Sara Paola Caicedo, la primera mujer trans en ser edilesa en Cundinamarca
Desde hace más de tres décadas vive en Soacha, municipio que describe como el territorio que la convirtió en la mujer que hoy es. Desde la política local, se ha propuesto visibilizar la realidad de la población LGBTIQ+ y enseñar que no existen personas “anormales”.
Mariana Escobar Bernoske
Sara Paola Caicedo, la primera mujer trans en ocupar el cargo de edilesa en Soacha, se describe a sí misma como una persona profundamente católica cuya pasión es trabajar por su comunidad trans y LGBTIQ+. Como sobreviviente a violencia sexual y víctima del conflicto armado, lleva aproximadamente 35 años de activismo en el municipio y hace cuatro decidió dar el salto a la política.
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Sara Paola Caicedo, la primera mujer trans en ocupar el cargo de edilesa en Soacha, se describe a sí misma como una persona profundamente católica cuya pasión es trabajar por su comunidad trans y LGBTIQ+. Como sobreviviente a violencia sexual y víctima del conflicto armado, lleva aproximadamente 35 años de activismo en el municipio y hace cuatro decidió dar el salto a la política.
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Con más de 563 votos durante las pasadas elecciones, llega a ocupar nuevamente un puesto en la Junta Administradora Local (JAL) de la comuna 2 representando al Pacto Histórico. Dice que en el municipio a las mujeres trans las llaman como “personas que no son de bien” o incluso “anormales”. Sin embargo, desde la organización Resurgir Trans, de la cual es directora, se ha propuesto construir un refugio contra la transfobia.
“He escuchado varias veces ese comentario de que no somos “normales” y pues no. Una vez a una señora sí le respondí ‘yo no veo que sea diferente a su merce, ni a cualquier persona que piense diferente a mí’. Para mí, depronto, el único que sea anormal será un marciano y eso porque ni idea cómo sea”, cuenta Sara Paola. Sin embargo, cree que falta mucho para que todas las personas reconozcan la humanidad de quienes tienen una orientación sexual e identidad de género diverso, sobre todo, cuando realizan una labor comunitaria.
Ser un rostro visible en la política local le ha pasado factura. Durante la última campaña recibió múltiples amenazas de muerte contra ella y su familia. Recibió panfletos de un grupo armado organizado que advertía sobre un supuesto “exterminio social” y perfilamiento a personas LGBTIQ+, ordenando explícitamente su salida del municipio en un plazo de 72 horas, bajo la amenaza de consecuencias fatales. Según Caribe Afirmativo, el 58% de las candidaturas LGBTIQ+ el año pasado se encontraron en territorios con un alto riesgo electoral.
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“Yo les decía a mis hermanas trans ‘no quiero que me maten, no ahorita porque estoy en campaña y quiero terminar para ver cuántas personas creen en mí’”, cuenta . Durante 2023, unas 55 mujeres trans fueron asesinadas, según cifras de la Defensoría del Pueblo. Para Sara Paola lo más duro de las amenazas fue tener que ocultárselo a su mamá, quien describe como su fuerza.
Aunque es oriunda de Granada, Cundinamarca, Soacha siempre ha sido – para bien y para mal - parte de su historia de vida. A los nueve años fue obligada a asistir a un “centro de educación especial para niños retrasados” en el municipio por un supuesto diagnóstico de los profesores de su colegio que aseguraban que el que le gustaran los chicos la convertían en “un desequilibrado y que eso no era normal en un niño”.
Al principio su mamá no aceptaba su sexualidad y menos cuando se presentó públicamente como mujer trans. “Lloró mucho, sufrió mucho. No porque yo le hubiera causado un sufrimiento, sino por ‘el que dirán’, porque yo me convertí en la ‘vergüenza’ cuando llegaba a las casas donde ella trabajaba”, recuerda Sara Paola, quien también cree que el señalamiento es una de las cosas que más afecta a las personas LGBTIQ+ y sus familias.
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“Yo le dije: ‘mamita esto es normal, no lloremos porque el destino lo quiso así’”, añade la edilesa. Fueron muchos años de lucha interna para que Sara Paola hiciera las paces con quien es y así fue como se involucró en el activismo comunitario. El tiempo le dio la razón y la relación con su mamá sanó. Desde hace unos 20 años las dos aseguran que se sienten profundamente orgullosas de la mujer que es.
Ser edilesa es un cargo que disfruta mucho, dice que poder caminar por todo el territorio y hacer visible las necesidades de las personas LGBTIQ+ en materia de seguridad y garantías es algo que antes no lograba tan fácil solo desde el activismo. Para ella, una de las lecciones más grandes de conformar la JAL es verse obligada a ponerse en los pies de los demás para poder gestionar realmente qué es lo que se debe priorizar. Sin embargo, siente que durante el periodo pasado tuvo muchas trabas por parte de sus pares, por lo que espera que para los próximos cuatro años sea distinto.
Sobre la participación política de las personas con experiencia de vida trans cree que se están abriendo cada vez más escenarios donde sus voces están empezando a ser escuchadas. La lucha por una Ley Integral Trans es algo que también pretende acercar a su comuna y al gobierno municipal de Soacha. La comuna que representa, ubicada en el centro del municipio, alberga a varias personas trans, de las cuales muchas ejercen el trabajo sexual, por lo que una de sus prioridades para el nuevo periodo administrativo es articular programas para la protección de ellas.
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“Yo no quiero ni una estatua ni reconocimientos por ser una mujer trans en la política. No, mi sueño es que ojalá miles de muchachas trans a las que nos apasiona lo sociopolítico lleguemos a cargos de elección popular. Desde el ejercicio político podemos mostrarle a la gente que nosotras, nosotros, nosotres somos parte del Estado, que aportamos y que la lucha por nuestros derechos es para ponerle un pare a la segregación y discriminación. Pero si como personas LGBTIQ+ no participamos en la política, no tenemos derecho luego de quejarnos”, reflexiona Sara Paola.
A sus 51 años, esta mujer trans siente que su carrera política apenas está empezando y que si logró que más de 500 personas dieran su voto de confianza en ella es porque algo está haciendo bien. Para ella, en la política y el activismo se hace exactamente lo mismo, pero ocupando un cargo de servidora pública tiene la posibilidad de hablar directamente con la administración y exigir, como parte de ejercicio de control político, garantías para el cumplimiento de sus derechos. No sabe qué le esperan los próximos cuatro años, pero está feliz por tener nuevamente la oportunidad de trabajar en lo que ama.