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En febrero de 2015, Jairo Sánchez Díaz recibió en su casa en Bogotá un sobre de manila. En el interior había una nota: “Espero este mierdero por el que está pasando le dé una idea de lo que somos capaces”. La carta la firmaba Camilo, quien le exigía $2.000 millones o si no asesinarían y violarían a sus hijos. En el sobre iba también una foto del grado de colegio de su hijo, cuya cara había sido tachada con una equis, y al lado, pegado, un recorte de periódico que decía: “Asesinan a joven”. Sánchez hoy enfrenta en juicio a quien, al parecer, le envió ese mensaje: un empresario que lo denunció por una millonaria estafa, por la que hoy Sánchez está condenado.
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