el estudio, y eso no es educación de buena calidad. Por el contrario, en recónditos parajes campesinos y en estrechas viviendas urbanas sin la menor instalación hay adultos que enseñan de modo natural y despiertan en niños y niñas la pasión por el saber. Esos anónimos educadores naturales darían lecciones de pedagogía a licenciados que después de tener en sus manos durante más de diez años a niños y jóvenes los entregan sin ganas de estudiar, leer ni investigar.

Claro está que la construcción y dotación de planteles escolares son necesarias, pero, como ocurre con los padres de familia que centran la atención en las condiciones materiales que dan a los hijos y descuidan la formación de su carácter y sus motivaciones, dedicar casi todo el trabajo del Ministerio a los aspectos materiales y dejar prácticamente de lado la calidad de los métodos de enseñanza puede considerarse un error mayúsculo de la dirección de la educación en el país. No es necesario ir a Comenio, Rousseau, Pestalozzi, Dewey, Freinet, Piaget y demás grandes figuras de la educación y ciencias afluentes para saber que la columna vertebral del proceso enseñanza-aprendizaje es el interés de los educandos. Seguramente usted dirá que tiene subalternos encargados de ese asunto, que de verdad esperamos no le parezca secundario, pero la dramática situación de la enseñanza en las aulas de preescolar, primaria y bachillerato, estancada, con pocas excepciones, en los errores del pasado, indica a las claras que continúan la larga tradición de no hacer nada al respecto.

De la preparación de los docentes, de su propia actitud hacia el conocimiento, depende la forma en que enseñan, y esto, ministra, es de lejos lo más importante, al lado de lo cual los edificios, equipos y conectividad son lo de menos si se piensa en mejorar la calidad de la educación y no en dar la impresión de que se está mejorando. El origen del reclamo aquí expresado es una larga entrevista concedida por usted a una emisora, en la que se refirió a la importante asignación presupuestal para la educación y a los planes adelantados en la construcción y dotación de infraestructura, pero en la cual la palabra enseñanza no fue pronunciada.

Invocando la autonomía curricular concedida por la ley a los colegios, el Ministerio se excusa de hacer la parte más importante de su trabajo. Las instituciones no tienen entre sus funciones la de investigar, y por eso no actualizan los métodos de enseñanza, con lo cual llegan a resultados diferentes y contrarios a los deseados. El Ministerio tiene la obligación de supervisarlos y orientarlos con lineamientos sin faltar a la ley, y como esa necesidad no salta a primera vista, la responsabilidad y el liderazgo recaen en la cabeza de la entidad.

Respetuosamente me permito recordarle que la educación es un arte de sensibilidad y una disciplina de conocimiento, una tarea vital con hondo calado social y humano, algo que es muchísimo más que edificios, muebles y equipamiento. Una educación de buena calidad forma en el interés por el saber, en el deseo de desarrollarse cultural e intelectualmente, y no obstaculiza ni echa por tierra estas tendencias naturales de los seres humanos.

Por Raúl Garavito, psicólogo educativo

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