Cientos de bolsonaristas irrumpieron ayer, domingo, en el Capitolio de Brasil, el Tribunal Supremo y el Palacio de Planalto. Reclamaron una intervención militar para derrocar a Luiz Inácio Lula da Silva, ocho días después de que asumiera la Presidencia por tercera vez. El discurso de unas elecciones robadas —el mismo que ha hecho eco en otros países, como Estados Unidos— alimentó las acciones de unas personas que, desde que Jair Bolsonaro perdió los comicios de octubre de 2022, han mostrado inconformismo frente al nuevo gobierno de Brasilia.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
El año pasado fueron los bloqueos masivos de varias vías mediante aglomeraciones de miles de seguidores que salieron a las calles cuando se hizo oficial la derrota del expresidente. Ayer, una masa de gente levantó una barricada para contener a la policía y despejar su camino por el Congreso. Una vez adentro, intentaron construir más barricadas con sillas. Afuera, con palos y postes, atacaron a los uniformados. Mientras tanto, Bolsonaro estaba en Florida, donde festejó Año Nuevo, y Lula da Silva se hallaba en São Paulo, visitando a las personas afectadas por las fuertes lluvias en Araraquara.
Le sugerimos: El día que la anarquía se tomó a Estados Unidos
“Quien haya hecho esto será encontrado y castigado. La democracia garantiza el derecho a la libre expresión, pero también exige que las personas respeten las instituciones. No hay precedente en la historia del país de lo que hicieron hoy. Por eso deben ser castigados”, escribió el mandatario en Twitter. “Esos que llamamos fascistas, lo más abominable de la política, invadieron el palacio y el Congreso. Creemos que hubo una falta de seguridad”, agregó.
Al respecto, Caio Manhanelli, consultor político, dice que “esta no es la primera vez que un público fascista se manifiesta en Brasil. Es una cuestión mundial: lo vemos en Europa, con la elección de presidentes que son ultraconservadores, y aquí en forma de un porcentaje de seguidores que, sin embargo, no forman una mayoría. Ellos son ruidosos y están enseñando su fase violenta, atacando las instituciones”. El analista cree que algo así no podría suceder entre semana: “Esto solo podría pasar un domingo, cuando no hay nadie en los edificios. El daño es material, pero la reacción vendrá de manera institucional”.
Lo sucedido en Brasil ocurrió dos días después de que se cumpliera el segundo aniversario de aquel 6 de enero, cuando los seguidores de Donald Trump ingresaron al Congreso estadounidense para impedir la certificación de Joe Biden como presidente. “De alguna manera, estos eventos tienen algo que ver. Existe una relación con la manera de construir burbujas de gente alienada y autoritaria. La fecha no tiene tanto que ver, pero los eventos están relacionados. En realidad, es una cartilla fascista que se está usando de manera clara en países que buscan volver a políticas más preservacionistas, más desarrollistas; a políticas que tengan una economía de mercado interno. Esta cartilla empieza a deconstruir el apoyo que el Estado tiene de la población”. Por eso, dice que hay una agenda ultraliberal que busca deconstruir el mínimo estado de bienestar social que han desarrollado algunos países latinoamericanos en las últimas décadas.
Sobre la cercanía entre Donald Trump y Bolsonaro, cree que el exmandatario brasileño es sumiso, mientras que el estadounidense es una pieza clave en esa agenda fascista que existe a escala mundial. “En ella participan intelectuales y partidos políticos de España, Italia, Portugal y Alemania, entre otros países, que intentan acoplarse a demandas sociales, vinculándolas a una agenda golpista o antiinstitucional”. Según él, Trump y Bolsonaro contribuyen a eso: a la creación de posturas de masa en contra de las instituciones.
Le puede interesar: Andrew Selee: “A Biden no le funcionó no tocar el tema de la migración”
Lula da Silva expidió un decreto que permite la intervención de las fuerzas federales para retomar el orden en la zona, pero, más allá de sus acciones, Manhanelli dice que lo importante es saber qué van a hacer las instituciones tras lo sucedido. “El Congreso, la Presidencia y la Suprema Corte fueron atacados y, en respuesta, como ya se dijo, se construirá el camino jurídico para imputar a los responsables por los ataques terroristas a la democracia, porque eso fue lo que pasó: un ataque terrorista contra las instituciones más importantes de Brasil. Es decir, la cuestión no solo es de Lula”.
En medio de ello, el analista considera que el nuevo gobierno tiene dos retos por delante: en el ámbito político y administrativo, sacar a la gente de la pobreza, incentivar el mercado interno y desarrollar el país. Es decir, “sacar a la gente de la cola del hueso, como decimos acá”. El otro reto tiene que ver con comunicarse con las personas que no lo quisieron escuchar durante la campaña y votaron por Bolsonaro, pero que no son las mismas que salieron ayer a las calles.
Considera, además, que lo que sucedió “marca más al gobierno que pasó que a la nueva administración. Esto muestra un proceso de radicalización de la violencia y la diseminación del odio que construyó Bolsonaro desde el 1.° de enero de 2019, cuando asumió la Presidencia de Brasil. “Él encajó como un guante en la estructura de la agenda fascista, que permitió crear un ejército de alienados que reacciona de manera violenta cuando no están de acuerdo con algo. Lo sucedido ayer marcó el fin trágico de un gobierno hecho por un no político. Marcó el fin de un desgobierno en Brasil”.
Durante las horas de la tarde del domingo, la policía retomó el control del Congreso y 150 personas fueron detenidas. Todavía estaban en marcha operaciones para evacuar a los manifestantes de la sede del Tribunal Supremo —máxima corte del país— y del Palacio Presidencial de Planalto.
Además, varios líderes mundiales reaccionaron ante lo sucedido. El presidente estadounidense, Joe Biden, calificó de “escandaloso” el asalto a edificios gubernamentales en Brasil por parte de los agitadores ultraderechistas. Biden se refirió al hecho durante un viaje por El Paso, estado de Texas (sur), en la frontera con México. Más temprano, su secretario de Estado, Antony Blinken, había señalado que “condenan” los “ataques contra la Presidencia, el Congreso y la Suprema Corte” de Brasil. “Usar la violencia para atacar las instituciones democráticas es siempre inaceptable”.
Por su parte, Gustavo Petro, presidente de Colombia, afirmó: “Toda mi solidaridad a Lula da Silva y al pueblo del Brasil. El fascismo decide dar un golpe. Las derechas no han podido mantener el pacto de la no violencia. Es hora urgente de una reunión de la OEA, si quiere seguir viva como institución y aplicar la carta democrática”, añadió.
Ante la violencia que vivió el país, las reacciones también llegaron desde Europa. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, se sumó a los mensajes de rechazo y manifestó su respaldo al presidente Lula. En la región, Alberto Fernández, presidente de Argentina, y Gabriel Boric, mandatario de Chile, también se pronunciaron. “Impresentable ataque a los tres poderes del Estado brasileño por parte de los bolsonaristas”, dijo el mandatario chileno y agregó: “El gobierno de Brasil cuenta con todo nuestro respaldo frente a este cobarde y vil ataque a la democracia”. Fernández, por su lado, comentó que “quienes intentan desoír la voluntad de las mayorías atentan contra la democracia y merecen no solo la sanción legal que corresponda, sino también el rechazo absoluto de la comunidad internacional”.
👀🌎📄 ¿Ya se enteró de las últimas noticias en el mundo? Le invitamos a verlas en El Espectador.