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El pasado 26 de enero, los ministerios de Igualdad, de Ambiente y de Agricultura anunciaron una noticia que generó polémica. Luego de casi tres años de prohibición completa -al menos en el papel- del comercio de tiburón, acordaron el “restablecimiento” de 11 especies de tiburones y cuatro especies de rayas marinas como “recurso pesquero”. En palabras sencillas, el país permitía nuevamente su aprovechamiento y comercio para “salvaguardar el derecho humano a la alimentación, subsistencia, diversidad y riqueza cultural” de las comunidades costeras de Colombia, siempre y cuando fueran producto de la pesca incidental. (En contexto: Pesca incidental de tiburones y rayas vuelve a permitirse para comunidades costeras)
La medida, que se anunció a través de la resolución 0119 de 2024 de la Autoridad Nacional de Pesca y Acuicultura (Aunap), buscaba reconocer, como explicó el Minagricultura a este diario, que hay comunidades que históricamente han hecho uso de los tiburones y rayas que quedan atrapadas en sus artes de pesca. Y que, con la prohibición que se estableció en el Gobierno pasado (con el decreto 281 de marzo de 2021), las comunidades vieron perseguidas sus prácticas ancestrales y su alimentación. En tres años, aseguró la cartera, 17 pescadores fueron judicializados por llevar carne de tiburón.
Sin embargo, la falta de claridad de la resolución, la inclusión de especies que están altamente amenazadas y los cuestionamientos sobre el respaldo técnico de la medida, también encendieron las alarmas entre la comunidad científica y las organizaciones que se dedican a la conservación de estos animales. Sus argumentos e inquietudes, las respuestas del Gobierno, y los vacíos que tenían las normativas pasadas los hemos recogido en otros artículos como este. (Le puede interesar: Pesca de tiburones: un asunto en el que ni Duque ni Petro aciertan)
Lo cierto es que, luego de la polémica, el Ministerio de Agricultura se reunió con varios de estos científicos, academia, sociedad civil y organizaciones, como la Fundación Malpelo y la Fundación Squalus, para abordar el tema. Producto de esa reunión, el pasado miércoles, en horas de la tarde, se publicó un nuevo borrador de resolución con el que se busca aclarar las inquietudes y establecer las medidas para “ordenar, controlar y administrar” las capturas incidentales de las 15 especies que menciona la resolución 0119. En otras palabras, aclarar qué está prohibido y qué está permitido en los casos en los que haya capturas incidentales de esos animales.
Los científicos y organizaciones reconocen que algunas de sus sugerencias se incluyeron en este nuevo borrador. Pero también manifiestan que hay muchos vacíos que siguen latentes y que pueden poner en riesgo a las poblaciones. Una nueva reunión está planeada para mañana,17 de febrero, en el Ministerio de Ambiente, y otra para el 19 de febrero en el de Agricultura. Aquí resumimos las primeras impresiones del nuevo documento.
Una mirada al nuevo borrador para regular la pesca de tiburones
Lo primero que hay que aclarar es que el borrador de resolución publicado el miércoles pasado no es el reemplazo de la resolución 0119 de enero de 2024. Es, más bien, un “desarrollo” para establecer y especificar lo que está permitido y lo que no cuando esas 15 especies son capturadas de forma incidental (es decir, en una pesca que no está dirigida hacia ellas). (Puede leer: Tras semanas de debate, Gobierno presenta borrador para regular pesca de tiburones)
En este sentido, y en línea con la resolución anterior, este borrador reitera que en Colombia está y sigue estando prohibido salir a pescar en busca de tiburones y rayas. Lo que se conoce como “pesca dirigida”. También prohíbe, en todo el territorio nacional, el uso de cable metálico o “guaya de acero” que, como explica Vladimir Puentes, doctor en ciencias pesqueras, “es el único arte de pesca que tiene la intención directa de atrapar tiburones, porque no pueden morder la red ni escaparse”.
El borrador reitera, asimismo, que en todo el territorio nacional está prohibida “la práctica del aleteo”, que consiste en cortar y retener las aletas del tiburón, descartando el resto del cuerpo al mar. También prohíbe tirar carnadas, cebo o partes de otros peces para atraer a rayas y tiburones, y exportar, reexportar o importar cualquier producto de tiburones y rayas.
Todas esas medidas, asegura Felipe Ladino, investigador de la Fundación Malpelo, “van por buen camino”. Las organizaciones de conservación, por ejemplo, recomendaron que las aletas que resulten de la pesca incidental sean entregadas a la autoridad pesquera (Aunap) para ser almacenadas o incineradas, ya que es la única parte de los tiburones que no aprovechan las comunidades costeras y que puede resultar en otros mercados. Esta sugerencia fue incluida en el nuevo borrador.
El gran reto, coinciden todas las personas entrevistadas para este artículo, es lograr que lo que dice el papel sea efectivamente controlado en el territorio. “Cuando vamos a ver la autoridad y la vigilancia en campo”, asegura Ladino, “es evidente que, por lo menos en el Pacífico, donde trabajamos, es prácticamente inexistente”. Diego Cardeñosa, doctor en biología y quien ha estudiado desde hace años el mercado internacional de aletas de tiburón, coincide: “Cuando las medidas se toman como decisiones políticas, pero no incluyen el trabajo con las comunidades, el respaldo científico y la academia, terminan siendo solo un saludo a la bandera desde Bogotá”.
Por eso, recuerda, con el decreto 281 del 2021, que se emitió en el Gobierno de Iván Duque, aunque se prohibió la comercialización de tiburones en todo el país, “lo que generó fue que las comunidades dejaron de sentirse cómodas compartiéndonos lo que pescaban y se dificultó el acceso, las estadísticas no se podían llevar, los estudios no se podían hacer, los procesos con ellas se truncaron. Pero durante esos tres años, los tiburones se siguieron sacando”.
Recordando los vacíos que dejó el decreto impulsado por el Gobierno pasado, investigadores como Vladimir Puentes, biólogo marino y doctor en Ciencias Pesqueras, destacan que estos debates se estén dando nuevamente. “Aunque las capturas de tiburones continuaron, lo que hizo el decreto del gobierno anterior fue eliminar los registros, y que esa información ya no estuviera disponible, dificultando la evaluación de sus poblaciones y poniéndolas en mayor riesgo”, explica. Para él, poder documentar y contar las capturas es un primer paso para establecer planes de manejo con respaldo técnico.
Ve, por ejemplo, como una mejora, que en el documento se haya incluido una pequeña frase que puede hacer grandes diferencias. “Es necesario que, al momento del desembarco las aletas estén adheridas de manera natural al tronco del tiburón”, dice el borrador reciente. Y recuerda un caso en el 2008, cuando esa aclaración no estaba incluida, en el que llegó a puerto un solo tronco de tiburón con una decena de aletas de otros tiburones pegadas con un alambre.
Considera que la documentación no debería estar limitada solo a estas 15 especies, sino que debería ampliarse a todas las demás.
Más allá de la indignación, los vacíos de fondo en la resolución
Que los tiburones hayan sido protagonistas de las noticias en las últimas semanas despertó un debate importante. Pero la indignación, la información confusa o poco clara y la desinformación de algunos medios desviaron la atención de los problemas de fondo.
Para Cardeñosa, uno de los mayores vacíos de la actual resolución, que sigue sin resolverse en el nuevo borrador, es el del respaldo técnico para definir las 15 especies que fueron incluidas para ser nuevamente aprovechadas. El Ministerio de Agricultura le aseguró a este diario que se habían basado en las especies más capturadas de forma incidental y que ninguna de estas estaba peligro crítico de extinción. Pero el experto en tiburones es enfático con otros datos.
“La lista roja de especies amenazadas, de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), el inventario más completo del estado de conservación de especies de animales y plantas a nivel mundial, registra, al menos, a 10 de las especies mencionadas en la resolución 0119 bajo alguna categoría de amenaza”, dice. La Sphyrna corona, una de las especies que Cardeñosa ha estudiado con mayor detalle, se encuentra, según la UICN, en ‘Peligro Crítico’. “El siguiente paso es la extinción”, explica.
Otras especies, como el tiburón martillo pequeño (Sphyrna tiburo), está amenazado y en gran parte agotado. El tiburón zorro (Alopias pelagicus), también se encuentra amenazado. El tiburón sedoso (Carcharhinus falciformis), el tiburón toro (Carcharhinus leucas), el tiburón aletinegro (Carcharhinus limbatus), el tollo blanco (Rhizoprionodon porosus) y el tiburón zorro ojón (Alopias superciliosus) se encuentran en categoría de amenaza “Vulnerable”. El tiburón tigre (Galeocerdo cuvier ), casi amenazado.
“¿Cómo se va a lograr que la captura y uso autorizado de esas especies sea “sostenible” si ya están altamente amenazadas?”, se preguntan Ladino y Cardeñosa. Y suman otro reto a las actividades de control en campo: la identificación de las especies. “Eso no es una tarea fácil. Ni se ha hecho con juicio. En la mayoría de los casos en los que se registran las capturas de tiburones, solo se documentan como ‘tiburón’, sin aclarar de qué especie se trata. Si a esto se le suma que son tiburones que podrán llegar, por ejemplo, sin cabeza, la tarea se vuelve mucho más complicada”.
Además, insisten, una cosa es la llegada a puerto, y otra, los desembarcos en los casi 1.600 kilómetros de costa que tiene Colombia sobre el océano Pacífico, y los 1.300 km del mar Caribe. Todos los entrevistados coinciden en que las labores de inspección, control y vigilancia por parte de la Aunap son débiles.
Otro de los temas fundamentales que Ladino, Puentes y Cardeñosa consideran importante aclarar es el de la “incidentalidad”. La captura incidental, define la resolución, es esa fauna acompañante que puede ser aprovechada para su venta o consumo. Pero no está claro en qué proporción se va a considerar como captura “incidental” y en cual “dirigida”.
“La resolución dice que se permite la captura incidental. Pero no te dicen cuánto es incidental. ¿Se va a medir en porcentaje? ¿en peso? ¿cómo se respaldan esas definiciones?”, se pregunta Cardeñosa. Aunque el borrador no aclara la forma en la que se medirán las capturas incidentales, ni establece un límite, la directora encargada de la Aunap le aseguró a El Espectador que ese porcentaje “no sería mayor al 10 %”.
Para Ladino hay otro gran vacío de fondo. Tanto la resolución, como el nuevo borrador de resolución, habla del “aprovechamiento integral de los ejemplares capturados de manera incidental por parte de las comunidades costeras”, pero no especifica si se trata de pesca artesanal, industrial o semi-industrial. “Esto abre una ventana para que las embarcaciones industriales y semi-industriales, que son las que realmente generan presión e impactos para las poblaciones de estas especies, puedan seguir haciéndolo sin mayor regulación amparándose en esos derechos de las comunidades nativas”, asegura Ladino.
Hay otras opciones para la conservación de tiburones y rayas
El investigador Vladimir Puentes considera que hay medidas que pueden tomarse para mejorar el control y vigilancia de la pesca incidental de rayas y tiburones en Colombia. Su hipótesis más fuerte, dice, es la de implementar observadores a bordo de las embarcaciones. “Esto permitiría registrar, contabilizar, mirar cómo se aplican los protocolos para liberarlos vivos, conocer en qué áreas pescan y cuáles de estas zonas pueden ser importantes para la conservación”, asegura.
Pero, para eso, diferentes carteras deberían trabajar articuladamente. Agricultura, Ambiente y Defensa son algunas de ellas. También cree que, el trabajo más importante es con las comunidades y los pescadores.
Diego Cardeñosa coincide. Desde el 2022 ha trabajado con varias comunidades y consejos comunitarios del Pacífico colombiano. Acompañándolos a pescar encontró que un tiburón martillo, el Sphyrna corona, que desapareció de los registros en México desde 1994 y que rara vez se encuentra en otros países, se veía comúnmente cerca de Bahía Málaga. “Cuando nos dimos cuenta, empezamos a hablar con las comunidades, a mapear sus movimientos, a identificar las zonas que frecuenta y en als que pasa un tiempo considerable”, explica el biólogo.
Luego de marcar 35 tiburones y monitorearlos por más de un año, encontraron que son muy fieles a las zonas donde los capturaron. “Esto es muy importante, porque significa que no necesitas proteger grandes zonas para ayudar a su conservación, pero sí evitar faenas de pesca en esos pocos kilómetros donde pasan la mayor parte del tiempo”, asegura.
“Eso es lo que debería hacerse, los acuerdos y arreglos con las comunidades para dejar esas zonas quietas, generar acuerdos para que no se pesque, para que se conserve. La ciencia sí puede disminuir la captura incidental de una especie que está en peligro, y cambiar la relación que tienen las comunidades con ciertas especies”. “Ese era el trabajo que al menos esperábamos antes de sacar resoluciones como estas”, afirma.
Por ahora, la normativa se mueve en el terreno de la incertidumbre. El decreto 281 del 2021, firmado en la administración de Duque, y que prohíbe el comercio de 50 especies de tiburones y rayas en Colombia, está ahora ante el Consejo de Estado, quien estudiará la acción de nulidad con la que llegó.
Fuentes cercanas al caso también aseguraron que ya se interpuso una acción de nulidad contra la resolución 119 del 2024. En el Congreso también se presentó un derecho de petición ante la autoridad pesquera, solicitando la información técnica que respalda las decisiones y algunos congresistas evalúan la posibilidad de solicitar un debate de control político.
Las medidas efectivas de conservación, sin embargo, se requieren con urgencia. Un nuevo estudio publicado por la revista Science reveló que, a pesar de las crecientes regulaciones, la pesca a nivel global provocaría la muerte de más de 80 millones de tiburones al año. Con estos datos, los investigadores concluyen que las restricciones y legislaciones contra su pesca y su comercialización no estarían frenando su sobreexplotación.
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