Donald Trump quiere cosas y las quiere rápido. Su problema acá no es tanto el qué, sino el cómo. En su última campaña, el presidente no presentó un plan claro para ayudar a resolver la grave situación que enfrenta Medio Oriente, aunque manifestó que ese era uno de sus deseos más importantes: la paz. Eso sí: lo único seguro, dado su historial, es que una negociación balanceada no era una opción en la mesa.
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Trump ya había dejado notar que en el conflicto palestino-israelí se ponía de un lado de la balanza. Durante su primer gobierno, el republicano reconoció la anexión israelí de los Altos de Golán y a Jerusalén como la capital de Israel, dos decisiones que sacudieron el tablero, pues dinamitaron la capacidad de Washington de impulsar un diálogo. A los palestinos, por otro lado, no los abordó. Se limitó a decir que habían “desaprovechado” una tierra que, para este hombre de negocios, podría convertirse en un territorio similar al principado de Mónaco. Ahora que ha vuelto a la Casa Blanca, Trump sigue con la misma visión de la situación, aplicando su experiencia en el campo inmobiliario.
“Trump cree que sus declaraciones provocativas contribuyen a su supuesto ‘Arte del acuerdo’, subiendo la apuesta para llegar a una posición intermedia, algo que ha hecho repetidamente estas últimas dos semanas con Canadá, México y Colombia. Pero el conflicto entre Israel y Palestina es diferente”, dijo Bader Al Saif, profesor adjunto de la Universidad de Kuwait e investigador asociado de Chatham House, a The Financial Post.
El martes en la noche esbozó su plan para “solucionar” el conflicto, el cual incluiría “tomar el control” de Gaza y expulsar a los gazatíes, presionando a sus vecinos Egipto y Jordania para que los reciban, además de “promover empleos” para los desplazados. De entrada, esto presenta varias barreras: ignora el apego de los palestinos a esta tierra, rompería su promesa de no entrar en guerras extranjeras, destrozaría el derecho internacional y, más importante, cuenta con la resistencia árabe al proyecto, el actor decisivo para llevar cualquier negociación a buen puerto.
Arabia Saudita, la ficha clave para Gaza
Toda conversación sobre el futuro de Gaza atraviesa a Arabia Saudita. Si Israel normaliza relaciones con Riad ganaría legitimidad en la región y acceso a mercados y cooperación con la mayor economía árabe. Dicho reconocimiento es de suma importancia para el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, en el propósito de expandir su aceptación con los musulmanes. Riad, que busca el liderazgo del mundo árabe por otro lado, usaba esta llave como palanca para obtener algunas concesiones para la cuestión palestina. Eso sí, sin figurar nunca como esa llave para resolver la crisis.
“Los saudíes han maniobrado bien al presentarse no como líderes, sino como arquitectos de un consenso árabe y musulmán, y al hacerlo, han repartido la responsabilidad”, le dijo Emile Hokayem, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, a The Financial Times.
Todo se había venido dialogando desde hace varios años con mucha cautela. Los acercamientos, sin embargo, se enfriaron cuando estalló la guerra en Gaza. Arabia Saudita, al menos públicamente, ha considerado inaceptables las acciones de Israel en Gaza y ha condicionado cualquier tipo de reconocimiento a una solución de dos Estados. A pesar de esto, no había un congelamiento total de los acercamientos y Riad seguía siendo una pieza fundamental de las negociaciones.
De hecho, antes de la explosiva declaración de Trump del martes, analistas confiaban en que Arabia Saudita iba a poner una especie de freno a cualquier medida del republicano que se inclinara en extremo a favor de Israel en este segundo mandato, como una ocupación del terreno. ¿Por qué? En medio de estos acercamientos entre Israel y Arabia Saudita también se había dado una importante aproximación entre el príncipe Mohammed bin Salman (MBS) y Trump. Durante su primer gobierno, Riad le ofreció un apoyo considerable al republicano, que continuó fluyendo incluso durante su más reciente campaña. El Fondo de Inversión Pública, el fondo soberano que preside el príncipe Mohammed bin Salman, invirtió unos US$2.000 en el fondo de capital privado del yerno de Trump, según The Financial Times. Los lazos seguían firmes.
Sin embargo, esa relación se ha visto trastocada públicamente por la sorpresiva ofensiva de Trump y su plan. “(Las declaraciones del presidente) están poniendo al príncipe en una situación difícil”, expresó el medio Bloomberg. Y es que, con la ofensiva israelí en Gaza, la población joven de Arabia Saudita, que representa un 60 % del total, ha vuelto a apasionarse por la causa palestina, lo que condiciona a nivel interno cualquier movimiento de MBS.
“Teniendo en cuenta la importancia que tiene la cuestión palestina para el público saudí y la cantidad de muerte y destrucción que Israel ha infligido tanto en Gaza como en Cisjordania, creo que Riad procederá con mucha cautela en estas conversaciones”, dijo Anna Jacobs, analista sénior del Golfo en el International Crisis Group.
En este momento, MBS no puede ceder ampliamente a las peticiones de Trump e Israel sobre Gaza porque el público no lo aceptará. La cuestión palestina es la única que plantea una posible desestabilización del país, pero el republicano insiste en comprometerlo públicamente para que acepte sus condiciones.
“Arabia Saudita ayudará. Quieren la paz en Oriente Medio. Son personas maravillosas”, declaró el miércoles, agregando que la normalización de las relaciones con Israel “ocurrirá” y que Riad “no está exigiendo” la creación de un estado palestino”.
Por otro lado, si Arabia Saudita no cede en este momento, se enfrenta a que la guerra se extienda y que, como señalan analistas regionales a The Financial Post, esto sea aprovechado por Irán, rival directo de Israel y el reino saudí, para fortalecer grupos islamistas y una ola de levantamientos en la región.
“Esta no es una decisión fácil y requiere una cuidadosa calibración y ejecución”, escribió Hassan Abu Haniyeh, un experto en el islam militante radicado en Jordania y afiliado al Centro Árabe de Investigación y Estudios Políticos.
Lo más probable es que al príncipe heredero le hubiera gustado una aproximación más pausada y planeada con Israel, no con las formas que tuvo Trump. Sin embargo, detrás del telón, estaría más cerca de aceptar algunas condiciones que se pongan en la mesa mientras estas incluyan un intercambio militar y tecnológico con Washington.
El medio israelí Haaretz apuntó que el príncipe heredero “no tiene ningún interés personal en el reconocimiento formal de un Estado palestino y solo requiere avances en el tema para asegurar el apoyo político y religioso interno para el acuerdo”, según fuentes cercanas al primer ministro Netanyahu. La revista The Atlantic había reportado que MBS le dijo directamente al exsecretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, que la cuestión palestina no le importaba, pero que mientras para su gente sea importante, cualquier acuerdo debe tratarse con cautela para no afectar el orden interno y su agenda de acá a 2030.
Hasta ahora, al menos públicamente, Riad ha rechazado el plan de Trump debido al interés de su gente, pero MBS también reconoce que un paso al frente en esta dirección les daría la estocada final a sus rivales de Teherán y revolucionaría por completo el tablero de juego, por lo que se encuentra en una posición difícil. A medida que el conflicto avanza, la pregunta clave es si MBS se atreverá a dar el paso que sus aliados han evitado durante décadas o si, como hasta ahora, seguirá usando la carta de la normalización como moneda de cambio.
“La inestabilidad, las alianzas cambiantes, la violencia y la fragmentación crecientes serán las únicas certezas en los próximos 12 meses. Como la será la tragedia de los gazatíes, que empiezan 2025 de la misma manera en que acabaron 2023”, resumió hace dos semanas Antonio Navarro de La Razón de España.
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