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La aventura del maestro Jairo Varela

En el tintero quedó un libro por publicar, que tituló ‘El vuelo de los pájaros al amanecer’.

Edinson Bolaños
10 de agosto de 2012 - 04:18 a. m.
El sepelio de Varela será el domingo en Cali, una ciudad con la que se sintió agradecido.  / Archivo
El sepelio de Varela será el domingo en Cali, una ciudad con la que se sintió agradecido. / Archivo

Hace dos meses, aquella tarde le pregunté si era suficiente lo que había hecho por la salsa. Como siempre, sorprendió con una frase que dejó fría la sala del edificio donde funcionan los Estudios del Grupo Niche, en la calle quinta de Cali: “siempre se queda algo en el tintero. Yo creo que uno se muere con esa idea de superación, porque eso es lo que hace que el ser humano no se quede en la mediocridad”.

Una respuesta después de 30 años de superación en la música. Y lo dice maraqueando sus manos, como acompasando la cadencia de las palabras que hablan de la clave de la salsa y cantan a la vez:

Estos son los tambores que aquí en mi tierra se quedaron
entre trópico manigua y un cununo
un canto como pidiendo al cielo y el cielo mi tristeza se llevó
en este sincero homenaje mi vida yo doy…

Empezamos con la pregunta que le hizo su profesora de primaria en Quibdó, cuando regresó a su tierra natal con la primera canción grabada: ¿Qué profesión tiene Jairo Varela? “No estudié música, soy lo que soy, un músico empírico”, dice el maestro. En ese entonces, ella replicó: “Te felicito, pero ¿qué estas haciendo? “Como si eso no fuera nada”, sentencia el maestro.

Se la lancé mientras sentado en una silla giratoria que parecía su trono me aclaraba que el Grupo Niche como orquesta no surgió en 1979, sino en 1982, y que él lleva la vena musical de su madre: doña Teresa Martínez, pero también la de sus primos, los integrantes de ChocQuibTown.

La música le dio un status, como él lo reconoció. A pesar de que pasó por momentos difíciles, como volarse de los restaurantes cuando llegó a Cali, porque el grupo no tenía donde comer ni como pagar, o cuando la droga hizo estragos en él y en varios de los integrantes del grupo. “Si perdí mi vida, con el sacrificio que significa dedicarse uno a esta profesión, gané mucho interiormente”.

Jairo Varela, cantante tampoco fue. Tan solo dos temas cantó con tremenda voz: “la vida me dio la oportunidad de hacer un remplazo, porque uno de los músicos no fue y grabé Ana Mile y Ese día, pero yo cantante realmente no me considero. Sé hacer cantantes, sé cuando una persona lo está haciendo bien o lo puede hacer mejor”, comenta Varela y toma un sorbo de agua para refrescar su garganta.

Y fue Buenaventura y Caney la primera canción que arreboló las neuronas de más de un salsero. En ella no solo se haya la fusión de la salsa puertorriqueña con los sonidos y ritmos afrodescendientes del Pacifico colombiano, sino la historia de una isla, así como llamó Jairo a esa Buenaventura. A ese Puerto marítimo donde los cueros van en la sangre, del pequeño hasta el más grande.

El maestro se fue con la nostalgia de ver una Buenaventura en decadencia, donde los marinos ya no salen de los buques, ya no se ven como se veían antes porque están prevenidos de lo que pueda pasar en el puerto: “Buenaventura era una fotografía de la rumba. Una manera distinta de expresar y manifestar la alegría de un pueblo”, confesó con cierto dejo, aquella tarde del mes de abril en medio de acetatos y discos de oro que adornan su legendario estudio en el sur de Cali.

Y se quedó en Cali para siempre. Ahí nacieron sus hijos y sus principales melodías que aportaron al posicionamiento de esta ciudad, como la capital mundial de la salsa. “El amor mutuo, el amor entre Cali y este servidor ha sido tan grande y tan comprometido a la vez, que yo creo que no habrá momento en mi vida que no pueda agradecerle”.

De sus vivencias y las de sus amigos nacieron más de cien composiciones que fueron llevadas a la tribuna por el Grupo Niche. Por ejemplo, la alegórica producción que se inventó Varela tras una estampida de muchos músicos que se fueron de Niche, la cual bautizó: Tapando el hueco. “En Ese entonces, gracias a Dios quedó lo fundamental que era Tito Gómez cantando, Albondiga como director musical, Perusa en el piano y este servidor, luego vino Galé. Gente amigos que echaron el buque hacia adelante y llegamos”.

La época dorada de Niche, según el maestro Varela, fue la de la producción, Cielo de tambores en la que están las canciones: Buenaventura, Sin sentimiento, Se pareció tanto a ti, Busca por dentro, entre otras que dieron continuidad a una carrera exitosa en la que lograron mantenerse, “porque eso es lo difícil en este arte”, replica el maestro.

Jairo Varela nunca pudo olvidarse del histórico concierto en el Campo Marte de Perú. Como podré disimular, fue la primera canción que sonó en medio de más de un millón de personas que se aglutinaron en este lugar hecho exclusivamente para la llegada del papa a ese país: “Lima, Perú 1989. Vino un señor de Argentina y nos contrató, nosotros ni sabíamos donde quedaba Lima. Cuando el avión aterrizó vi que en el aeropuerto había gente como para recibir al papa. ¿Quién habrá llegado? Nosotros. El tumulto. Había más de 300 reporteros gráficos. Es difícil de creer eso. Hubo muertos, la gente por tocarlo a uno, fue impresionante”, confiesa con nostalgia el compositor.

Pero el maestro también tuvo tiempo para llorar en esta, una de sus últimas entrevistas que concedió este año. Y lo hizo cuando recordó la “injusta condena”, como dice una frase que se extiende lánguida por todo el estudio del Grupo Niche, y que está plasmada en una de sus famosas canciones: A prueba de fuego. “Mi mamá murió cuando yo estaba en la cárcel de Vista Hermosa en Cali en 1999, y no me dieron permiso para ir al entierro. El fiscal de la nación dijo que yo era una persona de alta peligrosidad simplemente porque le dije: usted no reconoce que es un negro, a Alfonso Gómez Méndez le dije, usted no reconoce que es negro”.

El maestro recuerda quienes ayudaron a que su proyecto se hiciera realidad: “han pasado más de 120 músicos por la orquesta, y a cada quien, es justo reconocer en este momento, lo que han aportado: su talento y sus ideas para lograr lo que hoy es el Grupo Niche. No voy a decir que todo lo hice yo, y es justo reconocer: hubo un Cesar Monge Albondiga, Tito Gómez, Alexis Lozano, Javier Vásquez, Charly Cardona, Pelusa, Moncho Santana, tantos músicos que han pasado por aquí, que aportaron y yo creo que debido a ese talento que se dio en determinado momento paso lo que paso y aquí estamos”, expresó Jairo Varela.

Sin embargo, hay algo que se quedó en el tintero, como dice él. La publicación de un libro que no es una autobiografía, sino una novela costumbrista que surgió de sus vivencias en el Chocó y luego en Cali. Una novela que en la clandestinidad tituló: El vuelo de los pájaros al amanecer: “Llevo 4 años escribiéndola y todavía no veo la luz al final del túnel, no es fácil porque me metí con la parte más difícil, la imaginación. Es una novela que relata la vida de una familia de desplazados que emigró del bajo Baudó en Chocó, llegó a Buenaventura y luego a Cali”.

Le pregunto, que por qué El vuelo de los pájaros al amanecer, y su respuesta es más que una metáfora: “Porque los pájaros migran, y ahora peor porque no saben donde van a dormir, porque el hombre ha talado tanto que donde llegaban el año pasado, no saben si esa parte de la naturaleza sigue existiendo”.

Y esta es una de esas historias que uno quisiera solo escribírselas a personajes como usted maestro. Ricas en metáforas que se expanden como diásporas por el mundo del amor y la vida. Que nos abren y cierran la boca de forma intermitente como si su mente hubiera hecho pacto con ellas para mantenernos en ese estado. Cayendo la noche, mientras salía de su casa estudio en la calle quinta de Cali, me hizo una última recomendación: “no olvides avisarme cuando la vayas a publicar”.

Por Edinson Bolaños

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