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He tomado mucho aire para procesar las imágenes de horror que nos deja el campo de exterminio y reclutamiento del Rancho Izaguirre en Jalisco con alrededor de 400 pares de zapatos. Esa perturbación de caminar, de respirar y vivir encima de un cementerio clandestino -que parece no importarle a nadie- la viví en carne propia el año pasado en Irapuato, Guanajuato, cuando acompañé a Karla, una hermana buscadora, a recorrer lotes baldíos de donde salen dentaduras, pedazos de fémur, un cinturón, la impunidad.
Con un pico de hierro, narré para Cuestione el año pasado por qué Karla se había ganado el apodo de la “Hulk” Jiménez. En tres años buscando a su hermano, la buscadora logró desenterrar 136 “positivos” o fragmentos de huesos que pertenecen a ese número de personas.
De todas las historias violentas que he documentado como periodista en 20 años, la de Karla es por mucho de las más crueles; quizás porque los muertos y las dolencias de tu propio pueblo calan en lo más profundo del alma.
Ania Margoth
Después de Karla, se localizaron los restos de Ania Margoth -una migrante colombiana- en otra fosa enorme de Michoacán y cuando su abogado me dijo en entrevista que si algún día desaparecía “no me iba a buscar ni el consulado de Colombia ni las autoridades en México”, por primera vez quise dejar de ser periodista.
La realidad es brutal. Los desaparecidos no localizados en México, aunque en tiempos de duración distintos, superan los de la dictadura militar argentina, la chilena... hasta la cifra de desaparecidos por los conflictos en Yugoslavia y Libia.
Le hemos fallado a Karla en México y a las migrantes colombianas asesinadas en México también. Todos. Por los estereotipos, las calumnias, por omisión y por indiferencia.
También fallan brutalmente quienes permiten eliminar las historias de las víctimas de la violencia que tanto nos cuesta documentar como ocurrió con la de Karla y Ania en Cuestione desde que se cerró el portal. Se invisibiliza nuestro trabajo y se jode la memoria histórica de la que nos agarramos para exigir: “Teuchitlán, NUNCA MÁS”.
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