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Un torero hecho a la antigua

Con una novillada con picadores comienza este sábado la temporada taurina de los 80 años de la Santamaría.

Rodrigo Urrego/Especial para El Espectador
15 de enero de 2011 - 03:00 a. m.

En épocas en que pululan escuelas taurinas (en Colombia, la escuela de Cali ha sido la principal cantera de toreros), que se han convertido en una especie de universidad para quienes deciden hacer carrera en tauromaquia, resulta particular que un torero forje su camino alejado de maestros y la disciplina propia de estos recintos.

Hoy, casi el 90 por ciento de los toreros han pasado por escuelas, donde el camino es igual de duro, aunque menos romántico que los de antaño. Porque desde mediados de los años 80, esa andadera taurina de ganadería en ganadería, de tentadero en tentadero, ha tomado otra dirección.

Pero la forja de Leandro Segura, o Leandro de Andalucía, como se anuncia en los carteles, un joven de Villapinzón (Cundinamarca) que no supera los 21 años, tiene rasgos propios de épocas pretéritas. El olor a campo y a toro bravo ha marcado su carrera.

Leandro es nieto del ganadero Luis Segura, propietario de la ganadería Andalucía; sobrino del matador de toros Nelson Segura, torero que salió varias tardes a hombros de la Santamaría en la década de los 90, e hijo de Wilson Segura, uno de esos anónimos hombres del toro, que se dedica en Colombia al transporte de toros de lidia y a la preparación de caballos de picar.

Esos antecedentes marcaron a Leandro, que además de querer ser torero, entra a décimo semestre de zootecnia en la UDCA, pues dice que el toro bravo le ha dado mucho a su familia, y a él quiere dedicarse.

Y fue en esa ganadería, Andalucía, donde decidió hacerse matador desde el momento en que le pegó los primeros muletazos a una vaca en un tentadero, bajo la tutela y los consejos de su tío Nelson, quien ha sido su principal maestro. De ahí viene su nombre artístico, Leandro Segura se viste de luces y ahí es Leandro de Andalucía.

Este sábado debutará en Bogotá como novillero con picadores. Pero detrás hay una historia de seis años vistiéndose de luces en pueblos de todo el país. “habré lidiado entre 180 y 200 novillos”, dice Leandro, quien fue el triunfador de la novillada de la Feria de Manizales de 2010.

Pero la tarde de hoy es especial. El significado de un triunfo en la Santamaría es más que comprobado. Y Leandro es consciente. Si llega, ante los toros del ganadero Juan Carlos Páez, probablemente su carrera se encamine hacia su doctorado. Si las cosas salen así, para Leandro, quien en este 2011 se graduará de zootecnista, 2012 puede ser el año de su graduación en tauromaquia, es decir, el año de tomar la alternativa.

Por Rodrigo Urrego/Especial para El Espectador

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