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Los mandamientos de José Tomás

El torero y el hombre que viste como tal son una sola pieza: la de uno de los fenómenos más grandes de la tauromaquia.

Víctor Diusabá Rojas
08 de febrero de 2009 - 03:00 a. m.

José Tomás habla con los ojos. Así como casi nunca brinda la lidia y muerte de un toro (“a veces lo hago sólo con la mirada”), tampoco da entrevistas. Dice no, con esa misma mirada.

Así las cosas, hay que echar mano de dos textos para saber qué piensa. Uno, el de una famosa charla con Joaquín Sabina, el autor y cantante español, y otra con lo que extractó la escritora Almudena Grandes de una conversación en Madrid, en Lhardy, un añejo restaurante del centro de Madrid, fundado en 1838, en tiempos en que Cúchares despachaba toros enormes, y el mismo lugar en el que la intelectualidad de la época rindió homenaje a Manolete, en 1944, tres años antes de su muerte.

He aquí pues mandamientos y algunas glosas de un torero que se parece, por fortuna, sólo a sí mismo:


“Manolete es el toreo como una forma de estar en el mundo, no tanto de torear”

No tiene sino un altar: a Manolete. Quién sabe si allá, en su intimidad, se sumerja en recuerdos de Manuel Rodríguez Sánchez. En fotografías. En lecturas. A veces, lo ha encarnado. Por ejemplo, cuando hace la revolución del toreo, que siempre pasa en cada tarde.

“... no me hace falta que me apoyes, el que tiene que hacerlo soy yo, yo solo”

Como lo fue para Chaplin, el público es nada más que un accidente para José Tomás. Y eso, antes que irrespeto, es una decisión. El toro, él, y nadie más. El entorno lo conmueve, pero sólo cuando lo ha logrado “hacer” o cuando se va a hombros o por la puerta grande

“Tengo miedo, soy un ser humano y he pasado mucho miedo”

¿En dónde escondió el miedo en la tarde del 5 de junio en Madrid, en donde creyentes y ateos se juntaron en una sola voz para gritarle Torero?  ¿Acaso en el mismo sitio donde se camufló diez días después cuando se fue hecho polvo en la misma plaza? ¿El miedo de José Tomás viste de valor?

“Si te pones delante, y quieres, y mandas, no te coge”

Si no fuera porque doliera tanto, el “no te coge” parecería ser una broma. Claro que “te coge”, Tomás, lo dicen las evidencias. Lo que resulta imposible de creer si uno no está ahí para verlo, es que lo cojan tan poco frente a todo lo que podrían cogerlo. No por casualidad sino porque nadie manda más a, y sobre, los toros.   

“Si en un pase, el toro se te cuela, en el siguiente hay que cruzarse más, irse para adelante”

Dice que no sabe correr para atrás, sólo para adelante. Es su propia definición de la vida y no apenas del toreo. José Tomás se ha cruzado más que todos.

“La faena soñada no existe”


Si existiera, no habría vuelto. Ni se vestiría esta tarde para buscar estar mejor que ayer, pero no más que mañana. Quizás haya estado superior, como lo confesó algún día: ante  dos o tres afortunados en una placita de tientas y frente a una vaca. ¿Cuándo pasó? Sólo él lo sabe.

“Sólo aspiro a ser mejor que yo mismo”

Le han armado rivalidades que no le importan. Si quisiera ser el mejor en los términos de la comercialización actual de la fiesta, andaría metido en un coche de cuadrillas sin noches y con muchos días. Por eso torea veinte tardes que valen la temporada entera. 

“Nunca se puede poner uno delante de un toro (sólo) por dinero. Porque no hay nada que pueda pagar la vida de un ser humano”

Por supuesto que vale y mucho. Pregúntenle a Felipe Negret. Pero esa razón, la de atesorar, debe ser la última de una larga lista que comienza por afición, sentimiento y pasión. El toreo siempre será una cuestión de hambre (de gloria).

“Poner un animal a la altura o por encima de una persona como ser humano no lo puedo comprender”

El 17 de junio de 2007, José Tomás ganó la batalla más célebre en defensa de la fiesta en un fortín del antitaurinismo: Barcelona. Lo único que pide es respeto. “No comprendo que se recurra al insulto para defender lo que ellos defienden”.

“Yo creo que uno debería vestirse, no ya en el toreo sino en la vida, de purísima y oro”

Quién sabe por cuál se decida hoy. Pero vaya como vaya, llevará una segunda piel, la de la verdad, la del purísima en el que no cabe la mentira. 

“Es espantosa, sí. Siesta no suelo dormir; los días de corrida salgo a pasear, y me tumbo luego en la cama. Pero no duermo”

A pasear. Si se lo topa por ahí hoy, en una tienda o en un parque de Bogotá, pregúntele si el Lance Armstrong de hoy tiene cómo ganarle a Alberto Contador el Tour de Francia de 2009. Y si ya nació alguien mejor que Induraín. O si el Aleti (Atlético de Madrid) va a salir del pozo con los goles del Kun Agüero y de Forlán.

Por Víctor Diusabá Rojas

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