Luego, a media mañana, viene una añorada taza de café por goteo (molido en casa) y, en la tarde, un refrescante té después del almuerzo.
¿Pero qué tan consciente soy de la enorme ingesta de cafeína que me proporcionan estas tres bebidas? Porque café, chocolate y té tienen en la cafeína un común denominador.
Me puse a la tarea de averiguar —algo que no había hecho antes— cuánta cafeína está presente en cada una de estas bebidas ancestrales y qué efectos pueden producirme.
El té es originario de China. Su llegada a Occidente tardó varios siglos, pero desde que puso su huella en el Viejo Mundo no ha dado marcha atrás.
El cacao es originario de la Amazonia y la Orinoquia, aunque México y Centroamérica lo hicieron suyo como resultado del intercambio de alimentos entre los pueblos nativos. Tras la colonización ibérica, el chocolate se tomó primero Europa y después el mundo.
El café, oriundo de África, opaca desde hace mucho tiempo a las dos anteriores como segunda bebida no alcohólica más consumida después del agua. Su popularidad, como infusión, data apenas de mediados del siglo XIV, aunque el hábito es mucho más antiguo.
El escritor William Baker, en su libro The Chocolate Plant and Its Products, publicado en 1891, nos dejó esta reflexión:
“El primer empleo [del café y el té] está velado por un misterio tan profundo como el que rodea a la planta del chocolate […] Solo se puede decir que […] todos han sido usados desde tiempos inmemoriales y que los tres son y siguen siendo dones bienvenidos de un estadio rústico de la civilización”.
Y en su libro The World of Caffeine. The Science and Culture of the World’s Most Popular Drug, los autores estadounidenses Bennet Alan Weinberg y Bonnie K. Bealer dicen que “aun cuando las plantas que contienen cafeína pueden haber sido empleadas por sus efectos farmacológicos antes de la historia registrada, solo se aisló y se dio nombre a la sustancia cuando el interés por la química de las plantas floreció en Europa a principios del siglo XIX”. Su descubrimiento lo hizo en 1819 un joven médico alemán, Friedlieb Ferdinand Runger, quien se inspiró en trabajos previos del gran intelectual germano Johann Wolfgang von Goethe. Vaya amalgama entre un científico y un poeta.
En este punto, vale recordar las composiciones de cafeína en una medida estandarizada de 100 gramos. Son 230 mg de cafeína en el cacao puro, 43 miligramos en el chocolate, 40 mg en el café y 11 mg en el té. O sea que el cacao contiene cinco veces más cafeína que el chocolate. El café tiene menos que el chocolate, pero más que el té. Y el té es la bebida con menor cantidad de cafeína.
Según un estudio de la Clínica Mayo, de Estados Unidos, el límite de la ingesta diaria de cafeína en un adulto sano es de 400 mg, y eso ya es jugar con fuego.
En dosis moderadas, la cafeína nos carga de energía y nos hace sentir en estado de alerta; pero en exceso, puede desencadenar trastornos como migraña, insomnio, irritabilidad, agitación, malestar estomacal, latidos rápidos del corazón y temblores musculares. ¿Conclusión? Actuar con mesura. Ya estamos advertidos.