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Cocinas para la Paz: sabores que fortalecen la tradición en zonas de conflicto

En decenas de territorios colombianos, la cocina no solo alimenta el cuerpo: también sana heridas, conserva la memoria y teje la paz. Este programa está presente en 31 municipios del país y apuesta por fortalecer la soberanía alimentaria, el tejido comunitario y la construcción de paz desde los fogones.

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Tatiana Gómez Fuentes
26 de agosto de 2025 - 09:20 p. m.
Águeda Rodríguez, perteneciente al programa Cocinas para la Paz. Su compromiso es seguir
difundiendo las preparaciones típicas de su comunidad.
Águeda Rodríguez, perteneciente al programa Cocinas para la Paz. Su compromiso es seguir difundiendo las preparaciones típicas de su comunidad.
Foto: Paula BL / MinCulturas
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La Dirección de Patrimonio y Memoria del Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes compartió con Gastronomía y Recetas de El Espectador los detalles del programa Cocinas para la Paz, una iniciativa que desde 2022 trabaja en la recuperación y fortalecimiento de estos espacios culinarios tradicionales en 31 municipios de Colombia.

Este proyecto parte del reconocimiento de la alimentación como un acto cultural, social y político que contribuye a la reconstrucción del tejido comunitario y la construcción de paz en territorios históricamente afectados por la violencia. A través de la salvaguardia de saberes ancestrales, el intercambio intergeneracional y el impulso a emprendimientos liderados principalmente por mujeres afrodescendientes, indígenas y campesinas, el programa busca fortalecer la soberanía alimentaria y la autonomía comunitaria.

Esta entrevista detalla cómo, con una inversión de más de seis mil millones de pesos, se promueve la identidad cultural, el desarrollo sostenible y la participación activa de las comunidades en un proceso que vincula la cultura con la paz y la justicia social.

¿Qué significa “Cocinas para la Paz” y cómo surgió esta iniciativa?

Cocinas para la Paz parte de la premisa de que alimentarse no es únicamente un acto biológico, sino también un acto de memoria, comunidad y paz. La iniciativa busca visibilizar el poder de las cocinas tradicionales como parte del derecho de los pueblos a una alimentación adecuada, a la soberanía alimentaria y a la reconstrucción del tejido social desde sus propias prácticas alimentarias.

Desde 2012, Colombia cuenta con la política para el conocimiento, salvaguardia y fomento de la alimentación y cocinas tradicionales. En este marco, se han identificado preparaciones, técnicas, prácticas y saberes propios de las comunidades, asociados a su patrimonio alimentario y culinario. Además, se han realizado intercambios de saberes entre cocineras de distintas regiones, entre otras acciones de salvaguardia.

Sin embargo, las comunidades han manifestado la necesidad de ir más allá de la identificación o visibilización, buscando fortalecer sus procesos comunitarios y garantizar la permanencia de sus cocinas tradicionales como medio de vida.

Así, en 2022 nació el programa Cocinas para la Paz, con el objetivo de fortalecer, a nivel comunitario, los ecosistemas asociados al patrimonio alimentario y a las cocinas tradicionales —incluyendo prácticas y saberes sobre producción, adquisición, preparación, consumo y manejo de la biodiversidad— para contribuir a una alimentación saludable, sostenible y autónoma como fuente de paz y desarrollo sostenible.

¿Cuál es la visión a largo plazo del programa y cómo se conecta con la paz en los territorios?

Contempla la apropiación y el reconocimiento del valor cultural, social, económico y político del patrimonio alimentario y culinario, desde las voces de las propias comunidades. También incluye la conformación de redes comunitarias fortalecidas, el impulso a la economía propia y circular en torno a las cocinas tradicionales, y la adecuación de espacios vivos como huertas caseras y plazas de mercado que promuevan la transmisión de saberes y salvaguardia de alimentos, semillas, utensilios y preparaciones.

Asimismo, se busca la inclusión de preparaciones tradicionales y procesos comunitarios dentro de las minutas nutricionales del Programa de Alimentación Escolar (PAE), en favor de la soberanía alimentaria.

Desde el Ministerio de las Culturas, las Artes y los Saberes, se reconoce que la cultura es un motor de paz en los territorios, y que las cocinas tradicionales son pilares fundamentales de ese motor. Por ello, el programa apunta a fortalecer la gestión social del conocimiento comunitario, los proyectos de vida, y el ejercicio de los derechos culturales y alimentarios.

¿Cuáles han sido los principales logros del programa desde su creación en 2022?

  • Inversión de más de $6.600.000.000 COP por parte del Ministerio.
  • Implementación en 31 municipios de 13 departamentos.
  • Participación de más de 2.300 víctimas entre mujeres, hombres, niños, niñas y jóvenes.
  • Inclusión de población afro, indígena, raizal y campesina.
  • Salvaguardia de saberes mediante cartografía alimentaria, intercambios de experiencias, mándalas, mapeo de actores e inventarios participativos.
  • Formación intergeneracional con niños, niñas y adolescentes para el intercambio de saberes alimentarios.
  • Producción comunitaria de contenidos como cuentos, canciones e historias de vida.
  • Adaptación cultural y territorial de las Guías Alimentarias Basadas en Alimentos (GABAS) en San Pablo, San Antonio de Palmito, Leticia y Providencia.
  • Generación de espacios de empoderamiento en territorios afectados por la violencia, con liderazgo de mujeres portadoras de tradición.
  • Acompañamiento a cerca de 100 emprendimientos liderados por mujeres en su proceso de formalización como proveedoras de la FAO.

¿Cómo se seleccionaron los 31 territorios para la implementación en 2025?

Cocinas para la Paz es un programa estructurado en cinco fases que se implementan de manera paralela, dependiendo de la dinámica de cada comunidad. Cada territorio se trabaja durante un período de 4 a 5 años para garantizar sostenibilidad.

De los 31 municipios seleccionados para 2025, 17 ya habían comenzado procesos desde 2022 y continúan su fortalecimiento año tras año. Los criterios de selección, están enmarcados de la siguiente forma: municipios PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial), municipios con altos índices de desnutrición (según el ICBF), municipios con altos índices de pobreza multidimensional (según el DANE 2021), compromisos adquiridos en los Pactos Culturales por la Vida y la Paz, Gobiernos con el Pueblo y Diálogos Territoriales.

¿Qué tipo de saberes y prácticas se están recuperando o fortaleciendo con este programa?

El programa ha permitido identificar y recuperar productos cultivados por generaciones pasadas que hoy son poco consumidos y, por tanto, poco producidos. También se han rescatado preparaciones tradicionales que forman parte de la identidad cultural de los pueblos y que solo unas pocas personas aún conservan.

Por ejemplo, en Arenal, Bolívar, existe una bebida llamada la cubana, hecha a base de arroz molido, cuya preparación solo es conocida por una mujer que la aprendió de su tía y actualmente se la transmite a su hija. Este tipo de prácticas, productos e historias de vida reflejan la riqueza del patrimonio alimentario que el programa busca salvaguardar.

Además, se fortalece la visión de que las cocinas tradicionales son claves para la soberanía alimentaria, pues las comunidades, desde sus selvas, montañas, mares y ríos, han sido históricamente productoras de los alimentos que llegan a nuestras mesas, preparados con sentido y cuidado por el otro.

¿Cómo se involucra a las comunidades en los procesos de diagnóstico y ejecución?

Cocinas para la Paz es un programa 100 % participativo. Desde la primera fase, se involucra a las comunidades en la construcción del diagnóstico territorial a través de metodologías participativas que incluyen entrevistas, recorridos por lugares clave (como fogones, chagras, plazas de mercado, ríos o mares) y encuentros con sabedores.

También se identifican prácticas relacionadas con la alimentación, como la música, la danza o la artesanía, entendiendo que la cultura culinaria va más allá del fogón.

Se analizan fortalezas y necesidades de iniciativas comunitarias —como restaurantes, escuelas de saberes, ventas de dulces o bebidas— para diseñar acciones de fortalecimiento sostenible. Posteriormente, se realiza una formación intergeneracional que vincula a niños, niñas y jóvenes con sabedores y sabedoras que enseñan oficios tradicionales como la pesca, el cultivo, la cocina o la artesanía.

El programa también se ejecuta en alianza con entidades como la FAO y organizaciones locales, promoviendo el trabajo conjunto y el arraigo comunitario.

¿De qué manera el programa contribuye a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente en los temas de hambre cero y empoderamiento de la mujer?

Cocinas para la Paz contribuye directamente al ODS 2: Hambre Cero y al ODS 5: Igualdad de Género.

En alimentación

Promueve el acceso a alimentos nutritivos, suficientes y culturalmente apropiados; fomenta la soberanía alimentaria mediante el rescate de cultivos y prácticas tradicionales; impulsa huertas y chagras comunitarias para el autoconsumo y la comercialización de excedentes; favorece la alimentación saludable mediante el uso de ingredientes locales (frutas, tubérculos, hierbas, granos y pescado de río) y fortalece la organización comunitaria para enfrentar emergencias alimentarias.

En empoderamiento de la mujer

Fortalece el liderazgo de las cocineras tradicionales, genera espacios seguros para el intercambio de saberes entre mujeres, impulsa su autonomía económica y organizativa y visibiliza su papel como guardianas de los saberes culinarios y agentes estratégicas en los sistemas agroalimentarios.

Objetivos específicos del programa en clave de género

Empoderar a las mujeres en roles productivos y tradicionales, desafiar normas sociales discriminatorias mediante reflexión comunitaria, garantizar igualdad de acceso a recursos, capacitación y mercados y fortalecer la acción colectiva e individual para su participación efectiva en el desarrollo de sus comunidades.

¿Cómo se promueve la soberanía alimentaria desde lo local y con enfoque cultural?

La soberanía alimentaria, según la Declaración de Nyéléni (2007), es el derecho de los pueblos a decidir sobre sus sistemas alimentarios y productivos, con alimentos nutritivos, accesibles, cultural y ecológicamente adecuados.

El programa promueve esta soberanía a través de la identificación de prácticas, productos y preparaciones tradicionales, la transmisión intergeneracional de saberes a niños, niñas y jóvenes, el intercambio de experiencias entre comunidades y Procesos de formación en incidencia política sobre el derecho humano a la alimentación.

Además, se adapta y fortalece culturalmente el uso de las Guías Alimentarias Basadas en Alimentos (GABAS), integrando enfoques culturales, territoriales y de género desde las voces de las comunidades.

¿Cuál es la importancia de la transmisión intergeneracional en el contexto de las cocinas tradicionales?

La transmisión de saberes es esencial para salvaguardar el patrimonio vivo de las cocinas tradicionales. Las portadoras y portadores de tradición han generado cohesión social a través de su conocimiento culinario.

Si no se crean espacios de relevo intergeneracional —donde se cuenten historias sobre la cocina, el campo, el río o el mar— las cocinas tradicionales corren el riesgo de desaparecer. Por ello, es crucial llegar a las nuevas generaciones con estrategias pedagógicas que valoren el hecho de “comer lo propio” y de reconocer en la cocina un símbolo de identidad y resistencia cultural.

¿Cómo se asegura que los recursos invertidos (más de 6.600 millones de pesos) generen un impacto sostenible en el tiempo?

Cocinas para la Paz está diseñado para implementarse en los territorios durante un período de 4 a 5 años, con el objetivo de garantizar la sostenibilidad de los procesos. La estrategia busca que los recursos queden en el territorio y en manos de las comunidades, por medio de acciones como:

Conformación de equipos territoriales comunitarios que lideran la implementación del programa, formación de estos equipos para el seguimiento de actividades y manejo adecuado de recursos, suministro de alimentos para los espacios de encuentro por parte de portadoras de tradición locales, apoyo a más de 90 mujeres en el proceso de convertirse en proveedoras registradas de la FAO, compra local de insumos y alimentos para los talleres de cocina en vivo y fortalecimiento de la infraestructura y recuperación de espacios comunitarios como huertas o cocinas tradicionales.

Estas acciones no solo dinamizan la economía local, sino que fomentan el arraigo cultural y económico en los territorios.

¿Qué mecanismos se están considerando para darle continuidad al programa después de los 4 o 5 años de intervención en cada territorio?

El programa está anclado a una política pública, lo cual garantiza la continuidad mediante la destinación de recursos y la vinculación de gobiernos locales, nacionales y organizaciones de la sociedad civil.

Los principales mecanismos de sostenibilidad incluyen el fortalecimiento de iniciativas comunitarias mediante planes de gestión, comercialización y sostenibilidad; la articulación con gobiernos locales para integrar procesos fortalecidos en sus planes de desarrollo y políticas públicas, la creación de una red de economía circular, con un órgano de gobernanza comunitario que garantice la continuidad de los procesos y la formación de liderazgos comunitarios con capacidad de gestión de recursos y articulación interinstitucional.

De esta manera, las comunidades no solo son beneficiarias, sino también gestoras de su propio desarrollo.

¿Cómo podemos, desde la ciudadanía, apoyar la valorización y preservación del patrimonio alimentario colombiano?

La preservación del patrimonio alimentario colombiano es un compromiso que va más allá de las cocinas; es una tarea colectiva en la que la ciudadanía juega un papel fundamental. Reconocer y valorar las cocinas tradicionales no solo fortalece nuestra identidad cultural, sino que también contribuye a la construcción de paz en los territorios más afectados por la desigualdad y el conflicto armado.

Apoyar a campesinos, comunidades indígenas y afrodescendientes mediante la compra directa de sus productos, participar en ferias locales, y aprender y transmitir en casa las prácticas culinarias ancestrales son acciones concretas que permiten salvaguardar este patrimonio vivo.

Además, incluir estos saberes en la educación escolar y apoyar políticas públicas que promuevan la agricultura familiar y comunitaria son pasos esenciales para que las cocinas tradicionales sigan siendo motor de resistencia cultural y cohesión social en Colombia.

Si te gusta la cocina y eres de los que crea recetas en busca de nuevos sabores, escríbenos al correo de Tatiana Gómez Fuentes (tgomez@elespectador.com) o al de Edwin Bohórquez Aya (ebohorquez@elespectador.com) para conocer tu propuesta gastronómica. 😊🥦🥩🥧

Tatiana Gómez Fuentes

Por Tatiana Gómez Fuentes

Comunicadora Social - periodista de la Universidad Pontificia Bolivariana de Bucaramanga, con maestría en gestión y dirección comercial con énfasis en comunicación, publicidad y ecommerce de la Universidad Complutense de Madrid.@tagy_petustgomez@elespectador.com

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