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                                                                                                                              Los traumas de la guerra y la tentación de retomarla en el exterior

                                                                                                                              A pesar del escándalo de mercenarios involucrados en el asesinato del presidente de Haití, circula una nueva convocatoria para reclutar a colombianos dispuestos a participar en guerras ajenas. Un excoronel aporta su testimonio y, desde el exilio, confiesa que son muchos los militares retirados que aceptan estas ofertas no solo por dinero, sino también porque no saben cómo superar los traumas desatendidos de la vida militar.

                                                                                                                              Natalia Herrera Durán

                                                                                                                              Periodista Investigación
                                                                                                                              Álvaro Amórtegui pasó 27 años en el Ejército. Su compañía estuvo detrás de la muerte del comandante de las Farc “Alfonso Cano” en el Cauca. / Óscar Pérez
                                                                                                                              Foto: Óscar Pérez

                                                                                                                              Para Álvaro Amórtegui, los muertos -sus muertos- siempre lo acompañan. Dice que los ve parados al lado de la carretera cuando maneja solo, en especial en horas de la noche. Nació en Ibagué, tiene 48 años y pasó 27 en el Ejército, durante los años más intensos del conflicto armado, en el que además vio morir a decenas de amigos y compañeros. Llegó a teniente coronel retirado y hace 11 meses salió del país buscando asilo, pues su vida corría peligro por denuncias de corrupción cuando pasó por el Valle del Cauca. Detalla que después buscó irse como “empleado de seguridad en el exterior”, como lo han hecho otros compañeros que conoce, pero su hijo tuvo un derrame cerebral y no quiso dejar sola a su esposa.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              “Te retiran después de 20 años de vida militar y se te acaba la vida de un momento a otro, como me pasó a mí, como le pasa a la gran mayoría. Y tampoco hay un buen seguimiento psicológico ni psiquiátrico en el Ejército que contenga todo lo que se vive. Uno lo único que sabe hacer es combatir, es hacer misiones, por eso queda con esa adrenalina por dentro, contenida y desatendida, y también va a buscar eso al exterior”. Ahora no tiene “pena de hablar”, porque está afuera del país y alejado del mundo castrense, pero deja claro que de salud mental no se habla mucho en el Ejército: “Si tú dices que tienes un problema psiquiátrico, pierdes las posibilidades de ascender. Es un tabú y está mal visto”.

                                                                                                                              Álvaro Amórtegui no para en sus reparos sobre la desatención a la salud mental a los militares retirados y para explicarlo se devuelve a sus días de combatiente. Reconoce que supo que “estaba mal” cuando empezó a obsesionarse con quitarse la vida. Sobre todo cuando volvía y volvía a varias escenas de la guerra que vivió, como cuando quedó inconsciente en un combate en el municipio de Carmen del Atrato (Chocó) o cuando rememoraba lo sucedido el 16 de octubre del año 2000, en un combate en el que perdió a 54 compañeros. Ese día, más de 900 guerrilleros de las Farc realizaron una incursión armada a Dabeiba (Antioquia), un municipio que padeció la guerra como pocos.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              “Yo era teniente y me ordenaron ir con mi compañía de 70 hombres a la base militar de la Fuerza Aérea en Rionegro (Antioquia) para apoyar un asalto aéreo. Mi plan era aterrizar sobre las vías, porque aunque nos demoráramos, era más seguro. Pero el tiempo no nos permitió que saliéramos en la noche. Un mayor ordenó que estuviéramos preparados a las 5:00 a.m., pero la compañía Alcatraz no estuvo lista y él dijo que iba delante de nosotros. A las 10:30 a.m., el oficial encargado de operaciones de la IV Brigada escuchó mi plan y dijo que no. Que había que aterrizar prácticamente sobre Dabeiba. Yo le dije que no, que esa era un área preparada por la guerrilla, y que nos iban a matar.

                                                                                                                              (Puede leer: Juez designado para investigar asesinato del presidente de Haití abandona el caso)

                                                                                                                              El coronel me respondió que si tenía miedo que me comprara un perro y que así se iba a hacer, porque no podíamos esperar cuatro horas más para apoyar a la Policía. Ese coronel cambió todo a última hora. Y por eso pasó lo que pasó. Los helicópteros debían descargar a los soldados en una zona después de que los aviones Kfir bombardearan, pero terminaron descargándolos en una zona donde los esperaban 400 guerrilleros. Al último helicóptero lo atacaron más porque estaba suspendido en el aire esperando para desembarcar, porque la zona era pequeña, y por eso se precipitó 20 metros. Solo sobrevivió un soldado que luego terminó asesinado en tierra.

                                                                                                                              Mi compañía no pudo salir porque el helicóptero tuvo una falla. Pero vivimos momentos de mucha angustia y dolor al ver los helicópteros que volvían todos agujereados por los disparos y al escuchar a los pilotos que contaban que al otro helicóptero lo habían derribado. Al final de la incursión fallecieron 54 soldados del Ejército y dos policías. Los soldados que sobrevivieron lo hicieron porque se pusieron una banda tricolor en el pecho y se hicieron pasar por guerrilleros. No puedo olvidar cuando vi llegar a los muertos, que teníamos que identificarlos, porque muchos habían quedado irreconocibles por la explosión de los cilindros bomba. Una escena de terror que repito en mi cabeza”, cuenta Amórtegui.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Durante un debate de control político, realizado en el Senado en junio de 2019, salió a relucir, con base en cifras oficiales, que entre 2000 y 2016 se suicidaron 1.155 miembros del Ejército y de la Fuerza Pública. Ese mismo 2019, después de varios acompañamientos psiquiátricos y luego de que a su hijo le dio un derrame cerebral, Amórtegui también intentó quitarse la vida.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Foto: Ilustración
                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              En 2001, Álvaro Amórtegui viajó al exterior como militar activo para integrar la Fuerza Multinacional de Observadores de Paz, conocida por sus siglas en inglés como “Multinational Force and Observers (MFO) en el Sinaí”. / Archivo particular
                                                                                                                              Foto: Mercenarios
                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

                                                                                                                              Hoy el asunto es un secreto a voces: muchos colombianos se van a buscar fortuna de la mano de diversas empresas de seguridad internacional, como la firma estadounidense Academi, anteriormente conocida como Xe Services LLC, Blackwater USA y Blackwater Worldwide. Según expertos, cambia su nombre cada vez que hay escándalos, como la masacre de 17 civiles iraquíes, incluyendo jóvenes de 9 y 11 años, en 2007. “Esa empresa ha reclutado a soldados colombianos desde 1997, especialmente a través de empresas locales conocidas como IG Solutions y Thor Colombia”, reseña el analista de seguridad Gonzalo Jiménez Mora.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Álvaro Amórtegui pasó 27 años en el Ejército. Su compañía estuvo detrás de la muerte del comandante de las Farc “Alfonso Cano” en el Cauca. / Óscar Pérez
                                                                                                                              Foto: Óscar Pérez

                                                                                                                              Para Álvaro Amórtegui, los muertos -sus muertos- siempre lo acompañan. Dice que los ve parados al lado de la carretera cuando maneja solo, en especial en horas de la noche. Nació en Ibagué, tiene 48 años y pasó 27 en el Ejército, durante los años más intensos del conflicto armado, en el que además vio morir a decenas de amigos y compañeros. Llegó a teniente coronel retirado y hace 11 meses salió del país buscando asilo, pues su vida corría peligro por denuncias de corrupción cuando pasó por el Valle del Cauca. Detalla que después buscó irse como “empleado de seguridad en el exterior”, como lo han hecho otros compañeros que conoce, pero su hijo tuvo un derrame cerebral y no quiso dejar sola a su esposa.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              “Te retiran después de 20 años de vida militar y se te acaba la vida de un momento a otro, como me pasó a mí, como le pasa a la gran mayoría. Y tampoco hay un buen seguimiento psicológico ni psiquiátrico en el Ejército que contenga todo lo que se vive. Uno lo único que sabe hacer es combatir, es hacer misiones, por eso queda con esa adrenalina por dentro, contenida y desatendida, y también va a buscar eso al exterior”. Ahora no tiene “pena de hablar”, porque está afuera del país y alejado del mundo castrense, pero deja claro que de salud mental no se habla mucho en el Ejército: “Si tú dices que tienes un problema psiquiátrico, pierdes las posibilidades de ascender. Es un tabú y está mal visto”.

                                                                                                                              Álvaro Amórtegui no para en sus reparos sobre la desatención a la salud mental a los militares retirados y para explicarlo se devuelve a sus días de combatiente. Reconoce que supo que “estaba mal” cuando empezó a obsesionarse con quitarse la vida. Sobre todo cuando volvía y volvía a varias escenas de la guerra que vivió, como cuando quedó inconsciente en un combate en el municipio de Carmen del Atrato (Chocó) o cuando rememoraba lo sucedido el 16 de octubre del año 2000, en un combate en el que perdió a 54 compañeros. Ese día, más de 900 guerrilleros de las Farc realizaron una incursión armada a Dabeiba (Antioquia), un municipio que padeció la guerra como pocos.

                                                                                                                              Read more!

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                                                                                                                              “Yo era teniente y me ordenaron ir con mi compañía de 70 hombres a la base militar de la Fuerza Aérea en Rionegro (Antioquia) para apoyar un asalto aéreo. Mi plan era aterrizar sobre las vías, porque aunque nos demoráramos, era más seguro. Pero el tiempo no nos permitió que saliéramos en la noche. Un mayor ordenó que estuviéramos preparados a las 5:00 a.m., pero la compañía Alcatraz no estuvo lista y él dijo que iba delante de nosotros. A las 10:30 a.m., el oficial encargado de operaciones de la IV Brigada escuchó mi plan y dijo que no. Que había que aterrizar prácticamente sobre Dabeiba. Yo le dije que no, que esa era un área preparada por la guerrilla, y que nos iban a matar.

                                                                                                                              (Puede leer: Juez designado para investigar asesinato del presidente de Haití abandona el caso)

                                                                                                                              El coronel me respondió que si tenía miedo que me comprara un perro y que así se iba a hacer, porque no podíamos esperar cuatro horas más para apoyar a la Policía. Ese coronel cambió todo a última hora. Y por eso pasó lo que pasó. Los helicópteros debían descargar a los soldados en una zona después de que los aviones Kfir bombardearan, pero terminaron descargándolos en una zona donde los esperaban 400 guerrilleros. Al último helicóptero lo atacaron más porque estaba suspendido en el aire esperando para desembarcar, porque la zona era pequeña, y por eso se precipitó 20 metros. Solo sobrevivió un soldado que luego terminó asesinado en tierra.

                                                                                                                              Mi compañía no pudo salir porque el helicóptero tuvo una falla. Pero vivimos momentos de mucha angustia y dolor al ver los helicópteros que volvían todos agujereados por los disparos y al escuchar a los pilotos que contaban que al otro helicóptero lo habían derribado. Al final de la incursión fallecieron 54 soldados del Ejército y dos policías. Los soldados que sobrevivieron lo hicieron porque se pusieron una banda tricolor en el pecho y se hicieron pasar por guerrilleros. No puedo olvidar cuando vi llegar a los muertos, que teníamos que identificarlos, porque muchos habían quedado irreconocibles por la explosión de los cilindros bomba. Una escena de terror que repito en mi cabeza”, cuenta Amórtegui.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Durante un debate de control político, realizado en el Senado en junio de 2019, salió a relucir, con base en cifras oficiales, que entre 2000 y 2016 se suicidaron 1.155 miembros del Ejército y de la Fuerza Pública. Ese mismo 2019, después de varios acompañamientos psiquiátricos y luego de que a su hijo le dio un derrame cerebral, Amórtegui también intentó quitarse la vida.

                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Foto: Ilustración
                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              En 2001, Álvaro Amórtegui viajó al exterior como militar activo para integrar la Fuerza Multinacional de Observadores de Paz, conocida por sus siglas en inglés como “Multinational Force and Observers (MFO) en el Sinaí”. / Archivo particular
                                                                                                                              Foto: Mercenarios
                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              No ad for you

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                                                                                                                              Por Natalia Herrera Durán

                                                                                                                              Editora de la sección Investigación de El Espectador. Fue hasta mayo de 2021 editora de Colombia+20. Le interesan los temas judiciales, políticos y de denuncia de violaciones a los Derechos Humanos.@Natal1aHnherrera@elespectador.com

                                                                                                                              Ver todas las noticias
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