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Más de arena que cal

Dos notables toros de la ganadería de César Rincón terminaron en el olvido por obra y gracia de lo poco y nada que aportaron los tres últimos de la tarde. Otra buena tarde de Luis Bolívar.

Víctor Diusabá Rojas
11 de enero de 2009 - 02:27 a. m.

Los tres últimos de la tarde borraron con el codo lo bueno que habían escrito segundo y tercero de la tarde. Y así, la corrida terminó en el fondo de la cuneta, muy lejos del buen camino que alcanzó a transitar, antes de pasar su meridiano. Los trofeos, apenas uno, sirvieron además para que la gente olvidara aún más el principio y se marchara con el mal sentimiento del final.

Tarde de altibajos la de la ganadería de Las Ventas del Espíritu Santo. La primera mitad terminó muy arriba con la mejor faena de la tarde, la de Luis Bolívar, al buen tercero, un toro en el que el torero nacional rayó tan alto que el asombro fue el diagnóstico general en el callejón. Y no porque no sea lo suyo estar bien en todas las suertes, sino porque hubo momentos de exquisitez para complacer a todos por igual.

Por ejemplo, como cuando bajó la mano en esa tanda de derecha hasta romperse en tres muletazos profundos. O en esos naturales largos y hondos, de la mano izquierda, porque también los ejecutó con la derecha. Y si vamos un poco atrás, en el capote estuvo templado y generoso en el quite por gaoneras. Una oreja y palmas al toro opacadas por la petición de otro trofeo.

Un turno antes, Sebastián Castella había visto crecer un toro con bella estampa, que revelaba poca fuerza, pero que supo suplirla con calidad en la embestida y en especial en cada cite hecho desde la distancia ideal para que lo dejaran ver. Ahí se vieron cosas grandes en las manos del francés. No pasó lo mismo en cuanto se le puso encima. El toro protestó y fue otro. La espada, desprendida, no tuvo efecto inmediato y Castella prefirió aguardar hasta que el tiempo se hizo eterno y sonó el aviso.

Y antes, Enrique Ponce tropezó con el serio primero, que pedía que no lo molestaran. Ponce lo trató con el cuidado que sólo él sabe hacer. Pero ni así. El ejemplar tenía los muletazos justos que no alcanzaron siquiera para los naturales. La espada no entró ni tampoco el descabello. Pitos al toro.

Con eso ya se podía sobrevivir, pero quedaba medio encierro allá adentro. Y ese medio, no sirvió. El cuarto salió con picante y humilló en el capote del maestro de Valencia. Incluso, peleó en el caballo, en una corrida que no tuvo buena nota en ese examen. Pero a partir de ahí, tras un breve rapto de nobleza y prontitud, vino la sosería y enseguida el aplomo. Nada que hacer. Palmas a Ponce y algunos pitos al toro.

El castaño quinto se rebosó en los lances de Castella. Eso fue todo. El francés vio como su ilusión se quedaba como el toro, ahí debajo de la muleta sin querer pasar, defendiéndose. La estocada fue de ejemplar ejecución. Palmas para Castella y pitos al toro.

El sexto, decisivo, tampoco ayudó. La gente pidió el cambio por presunta cojera, pero la Presidencia se negó a autorizarlo, con acierto. En cambio, se excedió al castigar con banderillas negras, pese a que el toro acudió al caballo. Y si bien se escupió de la suerte, fue castigado por los picadores. Si se tratara de colgarles ese Inri a todos los mansos, nos quedaríamos cortos.

Luis olvidó el entorno y fue por lo suyo. Que no era otra cosa que plantarle cara a un toro que iba a oleadas, sin mucha clase. De todas maneras, puso construir series dignas de reconocimiento. Pero la gente ya comenzaba a irse. Lo bueno había pasado por la plaza media corrida atrás. El balance lo decía todo, más arena que cal.

Ficha de la corrida

Feria de Manizales 2009
Quinta corrida de abono
Seis toros de Las Ventas del Espíritu Santo
Desiguales de presentación y algunos justos de fuerza. Palmas en el arrastre para segundo y tercero. Pitados: primero, cuarto y quinto.

490, 480, 460, 442, 440 y 480 kgrs

Enrique Ponce
Azul marino y oro
Palmas tras aviso y palmas

Sebastián Castella
Nazareno y oro
Petición tras aviso y palmas

Luis Bolívar
Marfil y oro
Oreja y palmas tras aviso

Detalles: Plaza casi llena. Saludaron Gustavo García y Jaime Devia por pares de banderillas. Tarde soleada.

Por Víctor Diusabá Rojas

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