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El papel de Colombia en el retorno a la democracia de Venezuela

En la estrategia de Colombia se deberían demarcar líneas rojas sobre asuntos en los que no se trance y teniendo en consideración los intereses nacionales.

Daniella Monroy Argumedo*
14 de febrero de 2023 - 12:00 p. m.
Gustavo Petro y Nicolás Maduro durante la primera visita oficial del presidente colombiano a Venezuela, en noviembre pasado.
Gustavo Petro y Nicolás Maduro durante la primera visita oficial del presidente colombiano a Venezuela, en noviembre pasado.
Foto: Cortesía SIG

La llegada de Gustavo Petro al poder ha significado una nueva etapa en la relación entre Colombia y Venezuela. Dos naciones que nacieron hermanadas, pero han sufrido conflictos a lo largo de la historia hoy se miran cercanamente, aunque haya rezagos de desconfianza.

De forma inusual, a finales de noviembre del año pasado, Petro anunciaba que el gobierno Maduro y la oposición venezolana retomarían en pocos días los diálogos en México que se habían interrumpido hacía más de un año cuando el régimen conoció la orden de extradición por corrupción a Álex Saab, cercano a Maduro. Mientras que la administración de Iván Duque le declaró una afrenta al gobierno venezolano que hasta llevó al rompimiento de las relaciones diplomáticas, el presidente actual anuncia las conversaciones de facciones políticas de un país vecino. Hay un viraje marcado en materia de política exterior en el que es evidente el interés del gobierno Petro en la estabilidad política en Venezuela.

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Los presidentes Emmanuel Macron, de Francia; Alberto Fernández, de Argentina, y Petro sostuvieron un encuentro con Jorge Rodríguez, representante de Maduro, y Gerardo Blyde, opositor, en el que manifestaron su apoyo a la reanudación de la negociación. La ven como la única vía para salir de la crisis política en Venezuela que ha conducido a la diáspora y se abocan a “animar a los actores políticos venezolanos a acordar una salida a la crisis, con miras a unas elecciones presidenciales libres, democráticas y con observación electoral internacional en 2024 en Venezuela”.

Varios países, incluyendo a México, se han comprometido en impulsar los diálogos en el país vecino, aunque de forma variopinta. Los presidentes López Obrador de México, Fernández de Argentina y Petro de Colombia reconocen a Maduro como presidente legítimo, mientras que Macron, de Francia, es precavido y si bien apoya los diálogos en Venezuela, no lo reconoce oficialmente.

El involucramiento de Colombia en la negociación entre el oficialismo y la oposición demuestra que el contexto internacional es diferente a cuando comenzó el fallido “cerco diplomático”. Por un lado, la región ahora es mayormente progresista. Por el otro, la política internacional se ha modificado por la invasión rusa en Ucrania. El petróleo venezolano ha cobrado un nuevo atractivo incluso para Estados Unidos, país que ha propuesto una concesión parcial a Chevron para expandir sus operaciones en Venezuela con la condición de que Maduro avance en dirección a los diálogos en México.

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Por esa y más circunstancias, Washington ha tomado una posición más pragmática hacia Maduro que la que tenía Trump. Sin embargo, no afloja del todo en las sanciones que le ha impuesto. Incluso en diciembre se aprobó la Ley Bolívar que prohíbe a las agencias federales negociar con cualquier compañía que respalde a Maduro.

Estados Unidos marca un contraste interesante con Colombia. Es para denotar que Petro le ha exigido poco a Maduro a la hora de reconocerlo, con todo y que no se han reanudado las relaciones bilaterales tan rápido y con tantos réditos como se pensaba, tampoco Venezuela ha mostrado mayor interés en concretar su regreso al Sistema Interamericano de Derechos Humanos (que tanto Petro le ha solicitado) y no se apropia de la gestión migratoria muy a pesar de que continúan llegando venezolanos a Colombia aunque en menor cuantía.

En la estrategia que debería seguir Colombia se deberían demarcar líneas rojas sobre asuntos en los que no se trance y teniendo en consideración los intereses nacionales. Por ejemplo, mantener las negociaciones del gobierno nacional con el ELN por un lado y la reconstrucción de la relación con Venezuela por otro, o mediar entre la oposición y el oficialismo en momentos tensos del diálogo, siempre manteniendo una imparcialidad que conlleve a buen término el proceso en México y la consecuente realización de elecciones libres en Venezuela.

* Investigadora del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario y del Radar Colombia Venezuela en alianza con la Fundación Konrad Adenauer. Consultora asociada de Diálogo Ciudadano Colombo Venezolano.

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Por Daniella Monroy Argumedo*

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