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Los cinco hechos de la temporada

La faena colombiana llegó a su ecuador.

El Espectador
09 de enero de 2011 - 03:00 a. m.

Cali y Manizales vivieron sus respectivas semanas de toros en las que hubo varias cosas para el recuerdo: un torero de época en su mejor momento, un colombiano con intenciones de llegar a lugares de privilegio, un encierro antioqueño —ejemplo de bravura—, un sevillano que ha sido revelación y una tarde apoteósica son los cinco hechos de la primera parte de la temporada, a la espera de Bogotá y Medellín.

‘El Juli’, inmenso

Julián López, ‘El Juli’, anduvo imparable en la temporada española de 2010. Todas las plazas, incluida la hasta ahora para él esquiva Sevilla, terminaron a sus pies. No era sorpresa entonces que llegara a Cali como principal favorito para llevarse el trofeo Señor de los Cristales. Sin embargo, las expectativas se quedaron cortas. El cuajado torero español arrasó en Cañaveralejo, no sólo a la hora de cortar trofeos, sino porque siempre encontró la forma de sacar el mayor provecho de los toros que le correspondieron. Para ‘El Juli’ la vieja máxima de que todo toro tiene su lidia, es el primero de sus mandamientos. Aparte, su tauromaquia se centro hoy por hoy en lo fundamental, con muletazos largos y hondos, y una particular técnica a la hora de los espadazos, que lo hacen casi infalible en esa suerte. Manizales, este domingo, y Bogotá son sus próximas citas.

La reconquista de Luis Bolívar

Tras un año particularmente duro, por el cambio de apoderado y algunas dudas tejidas sobre su toreo, Luis Bolívar, con capote, muleta y espada, tuvo que disiparlas. Esta temporada, en Cali y Manizales, redujo el número de sus actuaciones, pero a diferencia de otros años los triunfos conquistados tuvieron mayor resonancia. En Cali se llevó el trofeo a la mejor faena, por la que interpretó a Sabio, el bravo toro de Juan Bernardo Caicedo que se llevó el trofeo. Y en Manizales, en la primera de sus tardes, indultó a Rabalenguas, de Ernesto Gutiérrez. Pero más allá de números, el toreo de Bolívar demostró evolución y reconquistó al público de su tierra.

Un encierro bravo

La corrida del hierro de La Carolina, lidiada en la Feria de Cali el 1° de enero, será recordada como una de las más bravas lidiadas en los últimos años en las plazas colombianas. Pese a que el jurado no le entregó el trofeo oficial, en una decisión que ha tenido polémica, el comportamiento de las reses de esa ganadería antioqueña despertó la admiración de muchos aficionados. Y si bien el resultado de la corrida no dejó mayores dividendos en trofeos, cada una de las suertes adquirió peso para los alternantes, por la importancia de los ejemplares, bien presentados y con una ofensividad en sus cornamentas digna de las plazas más importantes no sólo de Colombia, sino del concierto americano o de ruedos españoles de trascendencia.

La apoteosis del 7 de enero

Manizales vivió el viernes  pasado una de las tardes más inolvidables de su brillante historia taurina. Un gran encierro de la ganadería de Ernesto Gutiérrez Arango permitió que se cortaran nueve orejas (dos de ellas simbólicas), un indulto y dos toros de vuelta al ruedo. Juan Mora, ‘El Cid’ y Luis Bolívar bordaron una jornada llena de emoción, en la que los toros fueron los grandes protagonistas. La corrida echó arriba la Feria de la capital caldense, que hasta ese momento había estado huérfana de grandes tardes.

La revelación de Daniel Luque

No pasó del registro normal en los medios de comunicación radiales y escritos, pero la faena del diestro español Daniel Luque a un toro de la ganadería de Juan Bernardo Caicedo en la Feria de Cali puede ser considerada no sólo como la más valiente de lo que va de la temporada, sino una de las más toreras. El joven matador, nacido en Gerena, en el sur de España, se jugó entero para no dejar pasar un toro que le tomó radiografías permanentes. Pero eso, enfrentarse ante el peligro de esa forma no pasaría de ser un capítulo más de los ‘parones’ con que muchas veces se gana a los públicos y se cortan orejas, si Luque no hubiera hecho algo más: conseguir muletazos de categoría, como si el animal que tenía en frente no mostrara tan severas dificultades.
 

Por El Espectador

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