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“El periodismo fue lo único que no me quitaron”: Jineth Bedoya

Este domingo se conmemoran 25 años del secuestro, tortura y violencia sexual contra la periodista Jineth Bedoya Lima, quien señaló que este aniversario es uno de lo más difíciles por la impunidad que persiste frente a su caso. Ante la ausencia de respuesta del Estado, Bedoya habla sobre los otros motivos que siguen dando sentido a su lucha.

Valentina Gutiérrez Restrepo

25 de mayo de 2025 - 12:14 p. m.
Jineth Bedoya durante la presentación del Fondo No es Hora de Callar en el Congreso.
Foto: El Espectador - Gustavo Torrijos
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Hace 25 años, la periodista Jineth Bedoya Lima empezó a buscar justicia por su secuestro, tortura y violación, ocurridos el 25 de mayo del año 2000. Desde entonces, en palabras de la reportera, este aniversario “es el momento más crítico” para ella.

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“Después de que le has dedicado tantos años de tu vida a un proceso, a la reivindicación, a demostrar algo que no tienes por qué demostrar, a intentar que se haga un mínimo de reconocimiento de verdad, eso desgasta mucho. Se te va la vida en esto y al final del día darte cuenta de que lo mejor es decir: ‘Ya no más porque los sicarios no me mataron, pero la impunidad sí lo hará’. Renunciar a lo que has dedicado 25 años es lo más difícil y eso fue lo que yo hice”, contó Bedoya.

Así lo hizo. En una sala rodeada de periodistas y acompañada de su madre, el pasado 28 de abril, Jineth Bedoya renunció a seguir participando en la investigación que adelanta la Fiscalía por el crimen que se cometió en su contra. Hoy, hace 25 años, Bedoya fue secuestrada a la salida de la cárcel La Modelo, en Bogotá, y durante diez horas fue víctima de tortura y violación como represalia por sus investigaciones sobre la guerra entre paramilitares y guerrilla que convirtió al centro carcelario en un lugar dominado por el horror y crímenes de lesa humanidad.

Tras sobrevivir al suceso, la periodista ha hecho sus mayores esfuerzos para que la Fiscalía esclarezca el caso. Pero, tras un cuarto de siglo de impunidad, cansada, Bedoya dio un paso al lado en la investigación.

“Esta decisión en mi caso es una posición política muy clara de lo que afrontan miles de personas que, por diferentes circunstancias, nunca lo van a hacer. O sea, nunca van a renunciar a ver un mínimo de justicia, porque precisamente eso es lo que los mueve. Pero yo he perdido tantas cosas en estos 25 años que no creo que esta renuncia me quite mucho más de lo que ya me han quitado, porque he estado muerta mucho tiempo”, señaló Bedoya.

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Agregó que esta no fue una decisión que tomó a la ligera: “Me llevó muchísimo tiempo pensarla, analizarla. Mirar también cómo iba a seguir después del anuncio y cómo voy a seguir todos estos meses, porque todavía falta mucho por procesar”.

A pesar de esto, la renuncia de Jineth Bedoya “es un acto simbólico que no exonera la responsabilidad del Estado de continuar sus funciones investigativas, de sanción y de juzgamiento en contra de quienes ejercieron esas violencias. Esto implica que Jineth se separa y va a dejar que el Estado actúe sin que ella tenga que estar detrás, empujando todo el tiempo”, explicó la abogada Natalia López, subdirectora legal y de protección de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP).

López ha acompañado y representado a Bedoya en el seguimiento de la implementación de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), que condenó a Colombia en 2021 por el crimen de la periodista.

Hace cuatro años, el tribunal internacional dictó unas medidas de reparación para Bedoya, de las cuales, de acuerdo con la abogada López, “ninguna está implementada a cabalidad. Hay unas más avanzadas que otras, pero todas van desfasadas sobre los términos que la Corte impuso en la sentencia”. El Centro de Memoria y el Fondo No es hora de callar, aprobado por el Congreso en septiembre de 2024, son algunas de las medidas más avanzadas.

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“Pero seguimos encontrando ciertos obstáculos burocráticos al interior del gobierno. También en ese proceso de implementación ha habido hechos revictimizantes que aportaron a la decisión de Jineth de separarse de él”, relató la subdirectora legal de la FLIP.

López manifestó que desde la Fundación respetan la renuncia de la periodista. “Nosotros como sus representantes tenemos que continuar esa lucha, porque el proceso en términos jurídicos no puede dejar existir. Es una situación muy grave de violación de los derechos humanos que no hay manera de desistir. En términos jurídicos el proceso sigue, pero simbólicamente Jineth manda un mensaje muy claro a la Fiscalía de que han pasado tres fiscales por este proceso y no se han visto los avances en contra de la impunidad”, explicó.

La jurista señaló la inacción del Estado puntualmente en el caso de Jesús Emiro Pereira Rivera, alias Huevo de Pisca, uno de los tres criminales condenados hasta ahora por el caso y quien actualmente está prófugo de la justicia.

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En 2021, una Sala de Justicia y Paz de Medellín dejó en libertad al exparamilitar. Aunque la Policía tiene la orden de capturarlo, no se sabe cuál es su paradero. Este hecho es solo una parte del cúmulo de impunidades que pesa sobre el caso de Bedoya.

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“Es muy triste decir esto, pero lo digo completamente segura: mientras siga vivo todo el fenómeno que denunciaba hace 25 años, y que es el mismo que hoy sigue extorsionando, yo voy a seguir amenazada. Es infame tener que reconocer que te sigan presionando, que te sigan mandando mensajes de cuántos días de vida te quedan. Es una desgracia aprender a vivir con eso. Aprender a incorporarlo a tu vida y saber que todos los días puede ser el último”, expresó la periodista.

Ante la sensación de que cada instante es valioso porque “puede ser el último”, Bedoya se ha dedicado todos los días a hacer lo que da sentido a su existencia: periodismo.

“Creo que lo que no logré para mí, es importante lograrlo para otras personas. El periodismo te da esa posibilidad de que cuando tú documentas, investigas, denuncias, cuando potencias la voz de esos casos anónimos, estás pensando en colectivo y esa es una de las herramientas más hermosas que tiene este oficio y que a mí me ha permitido sobrevivir estos 25 años. Esa es la razón principal de mi vida, y al final del día, el periodismo fue lo único que no me quitaron”, dijo Bedoya.

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Jineth Bedoya y su madre durante la presentación del Fondo No es Hora de Callar en el Congreso.
Foto: El Espectador - Gustavo Torrijos

La periodista agregó: “Aunque mi caso queda en la impunidad y espero terminar este duelo pronto, otra cosa es el caso de la cárcel La Modelo, que era lo que yo estaba documentando hace 25 años. A ese proceso no voy a desistir porque allí no es una mujer periodista víctima, son centenares de víctimas, personas descuartizadas, desaparecidas, secuestradas, violentadas de todas las formas”.

“Ese sigue siendo un compromiso mío como periodista y a ese no renuncio. Creo que parte de volver a recoger los pedazos de Jineth y seguir adelante, es seguir documentando todo el horror de la cárcel La Modelo, y sacar adelante las medidas de reparación que permitan mostrarles también un camino a las sobrevivientes de violencia sexual”, añadió Bedoya.

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En medio del dolor que le trae recordar el crimen ocurrido hoy hace un cuarto de siglo, la periodista mira este tiempo atrás y a su mente llegan los mensajes de apoyo por parte de víctimas que gracias a su denuncia pudieron nombrar sus propios casos de abuso.

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“Llego a ser consciente de lo que logré cuando la gente me para en la calle, o cuando me llegan mensajes tipo: ‘Gracias, porque cuando yo la escuché a usted, tomé valor para denunciar, verla a usted y ver su caso me dio fuerza para presentar mi caso en la Fiscalía; gracias a usted, después de 20 años, pude contar que mi papá me había violado’. Son cosas que me consuelan, porque es bonito que por lo menos todo este dolor haya servido para dejar abierta una puerta”.

Con los años pesando en su cuerpo, pero con la fuerza de su voz aún intacta, Bedoya reconoce que fue la primera mujer en Colombia que denunció de frente el uso de la violencia sexual como un arma de guerra.

En palabras de la periodista, su caso “ha sentado muchísimos precedentes y para mí esta renuncia también es poder hacerle el duelo a todo esto y decidir cómo voy a seguir viviendo lo que me quede. Es decirle a la gente: ‘También se vale decir me cansé’. Ya gané mucho, pese al dolor, y aquí lo importante es pensar qué es lo que realmente me va a dar justicia a mí. Creo que poner a andar un Centro de Memoria, hacer efectivo el Fondo No es hora de callar y darle herramientas a las mujeres que comunican, en últimas, va a ser mi justicia”.

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Para conocer más sobre justicia, seguridad y derechos humanos, visite la sección Judicial de El Espectador.

Por Valentina Gutiérrez Restrepo

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