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En Cap-Haitien, al norte de Haití, un camión cisterna que transportaba combustible explotó mientras una multitud trataba de saquearlo. La tragedia ha dejado al menos 50 personas muertas y decenas de heridos, a la vez que exhibe el retrato de un país que, sumido en una crisis política y social, tiene a sus habitantes asfixiados por el desabastecimiento y la violencia de las pandillas que ven en el vacío de poder su momento de oro.
Según reportó el diario Le Nouvelliste, la explosión ocurrió a la medianoche del lunes en una ciudad que, en palabras del delegado departamental Pierrot Augustin, “no estaba preparada para este tipo de tragedia”, y las primeras imágenes de lo sucedido dan cuenta de ello: los heridos fueron “hospitalizados” en el patio del centro médico, por falta de lugar, y el personal de salud no contaba con los implementos suficientes para la atención.
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El doctor Calhil Turenne, médico del hospital que recibió a los heridos, lo advirtió: “Necesitamos gas, suero, intragatos (…). Estamos abrumados”. Por su parte, el presidente de la comisión municipal de la ciudad, Yvrose Pierre, agregó: “El hospital Justinien está sin aliento (…). Necesitamos un “Kout Men” urgente para salvar a los supervivientes”. Sin embargo, esto no es algo nuevo. A causa de los bloqueos, la escasez y la inseguridad, los hospitales haitianos han alertado en reiteradas ocasiones sobre la imposibilidad de continuar con la atención de los pacientes bajo dichas condiciones.
Ahora bien, no hay que olvidar que Haití ha vivido en medio de la escasez desde hace varios años. Para no irnos más lejos, en 2019 el país vivió unos ciclos de protestas a causa de la escasez en el servicio de agua potable, alimentos y combustible, que terminaron en disturbios agravados por la sensación de corrupción del gobierno.
Para ese entonces, según informó EFE, el fin del acuerdo de Petrocaribe (razón por la cual el país dejó de importar petróleo barato desde Venezuela, sumando el embargo de Estados Unidos al gobierno de Nicolás Maduro), la penuria de las cuentas públicas de Haití y la privatización del sector petrolero fueron algunas de las causas del agotamiento del suministro del carburante.
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Sin embargo, la incidencia de las pandillas también se ha convertido en un aspecto clave a la hora de hablar sobre las restricciones que tiene la población para acceder al combustible. Según se lee en The New York Times, “las pandillas se han tomado los puertos de Haití (…). Después del asesinato del presidente, de un terremoto y una tormenta tropical, una nueva crisis sacude al país: una tremenda escasez de combustible los está llevando al borde del colapso porque las pandillas, no el gobierno, tienen el control de más o menos la mitad de la capital del país”.
Una de las principales figuras en medio de esta crisis ha sido Jimmy Barbecue Cherizier, un expolicía que ahora controla ilegalmente las calles de la capital haitiana, quien, además, ha liderado extorsiones y secuestros de camiones de combustible, así como de dueños de negocios, pidiendo rescates de hasta US$1′000.000. Debido a esto, para octubre de este año, en terminales bloqueadas, Haití tenía 150.000 barriles de diésel y 50.000 de gasolina, y, ante la escasez, la compra ilegal de combustible se convirtió en una alternativa.
Ahora bien, si en las estaciones de servicio el costo del galón era de US$2, en el mercado negro la gente ha llegado a pagar, incluso, US$20 por galón. Solo la semana pasada, el gobierno haitiano anunció un fuerte aumento de las tarifas de los derivados de petróleo, alzas que van desde el 24 %, en el caso de la gasolina, hasta el 108 %, en el caso del gasóleo.
La crisis parece desbordarse, y parte de ello se debe a que Haití, en la actualidad, no tiene Parlamento, funciona con un gobierno que no ha sido elegido en las urnas y cuenta con una Rama Judicial inoperante ante un panorama social en el que las personas se encuentran atrapadas entre la ola de violencia y la inseguridad alimentaria, que afecta a más de cuatro millones de ellas. Entretanto, los precios del combustible siguen subiendo y los haitianos continúan protestando.
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