Acompañada por el bandoneón, una voz trémula se escucha a través de los parlantes, mientras hombres de traje oscuro dialogan con vehemencia alrededor de unas copas. Aunque este mismo retrato podría haberse hecho durante la primera mitad del siglo XX, aquellas prácticas de la Bogotá bohemia aún prevalecen en los cafetines que se han resistido a morir. Son una ventana hacia el pasado.
Su supervivencia, sin embargo, ha llamado la atención de quienes añoran las discusiones cultivadas, que a partir de 1948 fueron desapareciendo. Aquellos espacios de creación artística donde personajes como León de Greiff, rodeado por grupos de artistas, debatían desde el atardecer en cafés memorables como El Automático. “Hubo un desplazamiento del centro de la ciudad hacia la periferia. La interacción cultural se trasladó y todos estos lugares entraron en crisis”, indica Fabián Sanabria, director del Instituto Colombiano de Antropología e Historia.
De los 98 cafetines de la Bogotá bohemia, actualmente no existen más de 20. Entre ellos se destaca el Café Pasaje, fundado en 1936, que todavía es escenario de tertulia de estudiantes, periodistas y abogados. A éste se suman otros cinco (San Moritz, La Florida, La Pastelería Belalcázar, La Fontana y La Romana), que actualmente hacen parte de un plan del Distrito para revitalizarlos. Según María Eugenia Martínez, directora del Instituto de Patrimonio Cultural, en la medida en que existan más recursos se incluirán más establecimientos de este tipo en el programa. “Hemos hecho allí ópera, teatro, cine y conversatorios, porque creemos que el arte es un elemento que sirve para revivirlos”.
Las nuevas generaciones tienen la responsabilidad de reconstruir un pasado intelectual que pareció tener su ocaso hace más de medio siglo. Los cafés siguen abiertos, a la espera de quienes busquen “arreglar el país” mediante debates elocuentes al calor de una taza de café.