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Soluciones de raíz

Científicos del Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat), en Cali, identificaron el híbrido de un tipo de pasto que reduce la contaminación por nitratos y emite menos gases de efecto invernadero, responsables del calentamiento global.

Daniela Franco García
28 de abril de 2015 - 03:52 a. m.
/Cortesía
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Rajbir Singh, un agricultor de la localidad de Punjab —en el noreste de la India—, notó para 2014 que uno de sus hijos de no más de un año tenía una tonalidad azul en algunas partes de su rostro, un síntoma de alarma que sumado a las dificultades respiratorias lo llevaron a él y su esposa a acudir a los especialistas. Fue en el hospital Baba Farid Center donde, tras contar su vivencia a varios periodistas, su historia se convirtió en el reflejo de una problemática aguda que vivía esta región agricultora, localizada en la frontera con Pakistán.

Varios niños de dicha localidad sufrían el síndrome de “bebé azul”, un padecimiento que lleva a tener graves afecciones respiratorias, problemas de crecimiento e incluso la muerte y que se da a causa, entre otras cosas, de la contaminación del agua por nitratos del suelo. Un hecho que afecta el medio ambiente y la salud de seres humanos, en especial los niños. La respuesta a dicha situación fue clara para muchos investigadores: Punjab es líder en producción de granos en la India. El arroz y el trigo se han cultivado a escala industrial durante muchos años y su sistema agrícola da de comer a unos 500 millones de personas. Sin embargo, muchos agricultores no entendían la relación entre su oficio y los padecimientos de sus hijos. La respuesta, los fertilizantes basados en nitrógeno.

Al igual que en la India, en Colombia y el mundo entero se utiliza en la agricultura el nitrógeno como fertilizante para los suelos. Las plantas, además de vitaminas o aminoácidos, necesitan elementos químicos y el nitrógeno es uno de los más importantes. Es por eso que muchos campesinos lo usan en sus tierras, ya sea como fertilizante sólido y envasado, o de forma natural (estiércol, desechos vegetales o animales, etc.).

Pero lo cierto es que el nitrógeno, a pesar de ser un elemento esencial para cualquier cultivo, también es una de las principales fuentes de contaminación del agua, debido a su gran solubilidad. Esto sumado a que es una de las principales fuentes de los gases de efecto invernadero, que a su vez son la primera causa del calentamiento global.
Es por esto que, para los años 80, la observación de una microbióloga del Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat) captó la atención de muchos investigadores. Rosemery Sylvester-Bradley identificó que un tipo de pasto denominado ’brachiaria’ emitía menos gases de efecto invernadero que los otros sembrados en distintos cultivos. Fue así como se inició una investigación de varios años que, con colaboración del Centro Internacional de Investigación para las Ciencias Agrícolas de Japón (Jircas), hoy se sigue adelantando en la sede del Ciat en Cali.

Desde la capital del Valle del Cauca, Jacobo Arango e Idupulapati M. Rao, investigadores de dicho centro, explican que tras afrontar dificultades como la financiación sostenida durante su trabajo, los resultados hoy son magníficos. Su labor permitió dilucidar cuál era el híbrido que en este tipo de pasto permite que haya menos gases de efecto invernadero y, a su vez, que exista una menor contaminación del agua con nitratos.

“La ‘gramínea brachiaria’ tiene raíces más profundas y una capacidad para estimular carbono en el suelo, algo que también contribuye a reducir las emisiones de gases efecto invernadero. Si pudiésemos identificar en este pasto todos los genes responsables de estas propiedades, sería posible lograr, a través de transformación genética, que se introduzcan en otros cultivos. Por ende existiría una menor contaminación del agua”, explican Arango y Rao.

Pero los investigadores resaltan que el hecho de que este tipo de pasto reduzca la emisión de gases de efecto invernadero no significa que esa sea su única cualidad. “Hay un proceso en investigación agrícola llamado fitomejoramiento, que en términos sencillos es hacer cruces entre distintas plantas de la misma especie para obtener mejoras en determinadas características”, cuenta Arango.

Es por esto que la gramínea brachiaria es un pasto que reúne las características de beneficio económico y ambiental, pues desde el Ciat se ha logrado que tenga una mayor tolerancia a posibles inundaciones, que sea más resistente a las temporadas de sequía, que sea tolerante a las plagas, alimente mejor al ganado y su “plus”, que emita menores gases de efecto invernadero.

Se trata de una investigación que si se aplica en gran escala permitiría una mayor producción en sistemas de rotación con cultivos como el maíz. A su vez, su actividad no afectará de la misma forma el medio ambiente, probablemente habrá una contaminación menor de nitratos en el agua a través de sistemas agropastoriles, se evitarán fenómenos como el del “bebé azul” y se contribuirá en la lucha para reducir el calentamiento global; el mismo fenómeno que hoy deriva en la disminución de recursos pesqueros, el derretimiento de los glaciares, la disminución de los manglares y por ende el aumento de casos de enfermedades como la malaria y dengue, entre otras devastadoras consecuencias. 

Por Daniela Franco García

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