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Después de una vida llena de aventuras, correteos por toda la casa, ronroneos y pelos por doquier, llega el momento de una última etapa en la vida de su felino. Si tiene un gato sénior en casa, es importante comprender cómo cambia su comportamiento y sus necesidades en esta fase de su vida y, lo crucial, cómo brindarle el mejor cuidado posible para unos últimos años felices y saludables
Un gato se considera mayor a partir de los 11 años, momento en que comienza a entrar en la madurez. No obstante, esto no significa que su gato esté cerca del final de su vida. De hecho, según American Animal Hospital Association, muchos gatos pueden vivir en promedio hasta los 15 años o incluso más, especialmente si gozan de buena salud y reciben cuidados adecuados.
A medida que su gato entra en su última etapa de vida, experimentará cambios tanto en su personalidad como en su salud física. Es importante comprender cómo se manifiestan estos cambios para brindarle el mejor cuidado.
Personalidad del gato sénior: los gatos mayores suelen ser compañeros más tranquilos y afectuosos. A medida que se hacen mayores, su energía disminuye y tienden a volverse más relajados. Si bien ya no son tan juguetones como en su juventud, continúan siendo animales cariñosos y cercanos a sus dueños.
Durante esta etapa, su mascota probablemente pasará más tiempo descansando, durmiendo o buscando lugares tranquilos para relajarse. A pesar de que su actividad física se reduce, su necesidad de cariño, atención y contacto humano sigue siendo importante.
Salud física del gato sénior: al tiempo que los felinos van envejeciendo, las probabilidades de desarrollar una serie de problemas de salud van aumentando. Según American Animal Hospital Association, entre las condiciones más comunes se incluyen artritis, enfermedades renales o trastornos hormonales como hipotiroidismo.
Sin embargo, los síntomas de estas enfermedades no siempre son evidentes, por lo que es importante estar atento a cualquier cambio en su comportamiento o hábitos, como aumento en el descanso, dificultades para moverse, pérdida de apetito o cambios en su comportamiento habitual. A medida que se presentan estos problemas, es esencial llevarlo al veterinario regularmente para que pueda recibir el tratamiento adecuado y mejorar su calidad de vida.
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