Se van a cumplir cinco años desde que se firmó el Acuerdo de Paz con las Farc y aún seguimos viendo masacres y líderes asesinados. ¿Cuál es su evaluación?
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Lo que vemos con nuestros equipos en terreno es que, desde la entrada en vigor del Acuerdo de Paz, hay un recrudecimiento de consecuencias humanitarias graves a raíz del conflicto armado y de la violencia. En los últimos años registramos un aumento de víctimas de artefactos explosivos: el año pasado hubo más de una víctima diaria en promedio y la mayoría son civiles. También, vemos que el número de personas desaparecidas tiende a aumentar: en 2020 hubo al menos una persona desaparecida cada tres días. (Lea también: “La pandemia agravó los cinco conflictos armados que hay en el país”: CICR)
¿Por qué después de la firma del Acuerdo uno queda con la sensación de que no sirvió para nada?
Tuve la oportunidad de venir en 2002 y 2004 y no podemos comparar la situación de hace veinte años con la actual en términos de consecuencias humanitarias, extensión del territorio afectado y número de víctimas. Dicho eso, hubo una disminución de los impactos humanitarios del conflicto, sobre todo culminando 2016. Pero nos preocupa que, desde entonces, vemos un aumento de los números de víctimas de conflictos armados, por eso hacemos un llamado a la fuerza pública y a los grupos armados para que respeten a los civiles.
¿Cree que el Gobierno sí está implementando el Acuerdo?
Como organismo humanitario no nos atañe entrar en discusiones de naturaleza política. Lo que sí hacemos es que nos concentramos en las consecuencias humanitarias del conflicto en el terreno, tratando de brindar asistencia inmediata y protección a las personas afectadas.
Desarrollamos un diálogo confidencial con el Gobierno, las autoridades y los grupos armados para discutir los temas que nuestros delegados constatan en terreno, con la meta de mejorar la situación, tener el mayor respeto por el Derecho Internacional Humanitario (DIH) y evitar que se repitan abusos.
La canciller Claudia Blum le dijo a la ONU que las disidencias representaban el incumplimiento de las Farc a los Acuerdos de Paz. ¿Comparte esta postura?
No nos atañe comentar declaraciones de ningún actor político. Mantenemos esa política porque es lo que nos permite tener la confianza de todos los actores y tener acceso al terreno.
¿Cree que la presencia de disidentes en Venezuela podría terminar en un conflicto binacional?
No lo sé y esperamos que no. Pero lo que puedo decir es que estamos muy activos en Venezuela con nuestros equipos, persiguiendo la situación humanitaria también por ese lado.
Hablemos de la pandemia: ¿han cambiado las dinámicas de violencia en Colombia con la llegada del virus?
Lo que hemos visto es que, a pesar del llamado que hizo el secretario general de las Naciones Unidas de hacer una tregua humanitaria para que se pudiera prevenir la expansión de la pandemia, el nivel de conflictividad en el mundo entero aumentó, no solo en términos de conflicto armado, sino de violencia armada y violencia en general. Esto se da no solo por el impacto directo de la pandemia, sino por la crisis social y económica que generaron las medidas restrictivas. En Colombia, como en otros países, aumentó la violencia contra la misión médica y las instalaciones de salud pública. (Le puede interesar: Al menos 12.481 menores de edad fueron víctimas de grupos armados en 2020)
Y, ¿por qué cree se dieron esos ataques a las misiones médicas?
Creo que la pandemia en el mundo entero, sobre todo en los primeros meses, resultó en un miedo y una angustia que se entiende, porque de repente aparece un nuevo virus, no sabemos exactamente cómo se desarrolla y qué impacto tiene. Entonces hubo un miedo generalizado que provocó una tensión muy alta en la gente, que veía que un ser querido necesitaba asistencia y quería que esa atención fuera inmediata. Estuvimos en el puesto de salud de Pachelí, al norte de Tibú, en el Catatumbo, y hablamos con el único enfermero que atiende ese centro médico. Nos dijo que trabaja tanto como puede, pero que también necesita dormir, comer y andar en ambulancias para atender casos graves. Pero la gente llegó al puesto de salud, no encontró a nadie y quebró las ventanas para entrar al lugar en busca de atención.
Eso es un ejemplo, pero hay muchos casos de gente que necesitaba asistencia inmediata, con el miedo de no saber cómo afectaría la pandemia a sus seres queridos, y cuando no encontraban atención enseguida, la tensión incrementó mucho. Para nosotros es sumamente importante que la gente entienda que hay que proteger las instalaciones y al personal médico, porque es con lo que existe que se va a responder a esas necesidades.
En el mundo entero la tensión fue más grande. Nosotros hemos hecho mucha investigación para ver qué se podría hacer para reducir el grado de violencia. Vimos que concientizar a la población es muy importante y da resultados, pero implementamos otras acciones que resultaron bien. En Pakistán, por ejemplo, pusimos espejos en la entrada de emergencia y la gente cuando entraba veía su reflejo y su agresividad y tendía a disminuir un poco el grado de violencia.
¿Han podido estar en territorio pese a las restricciones?
Me impresionó que nuestros equipos permanecieron en las oficinas que tenemos y lograron seguir implementando nuestros programas de salud, asistencia, seguridad económica e intensificaron ciertos programas de respuesta a la pandemia. Por ejemplo, se trabajó con el sistema penitenciario y en 25 cárceles entregamos artículos de higiene y desinfección, lavamanos portátiles y consejos para evitar la propagación del virus; también apoyamos al sistema de salud y 107 hospitales recibieron insumos médicos, mobiliario y artículos de higiene y desinfección. Y los otros programas de protección y asistencia continuaron; entonces, a escala local nuestros equipos permanecieron e hicieron un trabajo de protección y asistencia.
¿Qué le dice la gente en los territorios?
Hay una gran esperanza en la vacunación. Nosotros, a escala mundial, hicimos un llamado para que se distribuyeran las vacunas de manera equitativa entre los países, pero lo cierto es que dentro de cada país también se necesita una distribución equitativa, sobre todo para que los más vulnerables tengan acceso. Me refiero a personas privadas de la libertad que están muy expuestas y a gente que vive en lugares donde el acceso al servicio de salud es difícil. Entiendo que la vacunación en Colombia ha empezado, que se está haciendo un esfuerzo para extenderla y estamos acá para facilitar ese acceso.
¿Cuáles son las zonas del país que más preocupan al CICR?
Más de la mitad de los departamentos sufrieron el impacto de varias consecuencias humanitarias: desplazamientos masivos, homicidios de civiles y líderes, accidentes por artefactos explosivos, ataques a la misión médica y la desaparición de personas, que tiende a aumentar.
Esas consecuencias humanitarias están localizadas en Antioquia, Cauca, Chocó, Nariño, Norte de Santander y Valle del Cauca, donde hubo el porcentaje más alto de gente afectada. Pero otros lugares que no tienen tanta densidad poblacional, como Caquetá, Guaviare y Putumayo, también padecieron el recrudecimiento de la violencia.
Excombatientes de las Farc están participando en actividades desminado y búsqueda de desaparecidos, ¿cómo lo ve?
Que todos esos esfuerzos de gente que participó en el conflicto armado para identificar lugares donde habría artefactos explosivos y quitarlos, así como hallar los restos de gente desaparecida, son muy positivos. Siempre hacemos el llamado e invitamos a los actores que pueden ayudar a avanzar en este sentido y valoramos esos aportes. (Lea también: Reestructuración de grupos armados: la violencia se recrudece)
¿Cómo está Colombia en términos de conflicto armado y violencia frente a otros países?
En Colombia podemos tener acceso al terreno y contacto con todos los actores del conflicto para desarrollar un diálogo sobre asuntos humanitarios y el DIH, y eso no pasa en todos los países del mundo. Hay conflictos como el de Afganistán, Siria, Yemen, en los que, a veces, por seguridad o acceso, es difícil mantener ese grado de interlocución y diálogo con todos los actores.
En el ámbito regional, en Colombia hay por lo menos cinco conflictos armados internos. Si miramos Centroamérica, por ejemplo, en Honduras y El Salvador no hay conflicto armado, pero sí una violencia armada que resulta en una tasa de homicidios importante. Tanto, que la tasa de homicidio que tenemos en algunos países de Latinoamérica se compara con tasas de homicidios de países donde hay un conflicto armado fuerte y las consecuencias humanitarias también son bastante parecidas.
¿Qué opina de que la población migrante a veces termine siendo la más afectada por la violencia colombiana, sobre todo en regiones fronterizas?
A los migrantes siempre los caracterizamos como personas vulnerables porque no están en su lugar de origen, con sus familiares y en su entorno. Entonces hemos estado asistiendo la primera ayuda de emergencia que se les da, pero entiendo que desde marzo de este año se otorgó el Estatuto Temporal de Protección para Migrantes. Yo vengo de Europa y tengo que decir que lo que hizo Colombia es de enmarcar, porque el Estado llegó a esa decisión en favor del respeto de los derechos de estas personas. Yo aprecio esto porque vemos que nosotros en Europa tenemos una presión migratoria y muchos países toman medidas que no van en línea con los acuerdos internacionales.