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Diez años de adopción igualitaria

Cuando dos madres adoptan: la historia de amor de Verónica, Carolina y sus dos hijos

Verónica y Carolina se convirtieron en madres de María José y Santiago hace cinco meses, tras completar un proceso de adopción de dos años. Su experiencia demuestra cómo la adopción igualitaria, diez años después de la sentencia de la Corte Constitucional, permite construir familias llenas de cuidado, amor y aprendizaje. Esta es su historia.

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Alejandra Ortiz Molano
04 de noviembre de 2025 - 02:00 p. m.
Verónica y Carolina conforman una familia diversa junto a María José y Santiago, fruto de la adopción igualitaria en Colombia.
Verónica y Carolina conforman una familia diversa junto a María José y Santiago, fruto de la adopción igualitaria en Colombia.
Foto: Eder Rodríguez
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Hace cinco meses, la vida de Verónica Vergara y Carolina Osorio cambió por completo: ya no eran solo pareja, sino que su vida compartida dio paso a nuevos roles, alegrías y dudas. La llegada de María José, de cuatro años, y Santiago, de dos, transformó totalmente su hogar. Los juguetes y las salidas al parque se multiplicaron, junto con sus dudas, que se entrelazan con la ilusión de criar con responsabilidad y de “ser las madres que sus hijos necesitan”. Ambas cuentan que las últimas noches han sido especialmente difíciles: María José se despierta a veces aterrada y, en los brazos de Carolina, a quien llama “mami”, encuentra consuelo. Un consuelo que, en ocasiones, es tan mutuo que parece que ambas se cuidan, como si la enseñanza fuera recíproca. “Nuestros hijos son nuestros maestros”, dice Verónica.

Pensar que su realidad familiar hubiera sido impensable en algún momento de la historia de Colombia, que los procesos de adopción estaban cerrados para las parejas LGBTIQ+ y que la idoneidad para recibir a un niño o niña se limitaba al modelo heterosexual, hoy parece lejano. Hace poco más de diez años, esa realidad no habría sido posible. El 4 de noviembre de 2015, la sentencia C-683 de la Corte Constitucional abrió las puertas a la adopción igualitaria, y aquel documento, que entonces era solo un instrumento legal, se tradujo en su vida en la posibilidad de ser madres y en la de cientos de parejas con orientaciones sexuales e identidades de género diversas.

Verónica, ingeniera, y Carolina, profesora, se conocieron en 2006 y se enamoraron. Para Carolina, su orientación sexual era clara y se definía como una mujer abiertamente lesbiana, pero para Verónica la experiencia fue diferente: por primera vez sentía que realmente se había enamorado, aunque le costó asumirlo, debido a lo que significaba declararse así en una sociedad marcada por prejuicios y discriminación hacia la diversidad. Sin embargo, el amor prevaleció, y ambas recuerdan muy bien el momento y la “polémica” que desató la adopción igualitaria hace diez años.

“En ese camino, yo pensaba: ‘¿Pero cómo, cómo me van a decir que lo que siento está mal? Que no es normal, si lo que siento es tan, pero tan normal, tan orgánico, como respirar’. Porque aparecía incluso la idea de que la sociedad te puede ir dando permisos: si eres lesbiana, que no se note mucho; si se nota mucho, entonces que no sean novias; si son novias, listo, pero que no piensen en casarse. Si piensan en casarse, que no sean mamás. O sea, ya somos muy atrevidas, ¿cierto? Y lo digo porque son frases que llegué a escuchar”, afirma Verónica.

Por su parte, Carolina vivió la situación de primera mano. Al ser profesora y estudiante de una maestría en asuntos de género, su tesis abordaba “cómo se percibían los docentes disidentes sexuales en sus entornos escolares”, relata. En paralelo a la discusión por la sentencia del alto tribunal, las personas LGBTIQ+ estaban bajo escrutinio de la opinión pública, también porque al mismo tiempo se discutían las cartillas de orientación sexual e identidad de género elaboradas y distribuidas por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

“Para mí, ese momento fue muy convulso. Para algunas personas predominaba una mirada moralista y religiosa que parecía tener eco en todas las esferas de la sociedad. Y me preguntaba: ¿qué representaba esto, por ejemplo, para nosotros como personas LGBTIQ+? ¿Qué representaba para las familias? Para mí era una discusión y una pregunta permanente, sentir que mi existencia estaba en vilo, siempre. Como si viviéramos al borde, al borde de perder derechos, al borde de ser violentadas”, recuerda Carolina.

Sin embargo, en ese momento, cuando la adopción igualitaria estaba en el centro del debate nacional, no recuerdan que convertirse en madres formara parte de sus planes, aunque sí les afectaba ver cómo su orientación sexual y la posibilidad de formar la familia que hoy tienen eran objeto de debate político.

Se tomaron su tiempo. Verónica sorprendió a Carolina con una propuesta de matrimonio, y se casaron en 2017, un año después de la sentencia de matrimonio igualitario. Comenzaron a tener conversaciones sobre la maternidad y pronto se dieron cuenta de que ambas querían emprender ese camino. ¿De qué manera? Verónica tenía claro que no deseaba gestar, pero Carolina sí, por lo que acordaron usar un método de reproducción asistida o la adopción.

Iniciaron el proceso en 2019 mediante el método ROPA (Recepción de Ovocitos de la Pareja), pero tuvieron dificultades y el embarazo no se logró. No obstante, siempre habían tenido claro que querían adoptar. “No fue por descarte; la decisión siempre estuvo ahí. Dijimos: ‘ya emprendamos ese camino, que nuestros hijos ya existen. Ellos ya están, y vamos a cumplirles, vamos a cumplirnos, porque es un pacto del alma. Para que ese deseo aparezca y se viva este camino, eso ya estaba pactado’”, recuerda Verónica.

“La adopción es un camino consciente: ‘yo deseo amar y estoy en disposición de dar amor’”

En abril de 2023 comenzaron el proceso de adopción ante el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF). Llegó la reconocida por todas las familias adoptantes “charla legal”. “Ahí comenzó nuestro proceso: inscribiéndonos, nos llegó la citación para presentarnos a la charla legal, que tiene fecha y hora específicas. No es opcional: son cuatro al año”, cuenta Carolina, quien recuerda entre risas que su esposa no dudó en sentarse en primera fila y, de vez en cuando, soltaba lágrimas de emoción.

Esa primera charla es un paso obligatorio en Colombia, un espacio informativo donde los aspirantes a madres o padres adoptivos reciben orientación sobre aspectos jurídicos, éticos y procedimentales de la paternidad legal. Durante esta sesión, funcionarios especializados explican las leyes que regulan la adopción, los derechos y deberes de adoptantes y adoptados, y la naturaleza irrevocable del vínculo filial. El objetivo es garantizar que quienes desean adoptar comprendan la dimensión emocional y jurídica de este acto.

Después, vino lo que para ellas fue una montaña rusa emocional y física. Durante dos años, los trámites burocráticos, charlas preparatorias, valoraciones de salud física y mental, formularios y la espera interminable marcaron el ritmo de esos meses. Siempre tuvieron algo claro: el derecho a tener una familia no les pertenecía solo a ellas, sino a los niños y niñas en proceso de adopción. “Iniciar un proceso de adopción es cambiar la mirada: no es solo mi deseo de querer ser mamá, que es lo que más moviliza a uno en ese momento. Pero es importante no perder de vista que los niños ya existen, tienen una historia, y nosotras vamos a restituirles sus derechos fundamentales”, dice Verónica.

El momento tan esperado llegó en abril de 2025 con una llamada. “E​se celular sonó como a las 10:00 de la mañana. Yo me salí de esa reunión del trabajo; mi jefe estaba hablando y me importó un pepino. Yo me salí, contesté y se identifica la defensora de familia”, recuerda Verónica entre risas. La funcionaria indicó que ambas debían estar presentes para recibir la noticia. Verónica llamó a Carolina, quien estaba dictando clase y no pudo contestar de inmediato. “Me acaban de llamar. Es hoy. Contéstame. Hoy conocemos a nuestros hijos, es hoy”, le escribió por WhatsApp. Ambas lloraron de emoción. La defensora les dio la noticia en la tarde, por videollamada. Luego salieron a hacer las primeras compras para sus hijos que ya venían en camino.

El 29 de abril fue el día en que conocieron a María José y Santiago. Tuvieron pocas semanas para preparar todo, solicitar licencias laborales y adaptarse a la nueva rutina. Carolina tomó la licencia de maternidad y Verónica la de paternidad, según la sentencia C-415 de 2022 de la Corte Constitucional, la cual también garantizó este derecho a las parejas LGBTIQ+ tras años de exclusión. Llevaron a sus dos perritas para que los niños conocieran a toda la familia.

Cinco meses de familia: juegos, cariño y descubrimientos

Durante los últimos cinco meses, el amor de Carolina y Verónica ha marcado un ritmo diferente, ya no centrado en papeleo, charlas y trámites legales. Ahora todo gira en torno al amor, los juegos, actividades en parques y colegio, y una reflexión constante sobre la maternidad, buscando liberarse de los mandatos patriarcales sobre la crianza. “Ese amor que se siente desde el 29 de abril hasta hoy es exponencial, porque se construye día a día en el vínculo familiar. Es un cambio radical para cuatro personas, tanto para nosotras como para los niños”, relata Carolina.

“Hace poco, María José, por la noche, me miró, me abrazó, y eso salió de su corazón. Pocas veces me han dicho que me aman de esa manera, y ella me dijo: ‘es que yo te amo tanto’. Eso me impactó y conmovió, porque ha sido un proceso de mucha paciencia y para mí es importante que se sientan seguros”, cuenta Carolina.

Por su parte, Santiago, entre balbuceos y palabras apenas identificables, anuncia a todos que tiene dos madres, “y él se siente muy orgulloso”, resalta Verónica. A ella le dice “mamá” y a Carolina “mami”. Han tenido conversaciones con sus hijos para prepararlos ante un mundo todavía hostil hacia la diversidad sexual y de género. Por ello, participan en un grupo de apoyo de familias diversas, para que los niños vean otras familias como la suya y encuentren respuestas a sus dudas futuras.

“Majo es mi maestra. Ella me ha movido a todo nivel, o sea, a todo nivel: el amor más profundo. Como mirarla a los ojos y no poder creerlo, que esos ojitos me estén mirando, que sea verdad que exista, pues como ver en todo. Es una niña determinada y con muchas preguntas”, cuenta Verónica. Mientras que Santiago es puro amor y ternura, “Es tierno, dulce, tiene un alma muy pura y es muy inteligente, es como muy espiritual y místico, en cada cosa que agarra es como si les fuera a hablar. Será un hombre muy tranquilo”, imagina Carolina.

Ambas recuerdan un episodio en el que vivieron una situación de discriminación. A los pocos meses de haber recibido a sus hijos, Santiago enfermó y tuvo que ser hospitalizado. Fueron noches difíciles, en las que debieron turnarse entre los cuidados de él en el centro de salud y los de María José, en casa. Una de esas noches era el turno de Carolina, quien se encontró con la resistencia del guarda de seguridad, que dudaba de que ella fuera la madre porque Verónica ya se encontraba acompañando a Santiago. “Vean a esta”, le dijo el guarda, y le negó el ingreso con el argumento de que el niño “ya tenía a su mamá arriba” y no podía tener dos.

El amor de esta familia no está condicionado por la biología ni por mandatos sociales, sino por la capacidad de dar sentido a cada decisión, crear un espacio seguro para sus hijos y comprometerse con el activismo por los derechos de las familias diversas. Hoy, las historias de María José y Santiago y de las madres que los acompañan se entrelazan en la cotidianidad de una familia que es un modelo de amor y lucha por la equidad.

*Esta entrevista hace parte del especial periodístico Diez años de hogares diversos: las historias detrás de la adopción igualitaria en Colombia”, para consultarlo puede hacer click aquí.

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Alejandra Ortiz Molano

Por Alejandra Ortiz Molano

Antropóloga, periodista y realizadora audiovisual, con una maestría en Salud Pública.@aleja_ortizmaortiz@elespectador.com
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