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Una vida para la ciencia

Cerca de cumplir 79 años, el doctor Jorge Reynolds, pionero del marcapasos, continúa trabajando y buscando innovaciones para encontrar la solución a los malos funcionamientos eléctricos del corazón.

Steven Navarrete Cardona
28 de marzo de 2015 - 03:56 a. m.
Andrés Torres - El Espectador / Andrés Torres - El Espectador
Andrés Torres - El Espectador / Andrés Torres - El Espectador

La oficina de Jorge Reynolds es sobria pero funcional. ‘Su centro de mando’ como el mismo la denomina está en la Fundación Clínica Shaio al norte de la ciudad. La estructura de su escritorio está construida con un esqueleto metálico que sostiene una mesa elaborada con la puerta de su casa natal en Bogotá, que se ubicaba en la carrera 13 con calle 62. Sobre ella muchas cartas de invitaciones a congresos académicos sobre cardiología, peticiones de entrevistas y anotaciones e ideas que se le ocurren al día entre otras cosas. Una oficina amplia con cuadros sobre marcapasos, cajones con revistas científicas sobre los avances en cardiología que le llegan desde el exterior y modelos de marcapasos que dan muestra de que su vida gira en torno al músculo vital que bombea la sangre a todo el cuerpo.

Frente a su oficina se encuentra un pequeño salón dónde está ‘Elsa’ su secretaria y siempre permanece atestado de practicantes-de diversas disciplinas- que le envían numerosas universidades del país para que se forjen y aprendan con él.

En confianza, el doctor recuerda cómo desde muy joven, empezó a vivir en torno a la salud, a pesar de no haber estudiado medicina. A su regreso de Inglaterra, luego de haber culminado sus estudios en ingeniería electrónica fue requerido por médicos de la U. Nacional para que les ayudara a instalar algunos equipos que la fundación Rockefeller les había regalado. Fue una semana intensa pero dicha tarea sería el primer paso de una carrera que aún no culmina. De inmediato fue nombrado por el decano de la facultad de médicina de aquella época como ingeniero del departamento de fisiología. Tiempo después, Fernando Valencia y Alberto Vejarano, que serían los directivos de la clínica Shaio le propusieron que trabajara con ellos ya que iban a inaugurar el centro médico especializado en problemas del corazón. Así que la vida de Reynoldsse dividió en dos, la U. Nacional y el centro médico.

Con su trabajo cercano a los médicos, comenzó a comprender el funcionamiento del corazón, y de la electricidad que le recorría. Se interesó por las arritmias producto del mal funcionamiento de sistema eléctrico que causan cientos de muertos al año. “Entonces se me ocurrió la posibilidad de crear un sistema eléctrico artificial de la mano de los médicos de la clínica en aquella época y de dicho trabajo conjunto nació el marcapasos externo”, señaló Reynolds en diálogo con El Espectador.

Luego de una serie de ensayos sobre cómo la electrónica de este tiempo podía sustituir el sistema natural del corazón. Reynolds y su equipo construyeron su primer marcapasos con tubos, porque todavía los transistores no estaban disponibles comercialmente. Pesaba cincuenta kilos porque funcionaba con la batería de un carro.

“El primer paciente en probarlo fue un sacerdote que venía desahuciado de Guayaquil (Ecuador). Estábamos aun experimentando nuestro prototipo, pero en realidad no había otro tratamiento que ofrecerle al paciente, así que entre el doctor Vejarano que era el director de cirugía y el doctor Valencia que era el director de la clínica me convencieron. Hablé con el sacerdote y llegamos a un acuerdo. Si el moría, yo no me iba para el infierno. Vivió hasta los 104 años y le cambiamos el dispositivo a medida que avanzaba la tecnología”.

Cerca de cumplir 79 años, Jorge Reynolds ha recibido varios doctorados honoris causa y las universidades de todo el país que tienen programas de medicina lo invitan a dar conferencias sobre el corazón, además de encabezar congresos especializados en el tema. Pero no siempre fue así, cuando empezó a plantear sus ideas en los años cincuenta algunos médicos lo miraron con desconfianza por su juventud y falta de experiencia. Hoy Reynolds hace un llamado a las univer-sidades para que apoyen las ideas de los jóvenes y a los cientificos que salen del país para forjarse, especializarse y regresan. “Para que puedan desarrollar sus ideas y puedan ser importantes en el futuro de Colombia. Un país que no tiene su propia tecnología no puede salir de subdesarrollo”.

Reynolds no descansa y continúa trabajando en la invención de un nuevo prototipo de marcapasos que según el científico, medirá la cuarta parte de un grano de arroz, hecho cien porciento con nanotecnología, podrá ser monitoreado constantemente por el médico, no necesitará baterías y podrá instalarse en un periodo reducido de tiempo, según señaló a El Espectador.

Por Steven Navarrete Cardona

 

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