Mónica Godoy: la importancia de enseñar a luchar

Fue despedida por denunciar casos de acoso sexual y laboral dentro de la Universidad de Ibagué. Tras una acción de tutela, la Corte Constitucional ordenó su reintegro. Hoy trabaja en un protocolo de atención a víctimas de violencia sexual.

Juliana Jaimes Vargas /Twitter: @julsjaimes
02 de diciembre de 2018 - 02:41 p. m.
Mónica Godoy fue docente en la Universidad de Ibagué. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Mónica Godoy fue docente en la Universidad de Ibagué. / Gustavo Torrijos - El Espectador

"Lo que hice no fue por valentía, fue por indignación”. Con esa frase Mónica Godoy resume la experiencia que vivió en los últimos años y que, sin duda, marcó un precedente en la lucha contra el abuso a la mujer en Colombia. Godoy tiene 44 años y dice que lo que más le gusta hacer en la vida es enseñar. Fue justamente su pasión por la docencia la que la llevó a denunciar los episodios de violencia sexual y laboral de los que varias mujeres, integrantes de la Universidad de Ibagué, fueron víctimas. A Godoy la despidieron tras casi dos años de lucha, de hablar y de alzar la voz por muchas mujeres que no fueron escuchadas; de hecho ella tampoco lo fue, porque por hablar tuvo que salir de allí.

Mónica Godoy es antropóloga de la Universidad Nacional, tiene una maestría en estudios de género del Colegio de México y está haciendo un doctorado también en temas de género en la Universidad de Salamanca (España). Llegó a la universidad tras varios años de docencia en la Universidad Externado. “Yo buscaba salirme un poco de ciertas dinámicas que se viven en las grandes universidades y por eso decidí ir a enseñar a la provincia”. En 2017, propuso a las directivas de la Universidad de Ibagué realizar un diplomado en temas de igualdad de género. Recibió solicitudes de integrantes de la Alcaldía, miembros de ONG, periodistas locales y diversos estudiantes de la ciudad, entre otros, interesados en hacer el curso.

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“Recuerdo que en una de las sesiones hablamos de abuso sexual. Cuando terminó la clase, una joven se me acercó y me contó que había sido abusada por un instructor de gimnasia de la universidad y que el hecho había ocurrido en el campus”. La historia de esa joven no sería la única que Godoy escucharía de víctimas en la Universidad de Ibagué. “Un día llegó a mi oficina una mujer que trabaja en los servicios generales. Me dijo, en medio de lágrimas, que su jefe la estaba acosando laboralmente y que sus compañeros se burlaban de ella por ser lesbiana”.

Como estas, más historias surgieron con el tiempo, incluyendo la de un grupo de vigilantes que manifestaron ser acosadas sexualmente por su jefe directo, el supervisor de seguridad. Mónica Godoy encontró un común denominador en esas historias: las mujeres que eran víctimas realizaban labores que, por lo general, son designadas a los hombres y por ello mismo, la mayoría de sus compañeros, según contaron, las rechazaban. “Yo intenté varias veces encontrar una cita con el rector y él nunca me dijo que no, pero nunca me la dio, nunca me atendieron cara a cara. Yo empecé a hacer un informe escrito de lo que había encontrado, diciendo que lo que pasaba era grave y se podría estar incurriendo en un delito”.

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La despidieron en agosto de 2017, dos horas antes de una reunión que por fin había logrado concretar con las directivas de la universidad para hablar de los casos de acoso que se vivían allí. En septiembre de ese año presentó una tutela, apelando a sus derechos a la libertad de expresión, el libre desarrollo de la personalidad, a no ser discriminada por opiniones políticas y filosóficas, al debido proceso y al trabajo. Después de casi diez meses de espera y de librar una batalla legal que en las dos primeras instancias no fue favorable, en julio de este año la Corte Constitucional ordenó su reintegro a la Universidad de Ibagué.

“Acepté el reintegro temiendo lo peor. Sabía que no iba a ser fácil, pero decidí volver para acompañarlas a ellas y para que vieran que sí se puede y que, algunas veces, tenemos suerte y la justicia funciona”. Aunque por orden del alto tribunal la Universidad de Ibagué la reintegró como docente, llegó a una situación diferente: “Me di cuenta de que no tenían mucha intención de que tuviera contacto con la facultad en la que había estado antes, ni con los estudiantes que tuve, y por eso pasé a otra facultad”. La Corte Constitucional ordenó un reintegro por cuatro meses y, en efecto, culminado este plazo, Godoy volvió a irse.

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Antes de dejar la institución, fue designada por la misma universidad para realizar un protocolo de atención a víctimas de violencia sexual como uno de los requerimientos solicitados en la decisión de la Corte. Proyecto que continúa haciendo, así ya no trabaje en ese lugar. Aunque el alto tribunal la respaldó en su lucha contra la violencia a la mujer, el proceso no fue fácil, pues tuvo que salir de Ibagué con una mano adelante y la otra atrás. Godoy cuenta que muchos en la ciudad la apoyaron en el proceso de denunciar algo que, en el fondo, todos sabían desde hacía mucho tiempo; sin embargo, sobre todo para las élites de la ciudad, el tema llegó a incomodar.

“Nunca es seguro un buen resultado, pero hablar es muy importante, cuando se puede hacerlo, porque el silencio es muy doloroso. Quedarse callada no es fácil y más cuando uno es consciente de que alguien más sufre”. Mónica Godoy volvió a Bogotá y sigue enseñando, esta vez en otra universidad de la capital. “Así hubiera perdido la tutela, estoy muy satisfecha de haberlo peleado. El daño que me hicieron a mí y a las mujeres víctimas de violencia sexual no nos logró quebrar”.

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Por Juliana Jaimes Vargas /Twitter: @julsjaimes

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