El drama de Guayaquil: donde los muertos no tienen descanso por cuenta del coronavirus

La ciudad ecuatoriana es la más golpeada por la pandemia del COVID-19 en América Latina. Las personas mueren dentro de sus casas y los cuerpos esperan días para ser recogidos. Las morgues están repletas y los cementerios cerrados. Tampoco hay suficientes pruebas para determinar la causa de los fallecimientos. ¿Qué falló?

Jesús Mesa
05 de abril de 2020 - 01:00 a. m.
El drama de Guayaquil: donde los muertos no tienen descanso por cuenta del coronavirus

Dicen las crónicas de prensa en Ecuador que no es la policía, sino los buitres los que sobrevuelan por estos días los cielos de Guayaquil. En silencio, desde sus casas, los habitantes de la ciudad ven con impotencia como la pandemia del COVID-19, despiadada y sin compasión, irrumpió de manera implacable contra la segunda ciudad más importante del país. Los muertos se acumulan en los hospitales, las casas y hasta en los andenes de la ciudad, sin nadie que pueda, o quiera, reclamarlos.

La epidemia del coronavirus en Ecuador, uno de los países más infectados per cápita del mundo, con más de 3.465 casos y 172 fallecidos (al 4 de abril), reveló una de las facetas más duras de la tragedia, pero también una de la que poco se hablaba. Mientras los gobiernos del mundo pensaban formas y estrategias para reducir los contagios y enfermos, fueron pocos los que se detuvieron a pensar qué pasaría con los muertos.

Las imágenes de cadáveres tirados en las calles, o apilados en los hospitales, en Guayaquil han demostrado que hasta en el manejo de los muertos esta crisis cogió a todos desprevenidos. La situación en la ciudad, que concentra el 47 % del total de los casos del país, se complicó porque ante la rápida proliferación las capacidades de reacción de los cuerpos de socorro quedaron saturadas. Numerosos pacientes tuvieron que quedarse en sus casas y no tuvieron otra opción que morir encerrados. De acuerdo con el presidente Lenin Moreno, cerca de 150 cuerpos se recogen al día en la ciudad, la más afectada por el brote en el país.

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Pero no todos estos muertos han sido causados por el coronavirus. Expertos consultados por El Espectador aclaran que si bien muchos de los cuerpos represados fallecieron a causa del COVID-19, hay también otros que lo hicieron por otras causas. El verdadero problema es que no hay quién se haga responsable de ellos.

“En Guayaquil hay 195 muertes diarias aproximadamente por muchas causas. Ahora hay más muertes por COVID-19, o agravadas por el virus, pero ante el pánico de la gente cualquier persona que muere en casa lo dejan ahí y piensan que es muerte por el brote. Gente que se desploma en la calle por un infarto y nadie lo quiere tocar ni retirar”, dice el doctor Daniel Simancas-Racines, coordinador del Centro Asociado Cochrane de Ecuador.

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Las autoridades dicen haber recolectado los cadáveres de unas 300 personas fallecidas en domicilios que, por falta de sitio en morgues repletas, no habían podido ser levantados por efectivos de Criminalística de la Policía Nacional. Sin embargo, la falta de capacidad de los servicios forenses y el cierre de servicios funerarios, que han rechazado el manejo de los cuerpos de víctimas mortales del COVID-19, ha hecho más difícil la labor.

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¿Pero por qué se expandió con tanta fuerza el coronavirus allí? De acuerdo con Esteban Ortiz, salubrista y experto en Salud global con mención en epidemiologia de la Universidad de las Américas de Guayaquil, son varios los factores que hicieron que la ciudad se convirtiera en “una pequeña Italia”, como la han llamado medios internacionales. El experto apunta principalmente a cuatro posibles causas: fallas en el sistema de control epidemiológico del país, la tardanza de las autoridades locales en informar con claridad sobre el peligro que se avecinaba, la presencia del aeropuerto y, la más importante, la desigualdad social de la ciudad.

Guayaquil es una ciudad donde las desigualdades sociales saltan a la vista. Los barrios lujosos tienen como telón de fondo enormes barriadas populares. De acuerdo con las más recientes cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos de Ecuador (INEC), es la segunda ciudad con la tasa de pobreza más alta del país (8,4 %).

 

“Muchas de las llamadas a la línea de atención de COVID-19 provienen de zonas que sabíamos eran vulnerables al virus”, dice Ortiz. “Hogares que no cuentan con agua o con jabón, en condiciones de hacinamiento o con personas con antecedentes de enfermedades no tratadas”, agrega.

Una tesis que ha ganado notorieridad en los medios es la de una supuesta desobediencia civil por parte de los habitantes de Guayaquil, algo que Ortíz cuestiona. El experto dice que esto es “injusto” y señala a quienes debían comunicar el peligro y a la falta de información como los mayores causante de la crisis.

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“Hubo una pobre vigilancia epidemiologica y una deficiente comunicación, lo que hizo que la gente que llegó desde Europa no tuviera idea de que podía estar enferma, mucho menos que no debía socializar”.

Un ejemplo de ello es el primer caso de contagio en Guayaquil, el de una mujer de 71 años que llegó de España, que también fue el primero en Ecuador y pasó casi dos semanas desapercibido en el país. La señora arribó a la ciudad el 14 de febrero para visitar a sus familiares y fue recibida en una gigantesca fiesta. Ahí comenzó la tragedia.

“No hubo un buen control después de su arribo", dijo Ortiz a El Espectador.

En total, al menos doce personas del núcleo familiar se contagiaron en esa fiesta de bienvenida. Una semana después, el 22 de febrero la mujer fue internada en un hospital, el 29 de ese mismo mes se confirmó la presencia del virus en su cuerpo, y el 13 de marzo la mujer falleció. El Gobierno, por su parte, aseguró que había establecido que al menos casi 180 personas tuvieron contacto con la mujer antes de ser internada en el centro de salud.

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Sin embargo, otros casos similares en los que las personas que no sabían que tenían la infección, habrían ayudado a propagar el virus. Durante esas semanas de febrero fueron cientos los vuelos que llegaron desde Europa, principalmente España, en donde Ecuador tiene su comunidad migrante más grande (422.000 residentes). Los controles migratorios eran mínimos, según denunciaron algunos viajeros, lo que explica por qué la mayoría de los casos se concentraron en ciudades con aeropuertos internacionales, como Guayaquil y Quito.

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“Mucha gente se contagió y no se tomaron las precauciones. Mucha gente llegó a la par de viajes de Italia. Hubo un brote en un sector muy residencial. No fue solo este caso índice. Ahora estamos en franca transmisión comunitaria sostenida”, dice Daniel Simancas-Racines, coordinador del Centro Asociado Cochrane de Ecuador.

Como pasa en varios países de América Latina, la principal dificultad para combatir el virus es la falta de pruebas para hacer el diagnóstico. Mientras que en Colombia, por cada sospechoso se hacen cuatro pruebas, en Ecuador se hace apenas una, de acuerdo con Simancas-Racines.

“Esto implica que hacemos la prueba a pacientes muy graves, pero no a los que están en el cerco epidemiológico. Tenemos un subregistro bárbaro que también ayuda a la trasmisión del virus”, dice el epidemiólogo ecuatoriano.

El presidente Lenin Moreno admitió este problema a través de una alocución y dijo que la crisis del coronavirus “es más grave de lo que parece. Sabemos que tanto en número de contagios, como de fallecimientos, los registros oficiales se quedan cortos. La realidad siempre supera el número de pruebas y la velocidad con la que se presta la atención”, concluyó el mandatario.

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