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A las ocho de la noche de este 26 de agosto, cuando Chapinero ya empieza a mostrar sus luces de neón y su ruido, el Centro Cultural A Seis Manos se convirtió en un refugio lleno de risas incómodas, carcajadas liberadoras y silencios que decían más que algunos chistes. “Queer Comedy” no fue solo un espectáculo: fue una escena queer con todas sus letras, plumas y contradicciones.
Había mesas con cerveza, público de todas las letras del acrónimo LGBTIQ+, y como host Dey Mompox, artista drag, que con cada pestañeo con escarcha nos recordaba que este mundo también se puede contar desde el artificio, desde lo performático, desde la disidencia que se atreve a hablar.
El humor como resistencia
La noche fue un desfile de micrófonos que amplificaban mensajes de diversidad. En el escenario de Queer Comedy se presentaron voces tan diversas como potentes. Mauricio Iragorri, un cachaco gay que también es instructor de buceo y casi gana el Desafío 2012, abrió la noche riéndose de cómo su mamá, queriendo evitar que su hijo fuese gay, le regaló un Ken para que dejara de jugar con Barbies (dice que, quizás, esto lo hizo más gay).
Jeniferd Cristal, mujer trans, comediante y padre –como se autodenomina, pues tiene una hija–, transformó en humor su experiencia como trabajadora sexual. “Me dicen que no sirvo para ser mujer, el tema es que pa’ ser macho tampoco”, decía.
Por su parte, Brayan Mora, quien se define como “omnívoro, más que bisexual”, llevó al escenario una mirada crítica de los discursos por la inclusión LGBTIQ+, entre la risa y la incomodidad, exploró esas zonas grises donde la identidad todavía está en construcción.
También participó Elizabeth Castillo, quien no solo es comediante, sino también funcionaria pública y activista. ¿Cómo se sobrevive a la burocracia siendo lesbiana, académica y con ganas de contar chistes? Pues se hace lo que ella hizo: convertir el humor en una herramienta para cambiar imaginarios. “No creo en el chiste prejuicioso”, dijo, “sino en el que transforma”.
Jetti Romero, sogamoseña, diseñadora gráfica, emprendedora de cocina rápida y comediante, contó cómo fue su experiencia al salir del clóset con su familia y llegar, desde un pueblo conservador, a una ciudad como Bogotá. “Allá todo el mundo me mira raro por tomarme de la mano con mi novia. Acá en Bogotá, en cambio, no pasa nada. Nos atracan cuando vamos juntas y el atracador no nos reprocha nada”, dijo entre risas.
Cerró la noche Caru Garzón, quien se define como “sexiliade” por su experiencia como migrante y ha formado nuevas generaciones de comediantes desde la escuela Revolución Reída. Hizo reír al público hablando de la importancia de saber dónde está el clítoris.
Chapinero como escenario y protagonista
“Queer Comedy” fue el piloto del proyecto Chapi+, una apuesta transmedia en alianza con El Espectador, desarrollada en la especialización de Televisión Expandida y Transmedia de la Universidad Javeriana, que intenta retratar a Chapinero no solo como geografía, sino como símbolo. Una localidad en la que conviven iglesias, discotecas, moteles temáticos, oficinas del Estado y peluquerías con luces de neón. Es conocida como “Chapigay”: porque por décadas ha sido el epicentro de la vida LGBTIQ+ en Bogotá, el lugar donde muchas personas encontraron su primera libertad, su primera marcha, su primer beso “prohibido” y su primer hogar elegido.
El proyecto Chapi+ nace de ese reconocimiento que la población con orientaciones sexuales e identidades de género diversas le dan, como un retrato en múltiples formatos que intenta capturar las capas de esta emblemática localidad.
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