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Duelo migratorio en pandemia: emociones difíciles de procesar

Si no se toman medidas frente a los problemas mentales que genera la migración, el trauma será irreparable para las futuras generaciones.

Nicolás Marín
23 de julio de 2021 - 11:00 a. m.
La migración es una debacle existencial cuya solución no es igual para todos los individuos. / Óscar Pérez
La migración es una debacle existencial cuya solución no es igual para todos los individuos. / Óscar Pérez
Foto: Óscar Pérez

Imagine tener que salir a la fuerza de su casa, de su país y tener que dejar atrás su cultura, su familia, su historia y su raíces para buscar comida o, en el mejor de los casos, un futuro promisorio para sus seres queridos. La letra menuda de dicho viaje, que arranca frente a un abismo de incertidumbre, dice que en cualquier momento del camino se puede encontrar con cualquier cantidad de peligros, amenazas e incluso con la muerte. Ese estado mental se ha convertido en una constante para miles de migrantes venezolanos en Colombia, quienes además del hambre, la pobreza, las humillaciones y el rechazo se han tenido que adaptar a un contexto de pandemia que ha empeorado su salud mental en el último año. Si bien el país avanza para mejorar su llegada, los riesgos a mediano y largo plazo son críticos.

Según la última cifra entregada por Migración Colombia, en el país se encuentran 1’742.927 venezolanos, de los cuales el 54 % estarían en condición irregular en el país. Según la revista The Lancet, sin embargo, hay dos millones de venezolanos que migran pendularmente hacia Colombia en busca de alimentos, medicamentos, ropa y atención médica. La revista señala que “la exposición al trauma, los eventos que transforman la vida y las pérdidas en todas las fases de la migración venezolana son factores de riesgo que contribuyen a que los migrantes sean más susceptibles a desarrollar trastornos psiquiátricos”.

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Este flujo de personas tiene características particulares que se presentan en Colombia y otras comunes asociadas a cualquier tipo de migración. Lo primero que se debe tener en cuenta es que las condiciones, en términos médicos, de los venezolanos que salen huyendo no son las mejores. De hecho, un artículo de agosto del año pasado de The Lancet asegura que, además de que el sistema de salud venezolano ha perdido la mitad de sus médicos debido a la migración, “hay un 85 % de escasez de medicamentos, y hay hospitales que carecen de servicios de agua y electricidad”.

A esto hay que sumarle que frecuentemente a las personas que padecen de trastornos mentales graves y crónicos solo se les puede brindar atención en el hogar. “Los medicamentos antipsicóticos son escasos en Venezuela. La automedicación con antidepresivos y ansiolíticos que son traídos de otros países es frecuente. La tasa de suicidios en Venezuela ocupa el segundo lugar en el hemisferio occidental después de Guyana”, señaló la revista.

El duelo

Todo este proceso, incluso para los que no padecen de ningún trastorno, empieza a generar un duelo migratorio cargado de emociones difíciles de procesar que se condensan en un estado permanente de sentirse lejos del hogar. Las causas más frecuentes del duelo, según el reciente estudio “Semiología de la migración”, publicado por el psiquiatra José Antonio Garciandía Imaz y la doctora Isabella Garciandía Rozo, “son la soledad, el sentimiento de fracaso, la lucha por la supervivencia básica y la situación de miedo y temor que ha debido vivir en situaciones de riesgo por mafias, autoridad y otras circunstancias”.

El estudio agrega que quienes tienen mayor riesgo de pasar del duelo a la patología son aquellos que viajaron para vivir y trabajar en otro país y solo logran condiciones de explotación y aislamiento. En este grupo también se incluyen quienes buscan refugio por hambre, violencia y disturbios políticos.

El tema no es de poca monta, de hecho, el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Filippo Grandi, llevó a cabo 8.000 entrevistas en 2020 para monitorear la situación de migrantes venezolanos en diferentes puntos de la región. Lo que encontró es que la mitad, es decir, el 50,2 % de las familias, corrían el riesgo de sufrir lesiones o recurrían a comportamientos riesgosos de supervivencia. “La victimización y la explotación son comunes en las regiones fronterizas. Los actores armados obligan a los migrantes indocumentados a trabajar en los campos de coca o en las minas ilegales de oro, y las mujeres venezolanas se han visto obligadas a realizar trabajo sexual”, asevera The Lancet.

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Las consecuencias del duelo son muchas e incluso podrían afectar a los menores de edad, cosa que todavía está por verse en la migración venezolana. Germán Casas, presidente de Médicos Sin Fronteras (MSF) para Latinoamérica, afirmó a El Espectador: “Los efectos difíciles del arraigo complejo y del desarraigo generan una serie de traumas psicolológicos que se pasan de generación en generación. Estoy absolutamente seguro de que en unos años habrá estudios para la población migrante venezolana, algo evidente, porque el funcionamiento psicolólogico afectado va a crear estas reacciones como lo ha hechos en otros lugares del mundo”.

Sobre el fenómeno, el estudio “Semiología de la migración” explica que “se trata de una transmisión negativa en la que se transmiten elementos no transformados, no representados, que invaden el campo psíquico y bloquean la transmisión del pensamiento, y el material psíquico de las experiencias de desarraigo se proyecta a hijos y nietos de los sujetos que han emigrado y se convierte en una experiencia psíquica alienante”.

La migración sur-sur

Otro factor clave en el flujo migracional venezolano hacia Colombia es el país a donde llegan. Como menciona Casas, se trata de una migración sur-sur, es decir, que las personas salen de un país de bajos o medianos ingresos a uno similar. A pesar de que Colombia ha dado pasos gigantes para mejorar la recepción de los migrantes, uno de ellos la instauración del Estatuto de Protección Temporal al migrante, la población que llega sigue siendo más vulnerable a padecer episodios de depresión, trastornos de estrés postraumático (TEPT) y mayores niveles de ansiedad.

De acuerdo con el informe de The Lancet, “un estudio que evaluó la depresión, la ansiedad generalizada y el trastorno de estrés postraumático en mujeres colombianas desplazadas en Bogotá encontró que el 63,4 % de estas mujeres tenían sintomatología que sugería la presencia de al menos una de estas condiciones. Otro estudio de migrantes venezolanos en Bogotá mostró que el 21 % tenía un posible TEPT”.

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Sí, las mujeres son posiblemente uno de los grupos cuya salud mental y física más sufre al migrar. Casas asegura que desde MSF se han encontrado con mujeres venezolanas solas, otras que han dejado a sus hijos en Venezuela con hijos pequeños y muchas rupturas de lazos familiares. “Las mujeres corren riesgos mayores que los hombres en cuanto a que son víctimas de abuso sexual y de tráfico de personas, el cuidado de los niños les genera una doble responsabilidad o el hecho de haber dejado a sus hijos atrás, algo que se conoce como los niños dejados atrás, les aumenta la carga. Todo esto genera culpabilidades y situaciones muy complejas, por lo que hay más riesgo de traumas migratorios en las mujeres”, señaló a este diario.

¿Qué hizo la pandemia?

Este miércoles la Organización Mundial de la Salud, señaló que “la pandemia de coronavirus tendrá un impacto a largo plazo en la salud mental de las poblaciones. “Desde la ansiedad vinculada a la transmisión del virus, el impacto psicológico de los confinamientos, las consecuencias vinculadas al desempleo, las dificultades financieras hasta la exclusión social (…) todo el mundo se ve afectado de una manera u otra”, advirtió.

En poblaciones vulnerables como los migrantes, la situación es aún peor.

En general, un desplazamiento de este tipo es difícil y traumático, pero ahora lo es más con la crisis sanitaria desatada por el COVID-19. Como afirmó recientemente el alto comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, “el COVID-19 no es solo una crisis de salud física, sino que ahora también está provocando una crisis de salud mental. Aunque muchos refugiados y desplazados internos tienen una notable capacidad de recuperación y son capaces de seguir adelante, a pesar de haber experimentado la violencia o la persecución de primera mano, sus capacidades para hacer frente a la situación están ahora al límite”.

Germán Casas coincide con Grandi al señalar que la pandemia aumentó los riesgos para los migrantes, generó problemas graves de xenofobia y adaptación en las sociedades de acogida, en donde “muchas veces se acusó a lo venezolanos de estar propagando el virus y acabó con los puestos informales de trabajo a los que habían accedido, además, muchos países cerraron su frontera durante las cuarentenas estrictas, lo cual generó un represamiento de población migrante en condiciones muy complejas e incrementó la migración irregular por las trochas, que multiplica los riesgos para esta población”.

El experto agregó que es muy fácil decirles que se queden en casa, sin pensar que no tienen dónde quedarse, o que se laven las manos cada vez que puedan, ignorando que muchas veces no hay agua para beber o para darles a los bebés. “La población venezolana ahora está mucho más expuesta, estigmatizada y en mayor riesgo”, señaló.

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The Lancet asegura que, de acuerdo con una evaluación rápida, el 84 % de los hogares con migrantes venezolanos carecen de mercado suficiente para cumplir con las tres comidas del día y “el trabajo remunerado como fuente principal de ingresos se ha desplomado al 91 % durante los aislamientos y las cuarentenas en todo el país. Esto potencia la migración pendular, en la que las personas buscan en una mediana satisfacción de sus necesidades entre la sociedad de acogida y en la propia. Sin embargo, esto solo hace que el ciclo de vulnerabilidades aumente, pues en los recorridos vuelven a chocarse con los riesgos y las amenazas.

¿Qué se puede hacer?

Las soluciones no son inmediatas ni fáciles de implementar, pero debe haber un esfuerzo conjunto entre el Gobierno colombiano y la sociedad civil para lograrlo. Si se tiene en cuenta que la migración forzada se da principalmente por la ausencia de las necesidades básicas, es necesario incrementar los esfuerzos para otorgárselos, pues como insiste Casas, “se debe recordar en todo momento que se trata de seres humanos que no están saliendo por voluntad propia”.

En ese sentido, es fundamental inscribirlos al sistema de salud cuanto antes a través del Estatuto Temporal de Protección, pues esta es la forma más fácil para garantizar su acceso a servicios de salud mental de calidad. The Lancet explica que “se necesita coordinación entre los organismos de respuesta para lograr una cobertura integral. Los enfoques probados incluyen: búsqueda activa, tamizaje de los trastornos de la salud más comunes utilizando instrumentos de evaluación validados y la aplicación de un modelo de atención escalonada para remitir a las personas que presenten síntomas serios a intervenciones basadas en la evidencia, aprobadas por la Organización Mundial de la Salud”.

El estudio “Semiología de la migración”, por su parte, señala que la migración “en cierto modo es siempre una debacle existencial, cuya solución no es igual para todos los individuos. Pero la solidaridad, la cooperación y la comprensión generosa serán las claves fundamentales para salir de esa debacle y, para algunos, catástrofe”.

Por último, es necesario tenerlos en cuenta dentro del marco de la respuesta nacional contra el COVID-19. Justamente ayer, la canciller y vicepresidenta Marta Lucía Ramírez afirmó que gracias a ayudas internacionales será posible “vacunar a los dos millones de venezolanos que hay en Colombia. Colombia no puede preguntarse por ningún motivo si primero los colombianos o primero los venezolanos. No. Los dos al tiempo de acuerdo con los criterios etarios y rangos de vacunación”. El gesto no solo es por una cuestión de cuidado general, sino porque es fundamental para preservar su salud física y mental.

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