“Utopía”: 10 años. Cuando la paz de Colombia pasa por la ruralidad

La educación es un motor —el único no violento— que permite la inclusión, la oportunidad, la nivelación por la excelencia y no por la mediocridad.

Hermano Carlos G. Gómez Restrepo, FSC*
15 de noviembre de 2020 - 02:00 p. m.
La Universidad de La Salle apuesta por la educación rural.
La Universidad de La Salle apuesta por la educación rural.
Foto: Cortesía

La Universidad de La Salle es sinónimo de una historia de servicio, creatividad y compromiso con el país. “Utopía” es una expresión de la propuesta educativa de los lasallistas que se proyecta a la ruralidad, la construcción de la paz, la apertura de caminos a los chicos que han crecido en la Colombia profunda, donde las oportunidades son pocas; la violencia, parte de lo cotidiano; la pobre educación, componente de la realidad, y la carencia de oportunidades, un obstáculo para el desarrollo de sus sueños.

La historia de “Utopía”, aunque soñada durante varios lustros, empezó a tomar forma al final de la primera década de este siglo. En esos años, en esta Colombia herida solo se hablaba de violencia, narcoterrorismo y bandidaje; la paz se entendía miopemente por la vía de la derrota militar de las guerrillas y otros grupos ilegales; el país miraba los acontecimientos entre complacido, escéptico y preocupado; los excesos de la violencia cundían por doquier y se cernía una sensación de desesperanza entre la juventud y, de manera particular, en los jóvenes rurales. ¿Y la paz? Como la esperanza, en lo más profundo de la caja de Pandora.

Con “Utopía” se creyó otra cosa: que la paz de Colombia pasa por la ruralidad y que la educación es un motor —el único no violento— que permite la inclusión, la oportunidad, la nivelación por la excelencia y no por la mediocridad, la apertura de puertas y caminos, y el permiso para soñar. Desde sus inicios, “Utopía” se comprendió a sí misma como un laboratorio de paz, en cuanto permitía que jóvenes que venían de diferentes escenarios violentos, con distintas influencias ideológicas y políticas y probables cercanías a los diferentes actores del conflicto, se unieran en la construcción de un sueño común que une, que hermana, que suscita la pasión por construir, por poder mirar la ruralidad desde otras ópticas y comprometerse en su transformación con las nuevas herramientas que dan la educación de calidad y el conocimiento que se puede agregar a la producción, la organización social y la formulación de proyectos.

“Utopía” también ha sido el lugar donde la novedad acontece. De hecho, el proyecto ha permitido que muchas personas de buena voluntad se unan en un proceso filantrópico que alimenta la esperanza y despierta la solidaridad. Es la Providencia de Dios que nunca falta cuando existen buenas ideas que transforman, impactan social y políticamente, da herramientas para salir de la pobreza y saca la pobreza de la cabeza para volar alto y mirar lejos. “Utopía” es, por tanto, un lugar de encuentro en la búsqueda de la equidad y la justicia, la ilusión de que otro mundo es posible y que juntos podemos construirlo.

El proyecto persigue tres objetivos fundamentales: convertir a jóvenes bachilleres de zonas rurales afectadas por la violencia en ingenieros agrónomos con la mejor formación posible, mediante la metodología de aprender haciendo y enseñar demostrando; hacerlos líderes para la transformación social y política; y la empresarización productiva del campo en sus lugares de origen como resultado del proceso.

Para la Universidad, esto significa un reto de gran envergadura: los estudiantes que viven en el campus han sufrido la violencia y la pobreza. A ellos los ayudamos a encontrar la fe y la esperanza en lo que son capaces, hacemos lo imposible para tocar sus corazones, despertar la bondad y la solidaridad, y les damos la mejor educación técnica y científica para que sean ingenieros que aporten a la construcción del nuevo país. Los desafíos son enormes y van desde la atención a sus condiciones psicológicas y sociales hasta la urgencia de conseguir financiación nacional e internacional para sostener el programa en los próximos años.

Soñamos con una Colombia donde haya jóvenes —hombres y mujeres— profesionales de las áreas rurales, ingenieros agrónomos educados técnica y científicamente para ayudar a construir un nuevo país. Jóvenes que sean líderes para la transformación social, política y productiva de sus lugares de origen.

Esta es nuestra “Utopía”. Queremos materializarla a través de la concepción y el desarrollo de un Parque Agrotecnológico Investigativo, Educativo y Social; un concepto único, una propuesta para la reinvención de la Colombia agrícola y un lugar en el que todos aportamos a la construcción del país que nos merecemos.

Desde la educación superior se puede apoyar el desarrollo rural integral y territorial formando a los profesionales que puedan ayudar a jalonarlo. Con esta intuición, existe el sueño de la Red Universitaria Rural para la Paz (Rurpaz). Se trata de pensar en otras cuatro “Utopías” que completaran un círculo de profesionales claves para este propósito. Imaginamos cuatro nuevos campus, en diferentes lugares del país, que conserven las aproximaciones pedagógicas, didácticas y los componentes esenciales, que preserven el carácter nacional para formar campesinos de todo el país en las áreas de agroindustria, producción animal, agroforestería y una promesa que necesita realmente la educación de la Colombia profunda: formar maestros rurales para la educación rural.

El proyecto existe, pero falta la voluntad política para ejecutarlo. Acaso con gobiernos que le apuesten a la ruralidad, cooperación internacional o gente de buena voluntad. Ya hay un camino recorrido y un saber acumulado.

Asimismo, con un grupo significativo de más de 300 egresados, es tiempo de acompañarlos para organizar una Asociación de Agrónomos Utopienses que pueda ayudar a formular la política pública rural del país. Son gente capaz, con buena formación y experiencia de vida; conocen lo que es nacer, crecer, estudiar, tratar de hacer empresa y mil cosas más del campo, que les permite, de primera mano, saber de ruralidad y del ser campesino.

En fin, muchas cosas más son posibles de soñar. Basta dar rienda suelta a la imaginación y escuchar los gritos de los pobres, los campesinos, los desplazados, los irrelevantes; basta con mirar esta Colombia inmensa para encontrar inspiración y disparar la creatividad.

Nadie pudo haber imaginado en los comienzos que tantas cosas grandes iban a ser posibles. Hace unos años un utopiense dijo en un concurrido foro: “en ‘Utopía’ hemos aprendido a mirar con esperanza el futuro y no a anclar la vida en el pasado con odio”. Así, hemos aprendido que la paz y la reconciliación son posibles si media una oportunidad. ¡Qué rentable resulta la educación incluyente y de calidad para sembrar la paz!

Felices diez años de “Utopía”, un desafío que sigue invitándonos a construir el país rural y una fuente de inspiración y sentido para quienes creemos que Colombia merece mejores días y más oportunidades para el talento de la ruralidad que se pierde o malogra por la pobre educación para los pobres.

*Visitador provincial del Distrito Lasallista de Bogotá y fundador de “Utopía”.

Otras experiencias

“La Universidad de La Salle está comprometida con el sector agropecuario, pero también con la paz de Colombia a través de la educación. Por eso ofrece una propuesta singular de educación para jóvenes rurales, que le apuesta a generar alternativas novedosas de desarrollo para el campo colombiano. Hoy, después de 10 años, podemos demostrar con orgullo cómo 301 jóvenes campesinos que fueron víctimas de la violencia, que por décadas ha afectado dramáticamente al país, son ingenieros agrónomos, líderes capaces de lograr la transformación social, política y productiva del país”: Ricardo Bueno, docente e investigador del proyecto “Utopía”, de la Universidad de La Salle.

“Utopía” es un signo del reino de Dios. Allí se ofrece esperanza a los que la habían perdido, justicia a un país que ha sido expoliado y oportunidades a quienes les arrebataron hasta los sueños. “Utopía” es la prueba fehaciente de que otra Colombia es posible si entendemos que la educación es el principal motor del desarrollo": Elkin Sánchez, docente e investigador del proyecto “Utopía”, de la Universidad de la Salle.

Por Hermano Carlos G. Gómez Restrepo, FSC*

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