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Gracias a esa inversión, hoy Israel es elocuente ejemplo de avance y testimonio vivo de la esperanza cierta que deben tener los países menos desarrollados de poder alcanzar progreso social y económico. Todas las mediciones internacionales sitúan a Israel dentro de las 25 naciones con más altos niveles de educación superior y como uno de los países con mayor auge en términos de iniciativa privada y de promoción del espíritu empresarial.
Israel ocupa el tercer lugar en Investigación y Desarrollo, el 8 en preparación tecnológica, el 11 en innovación, el 16 en exportaciones de alta tecnología y el 23 en la medición del coeficiente “IDH”, que mide la esperanza de vida, la tasa de educación y el nivel de vida digna de sus habitantes. Amenazada por un terrorismo vociferante, pero incólume en su empeño de lograr la paz, Israel es una ínsula democrática en medio de un océano de regimenes totalitarios, la mayoría de ellos, afectados por fundamentalismos religiosos, que por no admitir la diversidad ni el disenso, no cesan de intimidar la tranquilidad de un mundo pluralista y diferente.
En medio de la amenaza incesante, Israel día a día se sobrepone a su suerte y gracias a la cohesión de su sociedad y a la determinación de sus gobernantes hace posible el milagro moderno del progreso y el avance seguro hacia la paz. Con una población de 7 millones de habitantes y con escasas ventajas comparativas, Israel ha venido construyendo un presente promisorio, fincado en la conversión de sus debilidades en fortalezas.
Con más carencias que recursos y con una topografía mayoritariamente desértica en donde escasea el agua, en solo 60 años, Israel le ha probado al mundo que las naciones jóvenes tienen posibilidades reales de romper los falsos atavismos del subdesarrollo.
La investigación tecnológica ha permitido el maravilloso milagro de la transformación de un territorio agreste y árido, en un edén de innovación y de mejoramiento continuo de la actividad agrícola y del desarrollo industrial. La unión inquebrantable de sus ciudadanos, que no niega espacios al pluralismo y a la diversidad ideológica, ha hecho de Israel, una democracia sólida, donde el respeto por el escrutinio de las mayorías, es la base de la unidad nacional.
Por momentos pareciera que los obstáculos y las vicisitudes que Israel ha tenido que enfrentar para alcanzar su desarrollo, hacen parte de una cadena interminable de pruebas que el pueblo de Moisés debe seguir superando para merecer la tierra que Dios le prometió. Honor a Israel, ejemplo de constancia y superación y constructor incesante de una paz posible y duradera en el medio oriente.
* Consultor Corporativo