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El espéculo se reinventa tras 150 años: ¿revolución en la salud ginecológica?

Un instrumento ginecológico que no había cambiado en más de 150 años acaba de ser rediseñado por dos investigadoras en Países Bajos. El avance expone la lentitud con la que progresa la medicina enfocada en la salud sexual de las mujeres y personas con vulva, y reabre la discusión sobre cómo se está ofreciendo atención ginecológica con los recursos actuales.

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Luisa Lara
11 de agosto de 2025 - 08:13 p. m.
Creado en los Países Bajos, Lilium es el nuevo espéculo vaginal que renueva una herramienta utilizada por más de 150 años en los exámenes ginecológicos de personas con vulva.
Creado en los Países Bajos, Lilium es el nuevo espéculo vaginal que renueva una herramienta utilizada por más de 150 años en los exámenes ginecológicos de personas con vulva.
Foto: Pixabay
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En una sala blanca, donde el aire huele a látex y desinfectante, siempre aparece el mismo visitante. Frío y metálico, entra en escena con la certeza de que sin él nada funcionaría. Nunca pide permiso; simplemente se abre camino. Muchas mujeres y personas con vulva lo conocen, aunque muchas preferirían no volver a verlo. Lo recuerdan no por lo que ayuda, sino por cómo incomoda.

Se trata del espéculo vaginal, un artefacto que ha permanecido casi intacto durante más de un siglo, testigo silencioso de miles de consultas médicas. Se utiliza para abrir y mantener separadas las paredes de la vagina durante exámenes ginecológicos, permitiendo observar el cuello uterino, tomar muestras y detectar posibles anomalías.

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El espéculo vaginal, tal como se conoce hoy, fue diseñado hace más de 150 años, en una época en la que el dolor de las mujeres era invisible. Su creador, Marion Sims, conocido como el padre de la ginecología moderna, practicó experimentos clínicos con cirugías para corregir la fístula vésico-vaginal en mujeres afrodescendientes esclavizadas, sin anestesia y, según se presume, sin consentimiento. Su modelo de peltre, parecido a una cuchara larga doble, se introducía en la vagina y, con la ayuda de un asistente, se presionaba para separar una de sus paredes.

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Más de un siglo después, el espéculo es el mismo y las experiencias que lo rodean también. En entrevista con El Espectador, Tatiana Gómez y Marcela Villalobos, ginecólogas y obstetras feministas fundadoras del consultorio Ginecorules, describieron ese instante que tantas veces se repite:

“A las pacientes ni siquiera se les explica qué es esa herramienta o para qué se va a usar. Están en posición de litotomía, mirando hacia el techo, sin ver nada y solo sienten una presión horrible. El cuerpo, obviamente, reacciona: se levanta la pelvis, se tensan los músculos del piso pélvico. Y la respuesta suele ser ‘quédese quieta’, ‘relájese’. Al final, muchas mujeres salen de ahí sintiéndose culpables. Nos dicen en consulta: ‘doctora, qué pena, la última vez no pudieron hacerme el examen porque me dolió mucho, o sangré’. Como si tener dolor fuera su culpa”.

Para algunas personas, el espéculo se ha convertido casi en el centro de una experiencia incómoda, que termina marcando su relación con la atención ginecológica. Según las expertas, la mezcla de una herramienta considerada dolorosa junto con un modelo de atención poco empático ha tenido un efecto contrario al esperado: alejar a quienes requieren atención ginecológica del cuidado de su salud.

Las ginecólogas consultadas cuentan que muchas mujeres terminan buscando motivos para no ir a la consulta: “estoy menstruando”, “no es tan necesario”, “no tengo vida sexual penetrativa”; todas ellas, aseguran, motivadas por el miedo. Un temor que, según explican, ha contribuido al subdiagnóstico de enfermedades graves, como el cáncer de cuello uterino o las infecciones de transmisión sexual.

“El espéculo está diseñado para los ojos del examinador”, así lo describe Gómez. Explica que su forma y mecanismo buscan que el o la profesional pueda ver con claridad, priorizando la comodidad de quien examina y no la experiencia de quien se somete al procedimiento. En su momento, lo importante era cumplir el objetivo clínico del examen, no preguntar si dolía, si era incómodo o cómo se sentía la paciente. Además, señalan que la escasa innovación en instrumentos ginecológicos revela que la salud sexual de mujeres y personas con vulva no ha sido una prioridad para la medicina.

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Esa realidad dio un giro hace apenas unas semanas, cuando en los Países Bajos las ingenieras Ariadna Izcara Gual y Tamara Hoveling presentaron “Lilium”, un nuevo espéculo vaginal inspirado en la forma de la de flor del lirio, fabricado con un material flexible y suave al tacto.

Según explicaron en entrevistas a France 24, su diseño comparte ciertas similitudes con un tampón, ya que cuenta con un plástico suave y un aplicador. Tiene tres alas que se abren de manera uniforme en forma de pétalos, un sistema de dos partes para la inserción y expansión, y una apertura que mejora la visibilidad. También ofrece la posibilidad de la autotoma, es decir, la paciente puede colocarlo ella misma si así lo prefiere.

Hoveling explicó a medios locales que “el espéculo actual parece más un producto de una caja de herramientas que un dispositivo médico”.

Por ahora, el Lilium se encuentra en una etapa temprana y todavía debe pasar por certificaciones de seguridad, ensayos en humanos y la aprobación regulatoria antes de llegar a las clínicas.

Y aunque se considera como un avance para la ginecobstetricia, Villalobos advierte que la disponibilidad de estas herramientas aún es incierta. “Me da un poco de miedo pensar que, en algún punto, las pacientes puedan llegar a sentir aversión al momento de utilizar el espéculo vaginal tradicional, sabiendo que no sabemos qué tanta disponibilidad vayamos a tener del nuevo dispositivo”.

Recuerdan que, por ahora, el espéculo convencional sigue siendo la principal herramienta para detectar enfermedades tan graves como el cáncer de cuello uterino. Enfatizan que, incluso con el espéculo tradicional, mientras investigan cómo se tiene acceso al nuevo, se pueden ofrecer experiencias más humanas y cuidadosas, si se trabaja con perspectiva de género y voluntad médica.

“No podemos esperar que una herramienta sea súper perfecta para dar una buena atención. Con lo que tenemos —que yo sé que resulta violento, que no es el más cómodo, que es arcaico— se pueden hacer cambios para ofrecer atenciones más cómodas”, afirma Villalobos.

Las médicas insisten en que tanto el personal de salud como quienes reciban la atención pueden contribuir a que el examen sea una mejor experiencia. Mencionan, por ejemplo, la importancia de informar que existen diferentes tallas de espéculo y elegir la más adecuada para cada cuerpo. También proponen explicar el procedimiento con claridad, mostrar el instrumento antes del examen, permitir que la paciente esté acompañada y, si es necesario, dividir el proceso en varias visitas para reducir la ansiedad.

Añaden que es fundamental que la paciente pueda decidir si quiere o no realizarse el examen en ese momento, asegurar el consentimiento informado y fomentar una relación médico-paciente basada en el respeto. “Darle autonomía a las pacientes, que siempre se les ha quitado, es algo que hace sí o sí la diferencia”, remarca Villalobos.

Finalmente, destacan la necesidad de trabajar con perspectiva de género desde ya, no solo en la práctica clínica, sino también en la formación médica. “No podemos esperar otros 150 años para que cambien los instrumentos; tenemos que empezar desde ya a cambiar la concepción de cómo se debe dar la atención ginecológica en personas con vulva”, concluyen.

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Luisa Lara

Por Luisa Lara

Comunicadora social con énfasis en periodismo. Tiene estudios de género y diversidad en el Knight Center for Journalism. Interesada en contar historias con una perspectiva interseccional y feminista.
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