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Tercera de Tauromagia en Cali

Después de la tediosa primera tarde con ocho toros, y otra, la segunda de la temporada de la feria de Cali, con tres diestros que cumplieron a duras penas, se tocó la gloria de nuevo viendo torear a Roca Rey, un muchacho peruano que tomó la alternativa hace un año en Nîmes y que se ha convertido en la esperanza de América, no sin razón.

Alfredo Molano Bravo
28 de diciembre de 2015 - 09:27 p. m.
Sebastian Ritter. / AFP
Sebastian Ritter. / AFP

Ayer toreó dos toros de verdad, de Paispamba, hechos ambos; bonito su primero, llamado Curioso, y fuerte y noble su segundo, llamado Maloso, de 540 kilos. Roca Rey torea con una lentitud pasmosa porque sabe encontrar el sitio con rapidez desde donde parecería ver pasar los animales sin pestañar. Es un torero seguro e inspirado que suele hacer pases de revés al paso, como si nada, pases desconcertantes tanto para los toros como para el público. Tiene majestad y derrocha ese valor casi irresponsable que la juventud permite. Guardo aún la sensación verlo citar de rodillas a Maloso y hacerlo pasar seis o siete veces sin enmendarse y alternando un par de pases por la espalda. Su primera faena fue de espanto, dos orejas sin que la presidencia tuviera la menor duda en sacar los trapos al tiempo. El Juli, que estaba en el callejón, aplaudió como cualquier espectador. A su segundo toro, después de un derroche de manos bajas, lo llevó por delantales al caballo y lo entregó a distancia con una revolera llena de gracia. En el centro del ruedo tuvo todo el tiempo a Maloso y como para dejar en la memoria del público un recado para el francés Castella, hizo cinco cambiados por la espalda. Las dos estocadas fueron fulminantes. Habrá que seguir a Roca Rey a donde vaya. Por ahora, la afición de Bogotá, exiliada en la Plaza de Puente Piedra de Subachoque, podrá verlo el 16 de enero toreando al lado de El Cid y de Manuel Libardo una corrida de Mondoñedos

Al Fandi le correspondieron otros dos codiciosos de Paispamba, Harapo, con 464, y Felipe, un negro listón, precioso y con peligro de 518 kilos. El Fandi es un torero de taquilla, un verdadero atleta a la manera griega, un héroe. Valiente que pone las banderillas como se dice las ponía Joselito, arriesgando la vida en cada par. El valor que ha desaparecido del mundo real derrotado por el mundo virtual, el Fandi lo rescata. Rescata también las faenas largas de capa y los quites que han caído en desuso, que han sido puestos entre paréntesis de cualquier manera. No sé si se pueda decir, pero galleó chicuelinas en su segundo, al que cortó una oreja. La otra se la había cortado otra oreja. Quizá por haberlo dejado de ver un par de años lo vi un poco más asentado, más posesionado de su edad. Suele suceder.

Posada Maravilla es un torerito joven que viene por primera vez a América. Tenía que torear en tercer lugar, después de las faenas de Roca Rey. Dos retos de los que no salió bien librado. Se le disculpa la pobre faena a su primero, un novillo toro de Fuente la Peña que la Junta metió en cambio de un Paispamba por considerarlo falto de trapío. Tampoco pudo lucirse con un atigrillado que dio gran pelea con el caballo. Posada es ligero y superficial, no topa el sitio y parece hacer las cosas a las volandas. Pero un par de verónicas a pie junto a su segundo dan cuenta de que sólo le falta oficio. Habrá que volver a verlo en Medellín.

Con esta tercera corrida, el pueblo volvió a los toros. El bajonazo que vivimos y sufrimos comienza a quedar atrás. Mañana gran mano a mano entre El Juli y Luis Bolívar.

Por Alfredo Molano Bravo

 

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