Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Julián Delgado Lopera: “Las personas trans nos hemos vuelto un chivo expiatorio”

La literatura trans en América Latina emerge como una fuerza de resistencia frente a los discursos de odio y los retrocesos en derechos. En esta entrevista, Julián Delgado Lopera, escritor, artista y activista trans colombiano, comparte cómo su obra narra las memorias cuir migrantes, el poder del spanglish y la urgencia de contar desde el margen.

Cristian Camilo Perico Mariño

07 de agosto de 2025 - 11:00 a. m.
Desde la literatura, este autor colombiano documenta las vidas trans, queer e inmigrantes, entre el español, el inglés y el spanglish. / Viviana Velásquez.
Foto: Viviana Velásquez
PUBLICIDAD

Desde El Espectador, nos acercamos a las historias, luchas y aportes de quienes, desde la disidencia de género, han hecho del arte y la palabra una trinchera de dignidad y transformación social. Por ello, nos propusimos realizar el especial periodístico ‘Literatura trans en América Latina: relatos de resistencia en tiempos de retroceso’, una apuesta que busca visibilizar las experiencias de personas con experiencia de vida trans y travesti en la región, en un contexto en el que los discursos antiderechos y los retrocesos políticos amenazan conquistas históricas, pero también en el que la creatividad y la resistencia florecen como motores de cambio.

En Colombia, aunque se han logrado avances importantes en el reconocimiento legal de las personas trans -como el cambio de nombre y marcador de género sin trabas legales-, persisten brechas profundas en acceso a salud, educación y trabajo, así como un creciente número de agresiones contra mujeres trans y personas no binarias. Panorama que cruza con el auge de discursos transfóbicos y antiderechos que, bajo el lema “Con los niños no te metas”, buscan frenar avances en educación sexual y diversidad.

En medio de este contexto, Julián Delgado Lopera, escritor y artista transmasculino y queer colombiano, nacido en Bogotá, ha encontrado en la literatura un espacio para resistir, tejer memoria y exaltar las voces que rara vez están en el centro. Radicado en Estados Unidos, su obra está atravesada por la experiencia migrante, el spanglish como herramienta política y el poder de las “familias elegidas” y de figuras como su madre trans, Adela Vázquez, cuya oralidad marcó su forma de narrar.

Autor de títulos como ‘Cuéntamelo’, una obra coral que rescata historias orales de migrantes LGBT mayores; ‘Quiéreme’, una colección de ensayos sobre el deseo y la hibridez cultural; y ‘Fiebre tropical’, novela aclamada por la crítica, finalista del premio Kirkus y ganadora del Lambda Literary Award, Julián ha creado un universo literario irreverente, íntimo y profundamente político, donde el lenguaje popular y marginal se convierte en una declaración de resistencia.

Read more!

¿En qué momento sentiste que las experiencias diversas debían ser narradas desde la literatura?

Siempre he tenido amor por el lenguaje, por contar lo que no se dice. Cuando llegué a San Francisco hace 16 años, sin relación con mi familia biológica, conocí a Adela Vázquez, una mujer trans que se volvió mi madre trans. Tenía 21 o 22 años y aún no había hecho mi transición. Empecé a ir mucho a su casa: comíamos, parchábamos, veíamos ‘Caso cerrado’ [risas], y ella me contaba sus historias.

Con el tiempo, empezaron a llegar otras mujeres trans, muchas inmigrantes, con vidas que cruzaban Cuba, Centroamérica, Puerto Rico y Estados Unidos. Me contaban cosas que yo nunca había oído, que no veía reflejadas en ningún lado. Fue ahí cuando arranqué haciendo proyectos pequeños: grababa a mi mamá, escuchaba y anotaba, sin tener muy claro qué estaba haciendo. Solo sentía una fascinación muy grande por todo eso. Me parecía que esas historias, y la forma en que las contaban, eran mucho más interesantes que muchas de las cosas que yo estaba leyendo.

También estaba mi propia vida en San Francisco, que en ese momento no veía como historia, pero ahora sí. Muchos de los lugares donde viví ya no existen. Todo eso empezó a parecerme importante, y nació esa fascinación por tener una conexión ancestral trans.

Read more!

Cuando se habla de identidades trans, la narrativa tiende a centrarse en experiencias de mujeres, mientras que los hombres trans permanecen en gran medida invisibilizados. ¿Qué cambios crees que son necesarios -tanto dentro como fuera de la población trans- para que sus voces y realidades ocupen un lugar más visible en la memoria colectiva y en las agendas de derechos?

Si soy del todo sincero, no creo tener todas las respuestas, pero sí creo que es clave entender el contexto. No es que los hombres trans no tengamos cosas para decir, sino que hay toda una historia que explica por qué hay más visibilidad de las mujeres trans. Por eso es tan importante hablar con quienes vinieron antes, con las personas mayores, para entender de dónde venimos.

No ad for you

Mi mamá trans, una mujer transexual cubana, me contaba cómo muchas mujeres trans se organizaron en plena epidemia del VIH/Sida (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida). Nadie más estaba ahí para protegerlas, sobre todo a las latinas, y eso creó una base de lucha desde los años ochenta, esa historia les dio más visibilidad y estructura dentro de la comunidad.

Aunque, si reflexionamos a profundidad, también hay algo que tiene que ver con cómo se percibe la feminidad: es vista como más atractiva socialmente, más visible. No sé, yo también me trepo [travestirse de mujer], a veces con tacones, maquillaje y peluca y todo eso tiene algo que llama mucho la atención. Es distinto a, no sé, el bigote. Entonces hay algo ahí, cultural, simbólico, que también influye.

Ahora, nosotros, como hombres trans, también tenemos una tarea: organizarnos más, crear redes, exigir estar en las conversaciones. A veces se habla de lo trans y no estamos incluidos, y eso nos afecta. Tenemos luchas distintas: no vivimos, por ejemplo, la violencia callejera como las mujeres trans, pero sí enfrentamos otras cosas. Entonces se trata de entender la historia, reconocer el camino que ya se ha hecho, pero también poner sobre la mesa lo nuestro, lo que necesitamos, lo que nos atraviesa.

No ad for you

En ‘Fiebre tropical’, tu primera novela, el spanglish es una marca de tu obra. ¿Qué implica para ti escribir desde esa hibridez lingüística? ¿Es una elección estética, política o ambas?

Las dos. Después de vivir 22 años en Estados Unidos -aunque aún con acento bogotano-, el spanglish se volvió mi realidad lingüística. Es lo que hablamos muchos inmigrantes acá, y me encanta cómo suena, cómo se siente. Hay una creatividad brillante ahí, una muestra de lo que somos capaces. Hay gente que llega sabiendo tres palabras en inglés, y, aun así, se inventan una gramática más o menos funcional para hacerse entender. Eso me parece increíble. Es una mezcla viva: estructuras del español, palabras en inglés, todo hecho para que nos entendamos entre nosotros. Y no se enseña en clase, se vive. Nace del barrio, de la experiencia inmigrante y trabajadora en EE. UU.

Y lo político está ligado a eso. El spanglish nace de comunidades inmigrantes, muchas de ellas perseguidas, sobre todo ahora, con todo lo que pasa en este país; pero que también han sido históricamente marginadas. Tiene un peso político muy fuerte, porque estamos hablando de un lenguaje que es visto como inferior, como “eso que habla esa gente que no sabe hablar”. Traerlo al espacio de la literatura, que es considerado el lugar más “alto del lenguaje”, rompe con todo eso. Para mí, eso es clave, decir “aquí estamos”.

No ad for you

A veces me dicen: “pero hay gente que no habla español, ¿cómo vas a escribir así en Estados Unidos?”. Mi respuesta es muy clara: “yo conozco a mi audiencia y sé a quiénes quiero llegar”. Soy colombiano primero, y también soy latino en Estados Unidos. Con mis letras quiero lograr esa conexión; es mi manera de resaltar a una comunidad que ha sido devaluada, vista como inferior, estigmatizada. Traer todo eso a la literatura es como decir: esto también tiene valor, esto también es bello.

Mencionas algo poderoso: exaltar las experiencias de la población cuir migrante, que tienen sus historias, tienen sus voces… pero no siempre han estado en el centro. Eso me lleva a preguntar por tu lugar dentro de la literatura. Has dicho -cito textualmente- que “las drag queens, los salones de uñas, las tiendas de abarrotes, tus tías, las señoras de la esquina y tu madre trans han sido tus mayores influencias literarias”. ¿Qué significa para vos reconocer esos espacios y figuras cotidianas -muchas veces marginalizadas- como cuna de creatividad y de voz narrativa?

No ad for you

No fue una decisión consciente al inicio, fue mi vida, es lo que me formó. Crecí en un matriarcado en Colombia, rodeado de mujeres que no leían mucho, pero que hablaban con una fuerza y creatividad impresionantes. Esa oralidad me marcó profundamente. Cuando migramos a Estados Unidos, atravesamos muchas dificultades económicas y empezamos a habitar espacios distintos, barrios latinos donde aprendí el spanglish y me sumergí en una cultura rica, aunque muchas veces marginalizada.

Cuando llegué a San Francisco, no tenía una relación cercana con mi familia biológica -eran muy homofóbicos en ese entonces-, y empecé a ir a bares latinos del barrio. Había uno que se llamaba “Esta Noche”, que cerró hace unos diez años. Yo era asistente de mi mejor amiga, que era drag queen; le hacía el pelo, la ayudaba con el party, y ahí fue donde escuché el spanglish. La audiencia era gente que trabajaba en construcción, personas que acababan de llegar al país o que ya llevaban mucho tiempo acá, hasta segunda o tercera generación. Se necesitaba una forma de hablar que fluyera entre inglés y español y que nos representara. Que fuera espontánea, desinhibida, usada para conectar, para hacer reír, para sobrevivir. Y justo eso se volvió mi idioma literario. La meta no era hablar “bien”, sino hacer sentir. Justo eso me sigue pareciendo hermoso.

No ad for you

Mi escritura está completamente atravesada por esa herencia popular, comunitaria y cuir. Pienso, por ejemplo, en mi madre trans, en cómo su forma de hablar, de contar, de habitar el lenguaje marcó todo lo que hago. Su voz sigue ahí, guiando mi forma de narrar. Ese linaje travesti, esa sabiduría oral que no está en los libros, es de lo más valioso que tengo. Como le decía una vez a Camila Sosa: “escribir desde ahí es construir una gramática propia, una forma de contar en espiral, con palabras inventadas, cargadas de historia y deseo”.

Aunque amo leer, lo que más me ha nutrido es la forma en que mi comunidad habla, juega con el idioma, le da cuerpo. Espacios como los salones de belleza, las tiendas de abarrotes, las casas llenas de tías o las noches con drags en el bar, todo eso es profundamente literario. Son voces y mundos que rara vez están en el centro, pero que tienen una potencia narrativa inmensa. Y ese ha sido mi trabajo: ponerlos ahí, donde también merecen estar.

A pesar de haber dejado Colombia, una parte de ti siempre permanece conectada con tu país, o así lo mencionaste en conversaciones anteriores. ¿Cómo percibes los avances -y también los retrocesos- en materia de derechos y visibilidad trans en Colombia?

No ad for you

Mantener la conexión con mi país siempre ha sido fundamental para mí. Aunque vivo en Estados Unidos, vuelvo con frecuencia y, desde hace varios años, he buscado acercarme y apoyar a las comunidades trans, desde donde pueda. Y sí, he visto avances. Recuerdo que, a los 19 años, en Bogotá, había que esconderse para tener cualquier encuentro gay; hoy hay más visibilidad, más conversación cultural y más organización.

Que El Espectador, por ejemplo, esté haciendo este especial ya dice muchísimo. Cuando se lo conté a mi mamá -que viene de una familia muy conservadora y católica- se quedó en shock, y yo también. Porque cuando vivía en Colombia, la realidad era otra. Hoy hay una fuerza cultural muy potente, impulsada por redes sociales, colectivos artísticos, periodistas como tú y organizaciones comunitarias. Ver cosas como las casas de ballroom en Bogotá o un grafiti trans en Leticia es algo que nunca imaginé de adolescente.

También ha sido clave lo que se ha hecho con la Ley Integral Trans y la articulación que han logrado muchas activistas. Iniciativas como la Red Comunitaria Trans me parecen fundamentales. Gracias a su lucha, por ejemplo, pude cambiar mi nombre y marcador de género en Colombia sin obstáculos, algo que años atrás parecía imposible.

No ad for you

Pero, claro, aún falta mucho: el acceso a la salud integral para personas trans es precario, y la violencia, los crímenes de odio, siguen siendo una amenaza constante. Lo que pasó con Sara Millerey en Medellín fue devastador.

También falta educación. No solo para entender a las personas trans, sino para cuestionar un sistema que impone binarios que dañan a todes. No somos solo nosotres quienes sufrimos la transfobia: afecta a toda la sociedad. Es agotador que aún estemos en procesos de “humanización”, como si tuviéramos que convencer al mundo de que somos personas. Yo ya no estoy para eso. Hay quienes sí lo hacen, y es admirable, pero no es mi lucha.

Entonces sí, hay movimiento, hay fuerza, pero todavía falta demasiado. Porque, al final, lo que las personas trans queremos es tener los mismos derechos que todo el mundo, ser tratadas como personas, y eso, increíblemente, todavía no pasa. Ni allá, ni acá.

¿Cómo ves ese panorama de avances y retrocesos en Estados Unidos en materia de lo trans?

No ad for you

Lo veo horrible. Vivir siendo una persona trans en Estados Unidos hoy es vivir con miedo. La violencia ha aumentado y los gobiernos de derecha, como el actual, están generando un clima fascista que golpea con más fuerza a quienes ya están en situaciones precarias.

No es solo el retroceso en derechos como el cambio de marcador de género en documentos -que ya no se puede hacer en los pasaportes-, sino que están impulsando leyes que restringen el acceso a baños, a la salud y otros derechos básicos. Todo lo que se había logrado está en riesgo.

La gente está tan enfocada en sobrevivir que ya ni siquiera se detiene a hablar de lo que está pasando, pero el miedo es palpable. Yo mismo, siendo una persona pública, ya armé un plan de escape con mi familia en Colombia, por si me toca salir de EE.UU. La vigilancia es real: están revisando celulares en los aeropuertos, y en estados como Texas quieren que el no coincidir entre documentos sea considerado fraude, con cárcel incluida.

Todo esto es también una cortina de humo. Mientras nos persiguen, desvían la atención de los verdaderos problemas: el desvío de fondos, la inversión en guerras. Las personas trans -menos del 1% de la población- nos hemos vuelto el chivo expiatorio perfecto. Incluso desde Nueva York, donde hay más protección comunitaria, se siente el temor. Conozco gente trans en Colombia que cancelaron viajes o conferencias acá porque no se sienten seguras. Así que sí, la cosa está candelita.

No ad for you

En el país hemos visto recientemente el auge de marchas bajo el lema “Con los niños no te metas”, que buscan frenar avances en educación sexual y derechos de las personas trans y LGBTIQ+ en las escuelas. ¿Cómo interpretas el impacto de estos movimientos en la vida cotidiana de las infancias y juventudes con experiencia de vida trans?

A mí me parece tan loco que la gente crea que uno se está metiendo con los niños, cuando en realidad la violencia más grande es precisamente no darles este tipo de educación. La violencia es negarles la posibilidad de saber quiénes son, de tener opciones, de reconocerse. Eso es una forma de negación, y esa negación es una violencia.

Me parece increíble que, en este país, esté bien que los niños vean morir gente todo el tiempo, pero esté mal que se les dé una educación real, que les diga que lo que están sintiendo es natural, que es válido, que no están solos. Es muy triste que aún estemos en el proceso de tener que “humanizar” algo que debería ser obvio. Porque al final, todo esto es una forma de deshumanizar a las infancias y juventudes trans.

No ad for you

La única persona que sabe qué es lo que necesita es una misma. Y cuando un niño, una niña o una persona joven te dice que es trans, que se siente de cierta manera, uno le cree o debería hacerlo. Porque solo esa persona sabe lo que está viviendo, lo que está sintiendo.

Muchas veces lo que falta -y lo que niegan estos discursos- es precisamente eso: puntos de referencia. Muchos de nosotros crecimos sin educación sexual, sin referentes ni gays, ni trans, sin entender qué carajos era lo que estábamos sintiendo. Eso genera un odio interno, una pelea contra uno mismo.

Y lo más contradictorio de todo es el lenguaje que usan. Porque dicen que “con los niños no”, pero en realidad ellos son quienes se están metiendo con los niños: quitándoles la posibilidad de nombrarse, de entenderse, de vivir. La violencia verdadera viene de cerrarle la vida a la gente, de no honrar la experiencia de las infancias y juventudes que ya saben quiénes son.

Justo frente a este panorama, como autor: ¿cómo crees que la literatura y el arte pueden contrarrestar estas narrativas de miedo y exclusión?

No ad for you

Tienen un papel trascendental porque generan empatía, visibilizan la realidad de la gente trans y, sobre todo, cuestionan la normatividad. Eso es clave, porque termina siendo una forma de verse a uno mismo, de reconocerse. No se trata solo de visibilizar nuestras experiencias, sino de tener un espejo, una referencia.

Una de las cosas más importantes para mí, creciendo, fue leer a otra gente gay, a otra gente queer. Fue ver arte y literatura que reflejara también mi experiencia como persona. Y, al sol de hoy, creo que por eso estamos teniendo esta conversación: porque es superimportante que existan otras personas como uno. Esa es la razón por la cual estamos acá hablando.

La literatura es supremamente importante. Por eso también hay tanta censura: porque la gente sabe lo revolucionaria que puede ser, lo relevante que es para crear referentes positivos, para desafiar discursos normativos y transnormativos, y para generar otras maneras de vida, unas que no sean tan violentas, que no vengan desde el odio propio.

No ad for you

Todo esto que hemos hablado sobre las infancias trans también tiene que ver con eso: negar quién es uno mismo es odiarse y la literatura puede romper con ese ciclo. Yo creo que tiene un poder de transformación muy grande.

Lea también: Infancias trans: cuando sus familias les dan la posibilidad de soñar, crecer y ser

No puedo desaprovechar la oportunidad para preguntarte: ¿en qué estás trabajando ahora? ¿Viene nuevo libro pronto?

¡Sí! Bueno, lo puedo contar porque ya firmamos contrato y estamos trabajando en eso. El nuevo libro va a salir con una editorial colombiana, lo cual me hace muy feliz -es como cerrar un círculo porque es volver a publicar en el Colombia- y se llamará ‘Pretend you’re dead and I carry you’ [en español ‘Pretende que estás muerto y te llevo’], sale con random house en Colombia y Norton en USA pero no tiene nombre en español todavía. Es un libro muy distinto a los anteriores. Es una novela, pero también tiene ensayo, tiene diario, tiene crónica… y está atravesado por una pregunta: ¿de dónde viene el odio?

No ad for you

Me interesaba pensar el odio no solo desde lo que nos hace a las personas trans, sino también desde quienes odian: ¿qué pasa ahí?, ¿de dónde viene esa rabia?, ¿qué hay detrás de ese deseo de eliminar al otro? Y, claro, también exploro lo que significa vivir con rabia siendo una persona trans. Hay una parte muy íntima, muy política, pero también muy literaria. Es un libro que me está costando mucho, pero que también me emociona profundamente. Ojalá muchas personas lo lean. Creo que puede generar conversaciones necesarias.

*Esta entrevista hace parte del especial periodístico: Literatura trans en América Latina: relatos de resistencia en tiempos de retroceso, para conocer más historias haga click aquí.

🟣📰 Para conocer más noticias y análisis, visite la sección de Género y Diversidad de El Espectador.

✉️ Si tiene interés en los temas de género o información que considere oportuna compartirnos, por favor, escríbanos a cualquiera de estos correos: lasigualadasoficial@gmail.com o ladisidenciaee@gmail.com.

No ad for you

Por Cristian Camilo Perico Mariño

Comunicador social y periodista egresado de la Universidad de Manizales, especialista internacional en Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina y el Caribe del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales@cristian_pericocperico@elespectador.com
Conoce más

Temas recomendados:

Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.