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A 30 años del magnicidio de Álvaro Gómez: el maestro que la violencia le arrebató a Colombia

El 2 de noviembre de 1995, un comando armado asesinó al líder conservador cuando salía de dictar clases en la Universidad Sergio Arboleda. Sus estudiantes y colegas lo recuerdan como un “curioso incesante” y fiel creyente de la educación como motor del cambio en Colombia. Su recuerdo está vigente, mientras su familia reclama por la justicia y verdad de un crimen que sigue en la impunidad.

Redacción Judicial

01 de noviembre de 2025 - 10:00 p. m.
Gómez Hurtado fue asesinado el 2 de noviembre de 1995 cuando salía de dictar clases en la Universidad Sergio Arboleda en Bogotá.
Foto: Archivo El Espectador
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El magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado, perpetrado hace 30 años, no solo terminó con la vida de uno de los políticos más importantes del conservadurismo de la segunda mitad del siglo XX en Colombia; también mató al profesor Álvaro, uno de los hombres más apasionados por la pedagogía en Colombia, como lo recuerdan quienes lo acompañaron durante sus años en la política y en las aulas de clase. Hoy, tres décadas después del crimen, que sigue impune, El Espectador habló con quienes compartieron esta faceta casi inexplorada del hijo del expresidente Laureano Gómez, quien fue baleado por sicarios el 2 de noviembre de 1995, justo cuando salía de dar una clase en la universidad que fundó unos años antes: la Sergio Arboleda.

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En esa fatídica mañana también murió el asistente de Gómez Hurtado, José del Cristo Huertas Hastamorir, quien, entre varias tareas, tenía una que refleja el fervor del líder conservador por su labor pedagógica: “Grabar cada clase que dictaba el doctor Álvaro. Por eso, su última clase quedó registrada en un casete que fue encontrado en el bolsillo pectoral izquierdo del saco de Huertas. Posteriormente, doña Margarita, la esposa de Álvaro, fue a darle el pésame a la otra viuda. Al final de ese encuentro, le devolvió el casete. Pero la esposa de Huertas la tomó del brazo y la condujo a un cuarto donde había una caja repleta de estos pequeños casetes que tenían grabadas las clases que dio en la Sergio los años previos a su asesinato”.

Esta declaración a El Espectador la dio Francisco Noguera, docente de la universidad y hermano del cofundador de esa institución educativa, Rodrigo Noguera Laborde. Pero más allá de ese vínculo, Francisco tenía una relación más profunda con el caudillo conservador: fue su compañero y amigo desde los años 70, cuando el líder político se lanzó por primera vez a la Presidencia de Colombia y rivalizaba con Misael Pastrana por el aval del Partido Conservador. “Fui un discípulo de él. Desde 1972 lo seguí en las juventudes alvaristas. Mi carrera profesional gira en torno a sus ideas”, dice Noguera, quien fue concejal de Bogotá y secretario de Educación durante la alcaldía de Andrés Pastrana.

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Hurtado fue secuestrado por el M-19 en mayo de 1988. Dos años después, lideró la Asamblea Nacional Constituyente con el grupo que lo secuestró.

De esas clases grabadas por el asistente Huertas Hastamorir salieron tres libros publicados por la editorial de la universidad, que recogen el pensamiento de Gómez Hurtado: Cultura y civilización, Choque de culturas y El tiempo perdido, con un total de 580 páginas, que salieron a la luz de 2011 a 2012. En esa trilogía, la institución educativa recopiló las clases que giraban en torno a una pregunta ¿cómo un país que está situado en la mejor esquina del mundo y tiene todos los recursos naturales puede ser uno con tan bajos ingresos, que chapotea en la pobreza y la violencia? “Recuerde que en sus discursos, él siempre hablaba de desarrollo económico y trataba de inculcarles eso a sus estudiantes: que había cómo salir adelante”, comenta Noguera.

Quienes conocieron a Álvaro Gómez Hurtado en su papel de docente, como Francisco Noguera, dicen que el político “se transformaba” y lo embargaba una personalidad que trataba de inspirar a sus alumnos. “La pasión que él sentía por la pedagogía era extraordinaria. Vibraba en su rol de educador. Además, era muy cercano con sus estudiantes. Se sabía el nombre de cada uno, algo que era extraño porque en los demas escenarios no lo hacía. Bastaba con que le dijera una vez su apellido y se lo guardaba para siempre. Era poseedor de una memoria prodigiosa, acompañada de un profundo conocimiento de la historia y de la realidad de Latinoamérica y el mundo”, recuerda Noguera.

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Las aulas de clase no eran el único escenario donde compartía su conocimiento, dice Alejandro Vélez, quien trabajó con Gómez Hurtado cuando este último fue director del periódico El Nuevo Siglo y cuando ambos coincidieron como miembros de la planta de profesores de la Sergio Arboleda. “Las clases con él empezaban antes de las clases. Primero tenían lugar en la sala de profesores. Él solía llegar muy temprano, media hora antes de la clase, y allí nos hablaba de los temas en que se estaba ocupando intelectualmente, de lo que leía y había visto fuera de Colombia mientras fue embajador en Estados Unidos (1983-85) y Francia (1991-93). Los profesores, que éramos muy jóvenes, lo escuchábamos muy atentamente. Era un curioso incesante ”, agrega Vélez.

Así quedó el carro de Álvaro Gómez, luego del atentado. Aunque el lider político fue trasladado a una clínica, murió horas después.
Foto: Associated Press - ROGER RICHARDS

El abogado Eduardo Kronfly, docente de la Sergio Arboleda y alumno de Gómez Hurtado en 1993, destaca dos aspectos que mencionaron Noguera y Vélez: el especial vínculo de Gómez Hurtado con sus alumnos y su disposición para explicar o compartir su conocimiento en otros espacios de la universidad, no solo en las aulas. Kronfly recuerda que una vez se le acercó porque quería ahondar sobre un lapso específico de la Edad Media. “Me cogió del brazo y me dijo: ‘Acompáñeme’. Me llevó a la biblioteca de la Universidad y le dijo a la bibliotecaria que le indicara dónde estaba el libro del historiador Johan Huizinga que él había traído. Lo conocía de memoria y lo abrió justo donde necesitaba”, recuerda Kronfly.

El abogado relata que ese día estaban solos en la biblioteca y que Gómez Hurtado se sentó frente a él y le dijo: “Lea en voz alta, Eduardo”. Duraron dos horas escrutando apenas dos párrafos de un capítulo del libro. “Esto lo cuento para mostrar que él era una persona amable a la hora de ofrecer su conocimiento, tenía un gesto de enseñanza extraordinario. Todos conocimos a Álvaro Gómez Hurtado líder político, pensador en el escenario público y creador de su movimiento, pero realmente tenía una enorme sensibilidad por la educación de los jóvenes. Y con un propósito: transformar la realidad que vivía el país, convertir a la sociedad colombiana en una más justa”, concluye el abogado Eduardo Kronfly.

El día del asesinato de Álvaro Gómez Hurtado

En la mañana del asesinato de Gómez Hurtado, cuenta Vélez, tuvieron la usual conversación con sus colegas profesores, en la que tocaron varios temas, entre ellos uno sobre un libro que estaba leyendo la noche anterior junto a su esposa: El mundo de Sofía. “Creo que incluso no lo terminó de leer”. Después de eso, se fue a su clase, relata Vélez. A las 10:20 de la mañana, justo después de salir de clases, ocurrió el magnicidio. “Cuando salí a ver qué estaba sucediendo, ya se lo estaban llevando para la clínica El Country, donde falleció hacia la una de la tarde”. Allá llegaron Francisco Noguera y Eduardo Kronfly. “Es que fue como si hubieran matado a mi “papá”, confiesa este último.

Francisco Noguera agregó al relato de ese 2 de noviembre que, ese día, Gómez Hurtado tenía programado un almuerzo en el municipio de La Calera con otros compañeros profesores, donde el tema de conversación iba a ser el juicio político que se adelantaba contra el presidente Ernesto Samper Pizano por el escándalo de la entrada de dinero del narcotráfico a su campaña (el denominado proceso 8.000). “En ese momento, Álvaro estaba alejado del ejercicio político y solo opinaba desde su columna en El Nuevo Siglo. Estaba muy tranquilo y no presentía que lo fueran a matar. Además, no tenía carro blindado y nunca pidió protección del Gobierno, solo contaba con la presencia de Reinaldo Huertas”, aseguró Noguera.

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Vélez agregó que, tras el asesinato, Gómez Hurtado fue homenajeado, pero que mientras estuvo vivo “un sector del país lo veía como un troglodita y enemigo de sus enemigos. Álvaro creció a la sombra de una persona como Laureano Gómez, heredando los odios contra su papá. Él no había creado esos odios. Y mire esta paradoja: a Álvaro lo secuestró el M-19 en mayo de 1988 y, dos años después, terminó liderando la Asamblea Nacional Constituyente con el grupo que lo secuestró. Se sentó con Antonio Navarro Wolff, que era miembro de esa guerrilla, para negociar en el marco de un proceso para construir la Constitución de 1991. Álvaro dio un ejemplo de convivencia que no tenía precedentes en la historia de Colombia”, puntualizó el profesor Vélez.

La investigación judicial del crimen de Álvaro Gómez Hurtado

El magnicidio de Gómez Hurtado estuvo en manos de la Fiscalía durante 25 años, sin mayores avances judiciales. En diciembre de 2017, la administración de Néstor Humberto Martínez en la Fiscalía declaró el crimen de lesa humanidad; es decir, que el caso no prescribirá. Sin ningún avance judicial en la justicia ordinaria, en octubre de 2020, ocho exintegrantes del antiguo secretariado de las FARC enviaron una carta a la JEP en la que confesaron su autoría en seis asesinatos entre 1995 y 2002, entre ellos el de Gómez Hurtado. Por solicitud de la JEP, la Fiscalía tuvo que ampliar los primeros informes del crimen y, en 2022, la justicia transicional asumió la investigación del caso, en contravía con las peticiones de la familia del líder político.

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En medio de esa discusión sobre quién debe investigar el magnicidio, lo cierto es que el caso sigue en total impunidad. La Fiscalía tiene tres líneas de investigación. La primera apunta contra cuatro jóvenes de Sincelejo y un hombre de Bogotá como presuntos autores materiales, basándose en testimonios de personas cercanas y reconocimientos por retrato hablado. La segunda hipótesis señala a miembros del Ejército, entre ellos al coronel (r) Bernardo Ruiz Silva, excomandante de la Brigada 20, como posibles autores materiales e intelectuales. Según esa versión, el crimen buscaba silenciar a Gómez Hurtado, quien habría conocido planes para un golpe de Estado contra el presidente Samper. Sin embargo, todos los procesados fueron absueltos por falta de pruebas.

La tercera línea, en la que todavía no se han logrado acusaciones, sostiene que “la autoría de los homicidios es del cartel del norte del Valle, en alianza o por apoyo al gobierno del presidente Ernesto Samper ante un presunto golpe de Estado del cual haría parte Álvaro Gómez Hurtado”, relató la JEP. Esta hipótesis surgió a partir de los testimonios de varios exparamilitares que entregaron información a la Fiscalía sobre la posible participación de narcotraficantes en el asesinato de Gómez Hurtado. Según estas versiones, el comandante paramilitar Carlos Castaño habría increpado al narcotraficante Orlando Henao Montoya (alias el Hombre del Overol) por su responsabilidad en el crimen. Y ahora, con la confesión de las FARC, el expediente tiene una cuarta tesis.

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La familia de Gómez Hurtado ha insistido en que se trató de un crimen de Estado y ha pedido que la JEP no asuma la investigación del caso, pues desde el principio se ha intentado “desviar la investigación”, ahora involucrando a las antiguas FARC en el crimen de lesa humanidad. Incluso, la JEP concluyó, en julio pasado, que la verificación de la versión entregada por los exjefes de la guerrilla no ha sido fructífera. “La UIA (Unidad de Investigación y Acusación) reportó que realizó búsquedas en las copias de los dispositivos incautados en su custodia sin resultados satisfactorios”, se lee en un auto que emitió la JEP a mitad de año ratificando que seguirá con las pesquisas del caso, en contravía con lo que han pedido las víctimas.

Y agregó: “De la información recaudada hay una inferencia razonable de que los hechos están relacionados con el conflicto; por eso se mantiene en firme su competencia para resolver el caso”. Así las cosas, el expediente del magnicidio de Álvaro Gómez Hurtado sigue transitando un laberinto judicial, que el profesor Alejandro Vélez califica de borgiano: “Este tipo de casos, llenos de impunidad, en el que hay un montón de hipótesis, muertos que nadie sabe por qué los mataron y que tiene una serie de hechos irregulares son como para un cuento de Jorge Luis Borges, pero no de la Historia universal de la infamia, sino de la historia colombiana de la infamia”.

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Álvaro Gómez y la política

Álvaro Gómez Hurtado (1919-1995) fue uno de los grandes protagonistas del siglo XX colombiano. Hijo de Laureano Gómez, se formó entre la diplomacia y el periodismo en El Nuevo Siglo, diario fundado por su padre. Desde joven destacó por su pensamiento conservador reformista y su defensa del debate público. Vivió en el exilio durante la dictadura de Rojas Pinilla y fue testigo de la creación del Frente Nacional. En el Congreso y en la prensa, acuñó el concepto de “repúblicas independientes” para referirse a los territorios donde germinaron las guerrillas. Su voz, crítica y aguda, marcó el debate político de los años 60 y 70, donde buscó modernizar el conservatismo y enfrentar los abusos del poder desde una visión republicana.

A lo largo de su trayectoria, Gómez fue tres veces candidato presidencial, sin lograr el cargo, pero consolidó un liderazgo ético y doctrinario. Promovió la elección popular de alcaldes, el diálogo político y la necesidad de un “acuerdo sobre lo fundamental” para superar la violencia. Fue clave en la Asamblea Constituyente de 1991, donde defendió la independencia judicial y la descentralización. En sus últimos años, desde el periodismo, denunció con firmeza la penetración del narcotráfico en la política. Su asesinato, en 1995, segó la vida de un intelectual y estadista que entendió la política como un deber moral con la nación.

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