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En un rincón de internet existe un espacio creado por hombres y para el consumo de los mismos que busca diferenciarse de las narrativas tradicionales sobre la masculinidad. Su nombre es De Machos a Hombres, una iniciativa que se dedica a abrir conversaciones sobre “cambio de hábitos, de reconocimiento y de estereotipos de masculinidad”, según lo define su fundador y director, Nicko Nogués, en entrevista con El Espectador.
El proyecto nació hace diez años de la inquietud personal de Nogués, alguien con raíces en las industrias creativas y una trayectoria en agencias de comunicación, quien se sentía fuera de lugar con las imposiciones de la masculinidad. “Siempre me sentí un bicho raro, como que no encajaba”, reflexiona, reconociendo que muchos de esos hábitos no funcionaban en su vida. Esta incomodidad lo llevó a darse cuenta de que se trataba de algo mucho más grande: muchos hombres compartían ese sentimiento de desajuste con las expectativas de ser un “macho”.
Esa reflexión lo llevó a la acción. Primero hizo parte de Miracle, un proyecto de activismo creativo que buscaba impulsar transformaciones sociales y culturales. Con el tiempo, la idea de abrir conversaciones dirigidas específicamente a los hombres fue tomando forma y creciendo hasta convertirse en De Machos a Hombres. “El mayor reto fue sacar estas conversaciones de los círculos académicos, donde eran comunes hace una década, y llevarlas a un público más amplio a través de la creatividad, el humor y la cultura pop”, recuerda el fundador de la plataforma.
Cuando Nogués habla de la iniciativa, también se refiere al viaje implícito en el nombre del proyecto, que invita a los hombres a dejar atrás el “macho”. Con ello alude a lo que, en estudios de género se llama masculinidad hegemónica: un modelo muy instalado en la sociedad que dice cómo “debería” comportarse un hombre: fuerte, competitivo, agresivo y sin mostrar emociones ni vulnerabilidad. Ese molde, que siempre se ha visto como lo “normal”, pone a los hombres en una posición de poder y deja lo femenino en un lugar de desventaja.
Dejar atrás el “macho” también implica reconocer el camino recorrido por los feminismos. Nogués asegura que el proyecto se construye en diálogo con estos, pero sin pretender ocupar su lugar. “Hemos sido respetuosos con los trabajos que se han hecho desde los feminismos, reconociendo que no nos corresponde interrumpir o intervenir en ese trabajo. Lo que nos corresponde es tomar la conversación mirando nuestras propias historias de masculinidad”, afirma. Reconoce que, aunque algunos hombres han participado en estas reflexiones creadas en los movimiento sociales de mujeres, todavía no ha sido de forma masiva. Por eso, la iniciativa busca interpelar a un público masculino más amplio y diverso.
Sin embargo, la posibilidad de llegar a más hombres no es casualidad. Según Nogués: “los hombres tienden a estar más predispuestos a escuchar cuestionamientos sobre las masculinidades cuando estos provienen de otros hombres”. Esto tiene que ver con lo que se conoce como “sesgo androcéntrico”, una forma de ver el mundo que sitúa a los varones —particularmente a los hombres cis, heterosexuales y blancos— como el centro de referencia y la medida de lo humano. Este concepto, desarrollado por los feminismos y por los estudios de género, la sociología y la epistemología feminista, ha visibilizado cómo durante siglos el conocimiento, la ciencia y las instituciones han tomado al hombre como el modelo “universal”, invisibilizando o excluyendo otras experiencias, cuerpos e identidades.
Con esto explica cómo en muchas situaciones, los hombres tienden a validarse más entre ellos: escuchan, reconocen o toman en serio ciertos mensajes cuando provienen de otros hombres. Esta dinámica refleja una forma de poder simbólico que se reproduce entre ellos, y que históricamente ha silenciado otras voces, especialmente las de mujeres, disidencias sexuales y personas trans. Si bien esa validación no implica necesariamente estar de acuerdo, puede funcionar como una puerta de entrada para generar conversación, plantear dudas, hacer críticas o, al menos, iniciar un diálogo que cuestione los mandatos tradicionales de “cómo ser un hombre”.
Un espacio que han intentado confrontar estas ideas se llama “Señor DM”, donde recogen los mensajes privados que los hombres envían con dudas, agradecimientos o preguntas que, según Nogués, no se atreven a expresar públicamente por miedo o vergüenza. Estas inquietudes, muchas veces contenidas en lo privado, se transforman en contenidos anónimos que responden a las preocupaciones más colectivas.
Y aunque todo pareciera ir por buen camino, Nogués advierte que, pese a la amplia acogida por parte de los usuarios, el verdadero reto está en los algoritmos de las plataformas digitales. “La batalla diaria es con el algoritmo y con las plataformas, que tienen intereses muy particulares y que hoy enfocan todo esto como algo ‘woke’”, señala.
“La resistencia puede venir por parte de algunas personas, de hombres, de nuestra propia comunidad o fuera de ella, pero la gran resistencia que vemos hoy es el algoritmo, que está, si cabe, más sesgado que la propia audiencia a la que nos permite llegar. La gran partida, por llamarlo de alguna forma, es con los sesgos del algoritmo, con las grandes tecnológicas que muchas veces censuran nuestros contenidos, nos tienen como muy acotados”, dice Nogués.
Organismos como ONU Mujeres ya lo han advertido, al explicar que el auge de actitudes misóginas entre jóvenes está estrechamente vinculado con los entornos digitales y los algoritmos que amplifican estos discursos. En redes sociales proliferan comunidades como la llamada “manosfera”, donde se difunden mensajes que presentan al feminismo como una amenaza y colocan a los hombres en el papel de “víctimas” de los cambios sociales.
Una tendencia que, según el informe Sin filtro de LLYC, se explica porque los algoritmos priorizan los contenidos que generan interacción entre los usuarios, en especial aquellos que provocan reacciones fuertes y polarizan. Este funcionamiento no solo fomenta la confrontación, sino que también contribuye a la radicalización de opiniones, transformando las redes en un entorno hostil para los discursos de género Allí, temas como el feminismo o las nuevas masculinidades, son objeto de estigmatización y ridiculización.
A pesar de las limitaciones impuestas por los algoritmos, la iniciativa sigue apostando por ir más allá de las narrativas tradicionales centradas en el hombre. Su propósito es abrir conversaciones críticas, sin caer en lo que Nogués llama el “ensimismamiento masculino”. “Muchos hombres siguen atrapados en la pregunta ‘¿qué significa ser hombre?’. Es una trampa semántica que lleva a reemplazar definiciones de masculinidad sin cuestionar el molde que las sostiene”, explica.
Por eso, la apuesta final de De Machos a Hombres no se queda en definir identidades, sino en hablar de cuidado: entendido no solo como una tarea cotidiana, sino como la base que sostiene la vida de las personas, de los territorios y del planeta. Una invitación a dejar atrás al “macho” de siempre y abrir paso a otras formas de vivir y relacionarse.
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