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Huertas en Suba: ¿cómo fortalecen la seguridad alimentaria y el tejido social?

Las huertas urbanas en Suba se han consolidado como espacios de encuentro comunitario que generan alimentos, empleo, salud y tejido social, con la meta de ser autosostenibles y reconocidas como referente de sostenibilidad en Bogotá.

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Leidy Barbosa
22 de agosto de 2025 - 10:17 p. m.
Suba se ha ganado un lugar especial en el mapa de la sostenibilidad urbana
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Foto: Comunicaciones Alcaldía Local de Suba
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En medio del concreto y el ritmo acelerado de la ciudad, las huertas urbanas han florecido como auténticos lugares que transforman la manera en que se vive y se piensa la agricultura en Bogotá. Más allá de producir alimentos frescos, estos espacios se han convertido en escenarios de encuentro comunitario, donde la tierra reúne a vecinos que buscan soluciones a problemas tan diversos como la inseguridad, el abandono de espacios públicos o la soledad.

Un ejemplo de esta transformación se vive en Suba, una de las localidades con mayor ruralidad de Bogotá, donde han sido principalmente las mujeres quienes, con palas y semillas en mano, comenzaron a recuperar lotes baldíos y espacios olvidados. Lo que antes eran zonas de abandono hoy son territorios fértiles que generan vida, promueven el bienestar individual y fortalecen el tejido social, consolidando además una de las redes de huertas más grandes de la ciudad.

“Las mujeres de Suba comenzaron a transformar espacios como lotes baldíos, zonas de protección ambiental cercanas al río Bogotá, el humedal La Conejera y un área verde junto al patio taller de la calle 191 con Autopista Norte. Salieron a sembrar, a construir comunidad y a enfrentar problemáticas como la soledad y diversas dificultades de salud mental. Con el tiempo descubrieron que esta labor no solo podía generar ingresos económicos, sino, sobre todo, fortalecer el tejido social”, afirmó César Salamanca, alcalde local de Suba.

Comenta que la alcaldía local ha apoyado este proceso a lo largo de los años proporcionando pequeños impulsos a través de presupuestos modestos: enseñando marketing, técnicas de costeo y buenas prácticas agrícolas de la mano del Jardín Botánico.

¿Cómo ha sido el proyecto huertas de la localidad?

Actualmente, en Suba existen 186 huertas registradas, de las cuales 42 son comunitarias, que no solo producen alimentos, sino que también fortalecen la salud mental, la educación ambiental y el tejido social. En estos espacios se siembran lechugas, tomates y hierbas aromáticas, pero también se cultivan aprendizajes y vínculos.

“El apoyo técnico y financiero que brinda la Alcaldía Local de Suba está ligado a la estrategia ‘Ven a Suba’, cuyo nombre juega con dos verbos: ver y venir. Ver significa mirar a Suba desde otra perspectiva, distinta a los imaginarios de inseguridad o problemáticas sociales. La localidad es mucho más que eso, y en esa transformación las mujeres huerteras son protagonistas, pues han hecho de Suba un referente de sostenibilidad urbana”, explicó el alcalde.

El segundo verbo, venir, está relacionado con el impulso del turismo huertero, una modalidad que ha sorprendido por su crecimiento. Salamanca explica que algo interesante que ha pasado con las huertas en la localidad es que muchas de estas mujeres comprendieron que, más allá de comercializar sus cosechas, también podían enseñar a sembrar, mostrar cuánto tarda en crecer un maíz o el trabajo que hay detrás de una simple ensalada que a veces se desperdicia en el plato. De esta forma, las huertas se consolidaron como espacios pedagógicos y de turismo experiencial que conectan a la comunidad con el valor real de la tierra.

“En el aspecto técnico, la Alcaldía ha dotado a las huertas con sistemas de riego —tanques, mangueras y equipos certificados por el Jardín Botánico—, así como viveros gestionados con el apoyo de la empresa privada para que los huerteros cuenten con plántulas sin necesidad de adquirirlas fuera de la ciudad. También se ha entregado apoyo en insumos, abonos y herramientas como palas, picas, asadones, guantes, overoles, botas, sombreros y chalecos, estos últimos personalizados para dar identidad a cada huerta", afirmó.

Cada huerta ha sido acompañada en la construcción de su nombre, marca e identidad, con la posibilidad de constituir una SAS, fundación o corporación que les permita generar ingresos de manera sostenible. Además, talleres en buenas prácticas, apoyados por el Jardín Botánico y otras organizaciones, garantizan que la producción y el cuidado de las huertas sigan creciendo con calidad y solidez.

Sin embargo, para que esta ayuda se dé, se deben cumplir ciertos requisitos:

  • Existencia de la huerta: el primer criterio es que la huerta ya exista. De las 186 registradas, 42 cuentan con acceso al público, lo que facilita el acompañamiento porque ya tienen reconocimiento por parte de su comunidad.
  • Evitar disputas internas: En algunos conjuntos residenciales se presentan divisiones, donde una parte de los propietarios apoya la huerta y otra no. En esos casos el proceso se complica. Es mejor que la huerta cuente ya con permisos de toda la comunidad.
  • Cumplimiento de permisos: Algunas personas montan huertas en parques sin autorización del IDRD o de la Alcaldía, lo que genera conflictos con vecinos y plantea retos legales que impiden la intervención. Aquí le explicamos que debe tener una huerta para que sea legal.

“Actualmente, nos hemos enfocado en las 42 huertas de acceso público, que ya cuentan con un proceso consolidado. Sin embargo, también se está ampliando el apoyo hacia los colegios públicos de Suba, donde se promueven las huertas escolares. Un ejemplo es el colegio Jaime Niño 10, en el que próximamente se instalará un sistema de riego. Allí, niños, niñas y jóvenes aprenden con entusiasmo sobre el cuidado de la tierra y el valor de cultivar sus propios alimentos”, explicó Salamanca.

Beneficios del programa en la comunidad

Según el alcalde, entre las experiencias que más han florecido está la llamada “huerto terapia”, una práctica que aprovecha la conexión con la naturaleza para reducir el estrés, mejorar el estado de ánimo y fortalecer la convivencia. Esta iniciativa se ha convertido en una experiencia transformadora frente a uno de los grandes problemas actuales: la soledad.

“Muchas personas —adultos mayores, jóvenes o mujeres que asumen solas las tareas de cuidado— encuentran en las huertas un espacio de compañía y apoyo mutuo, donde vuelven a mirarse como vecinos, comparten aromas, sabores y conversaciones, y generan lazos muy especiales", comentó Salamanca.

Las huertas también han fortalecido la cultura del trabajo en equipo. Un ejemplo son las llamadas edas: cada grupo de participantes siembra una parte del terreno con lo que desee, mientras que la otra mitad se destina a lo que la huerta en colectivo decida producir. Esto enseña a combinar la libertad individual con la responsabilidad compartida y a disfrutar no solo de los frutos propios, sino también de los del esfuerzo colectivo.

“El impacto ambiental es igualmente evidente: menos desechos orgánicos en los rellenos sanitarios, mayor absorción de CO₂ gracias a la cobertura vegetal y un suministro constante de alimentos frescos y libres de químicos para cientos de hogares", señaló.

En paralelo, las huertas están generando un impacto social y económico. No solo funcionan como aulas abiertas en las que la comunidad aprende sobre alimentación sostenible y cambio climático, sino que también han permitido que muchas familias se autoabastezcan. Algunas, incluso, han establecido convenios con restaurantes que trabajan exclusivamente con productos orgánicos, creando un círculo virtuoso: los restaurantes ofrecen platos saludables con materia prima local —lechugas, tomates, kale, hortalizas— y las comunidades encuentran un mercado cercano y justo para sus cosechas.

“La seguridad alimentaria se manifiesta en dos niveles: por un lado, las familias preparan sus propios jugos y ensaladas con lo que producen en huertas como La Llovizna o Guerreros y Guerreras Unidos en Acción. Y por otro, algunas mujeres han logrado acuerdos comerciales con restaurantes de la zona que valoran estos productos cultivados sin químicos”, afirmó.

¿Cuál es el futuro de las huertas en Suba?

El alcalde explicó que la meta es clara: alcanzar la autosostenibilidad. La visión es que, en un futuro, las huertas no dependan del presupuesto público, sino que consoliden sus propios mecanismos de sostenimiento. Para ello, se busca que fortalezcan su labor compartiendo conocimientos en jardines, colegios, universidades, centros de día para adultos mayores, fundaciones y hogares geriátricos, generando ingresos a través de servicios y actividades formativas.

“El sueño a cinco años es que Suba sea reconocida como la tierra de las huertas autosostenibles: espacios que generan empleo y riqueza, donde la comunidad ha logrado que la tierra vuelva al corazón. Un lugar donde las personas aprendan a sembrar, a valorar el trabajo campesino y, sobre todo, a no desperdiciar alimentos porque entienden el esfuerzo que hay detrás de cada ensalada que llega al plato”, señaló Salamanca.

Finalmente, hizo un llamado, pues según él, en la localidad existen muchos espacios privados en desuso que podrían convertirse en escenarios de vida y encuentro. La invitación es a que sus dueños los cedan para el desarrollo de huertas, y que esta iniciativa se extienda también a colegios, universidades, grandes parques, extensiones de tierra e incluso a futuros proyectos urbanísticos.

“Incluir siempre un espacio de cultivo, no solo fortalece el tejido social, sino que también aporta a la salud mental, garantiza seguridad alimentaria y, sobre todo, permite que los vecinos vuelvan a encontrarse, a mirarse a los ojos y a reconocer en los campesinos el verdadero valor de su trabajo”, concluyó.

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Leidy Barbosa

Por Leidy Barbosa

Periodista de la Universidad Externado de Colombia, con énfasis en la producción audiovisual y en animación digital. Apasionada por temas medioambientales y sociales.@leidyramirezbLbarbosa@elespectador.com

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