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Un Torero llamado Belmonte

Jorge Enrique Piraquive fue el triunfador numérico al cortar la única oreja de la tarde de domingo. El portugués Joao Moura hizo el mejor toreo a caballo.

Rodrigo Urrego Bautista / Enviado especial de Colprensa a Manizales
05 de enero de 2009 - 03:12 a. m.

La puerta de grande de Manizales no se abrió. Pero si por ella tuviera que haber salido alguien, bien lo merecía Belmonte, el más torero de la tarde. Él, caballo de la cuadra del portugués Joao Moura, dio una lección de torería, y su rejoneador, una muestra de toreo a caballo.

Su aparición cautivó a la plaza. No sólo por su belleza, también por su valor, su arrojo y su temple, virtudes con las que entendió a la perfección cada sutil toque de Moura. Belmonte se convirtió más que en un caballo, en un capote o una muleta con la que el portugués  acarició y dominó la encastada embestida del segundo toro de un notable encierro de Dosgutiérrez.
Montado sobre Belmonte, Moura hizo una entregada faena, en la que más allá de clavar banderillas (apenas puso las suficientes), se arrimó, pisó los terrenos más comprometidos del ruedo, esos que custodiaba el bravo toro de Dosgutiérrez.

Y allí, disfrutando de la codicia del segundo de la tarde, Moura y Belmonte disfrutaron al traerlo toreado de tercio a tercio, o templando su poderosa embestida en 'redondos' interminables. Moura enceló al toro con la grupa de Belmonte, quien parecía disfrutar más que nadie de engañar y salir con limpieza ante las cornadas que dibujaba su ponente. La larga cola del caballo terminó ensangrentada, prueba de lo mucho que se había arrimado.

El rejoneador portugués supo que lo suyo en Manizales era torear a caballo, sobre todo porque cumplió su compromiso mermado de facultades. Una lesión en la mano le impedía clavar con la solidez que lo acostumbra. Aún así, mató con soltura, y el público, que quería premiar a Moura y Belmonte, sacó sus pañuelos, pero la presidencia no tuvo la misma sensibilidad.
El encierro de Dosgutiérrez, para los toreros de acaballo, no pudo ser la mejor prenda de garantía. No solo porque colaboraron con nobleza. Más aún porque cuando los toreaban de verdad, perseguían con una codicia incombustible.


Menos entonados anduvieron los rejoneadores colombianos. Willy Rodríguez tuvo un buen comienzo con el que abrió plaza, pero luego su labor deambuló entre dudas y pasos en falso. Eso sí, clavó una espectacular banderilla cuando se distanció del toro, lo citó con movimientos de su caballo y el toro se fue con gran acometividad. Cuarteó en un perfecto embroque y la banderilla quedó en lo alto.

Jorge Enrique Piraquive presentó una revista de sus mejores caballos. Imponentes y de alta escuela. Clavó muchas banderillas, largas y cortas, con facilidad. Pero su toreo fue recibido con frialdad, pues el público no se emocionó a plenitud. Cortó la única oreja de la tarde en el quinto, con el que también deambuló disperso, pero al que mató con tanta efectividad que el público quiso premiarlo.

Joao Moura no pudo salir de la enfermería, donde fue atendido de una fractura en la mano derecha. Fue una pena, sobre todo porque Belmonte no pudo volver a salir al ruedo. Rodríguez y Piraquive ofrecieron lidiar al toro por colleras, pero el espectáculo que ofrecieron fue tan accidentado como vergonzoso. Sin compañerismo, cada uno quería lucirse por encima del otro,  por eso se atravesaron, se estrellaron, en un capítulo que lejos estuvo de enaltecer el toreo a caballo, ese que honraron Moura y Belmonte.

Por Rodrigo Urrego Bautista / Enviado especial de Colprensa a Manizales

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