La autonomía académica ha sido defendida a capa y espada por sociedades libres, o que buscan la libertad, desde hace siglos. Cuando el monarca Jacobo II intentó imponer autoridades católicas en un colegio anglicano de Oxford en 1687, fue tal la resistencia de los académicos que dicho episodio se convirtió en uno de los desencadenantes de la Revolución Gloriosa en Inglaterra.
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Los hermanos Hans y Sophie Scholl, junto con otros estudiantes y el profesor Kurt Huber, formaron el grupo La Rosa Blanca, que distribuía panfletos contra el régimen nazi desde la Universidad de Múnich. Huber, filósofo y musicólogo, fue arrestado y ejecutado en 1943, rechazando retractarse de su oposición al nazismo.
En 1968, el profesor Leszek Kołakowski, un brillante filósofo marxista crítico del régimen polaco, fue expulsado de la Universidad de Varsovia por oponerse al autoritarismo en el país. Se negó a retractarse o suavizar sus críticas, aun sabiendo que perdía todo en Polonia.
Es precisamente por todos esos antecedentes de lucha que muchos ven el trato firmado esta semana entre la Universidad de Columbia y el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump como una “capitulación”. Para Suresh Naidu, profesor de dicha institución académica, los directivos universitarios están cometiendo un grave error, y se están “engañando a sí mismos”, según escribió en The New York Times.
El acuerdo entre Columbia y Trump, explicado en menos de 100 palabras
Trump había acusado a Columbia de no hacer algo para frenar el antisemitismo en su campus y le quitó miles de millones en fondos federales en marzo. Ahora, la universidad acordó pagar al gobierno US$221 millones a cambio de recuperar el acceso a esos fondos.
El problema es que también acordó reformar su currículum sobre Medio Oriente, cancelar programas de diversidad considerados ilegales y aceptar supervisión externa durante tres años.
Columbia también aumentará la seguridad, prohibirá máscaras en protestas, y contratará nuevos profesores para estudios judíos. Trump celebró esto como un modelo para futuras intervenciones en otras universidades.
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Harvard está en la mira
La presidenta interina de Columbia, Claire Shipman, ha dicho que este acuerdo está en “sintonía” con los valores de la institución. Sin embargo, con tantas concesiones hechas en este acuerdo, analistas, miembros de cuerpos académicos y estudiantes consideran que Columbia ha llevado a las universidades a una “capitulación política”.
El temor es que Trump vaya por otras escuelas de la Ivy League, también amenazadas en el pasado, y las presione a tal nivel que las obligue a aceptar acuerdos en detrimento de las libertades académicas.
En total, se han congelado fondos equivalentes a más de US$2.000 millones destinados a universidades como Cornell, Northwestern, Brown y Princeton. Sin embargo, Harvard es el caso más preocupante, pues ha sufrido recortes federales de ayudas por hasta US$2.600 millones.
Hasta ahora, Harvard es la única universidad que ha desafiado las acciones de Trump en los tribunales federales, mientras otras están en conversaciones con el gobierno. Expertos consideran que esta decisión de Columbia podría marcar un mal precedente que facilite acuerdos de otras instituciones con el gobierno, dejando a la administración republicana en una posición de control sobre la academia.
Linda McMahon, secretaria de Educación, dijo que este acuerdo no es el final: “es un modelo”. Esto quiere decir que el gobierno podría tener la misma fórmula con otras instituciones: presionar económicamente a las universidades con el congelamiento de fondos hasta que acepten todos los términos y condiciones de cómo deberían ser las clases, qué tipo de profesores se contratan y cuáles son las actividades que se desempeñan en el campus.
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Los errores del acuerdo con Trump
Para Naidu, hay un problema de compromiso, pues “el gobierno federal, y esta administración, es simplemente demasiado poderoso y arbitrario como para negociar creíblemente”. El profesor desconfía de la administración Trump y dice que podría traicionar el trato en cualquier momento, como lo ha hecho con otros del área comercial, por ejemplo.
“Los pactos sin espada no son más que palabras”, dice Naidu, citando al filósofo Thomas Hobbes, destacando que un trato sin garantías para su cumplimiento es una mera ilusión.
La administración Trump, según el académico, podría sacar cualquier excusa, como un texto académico o un artículo de opinión, para decir que Columbia incumplió con lo pactado y volver a extorsionar a la universidad. El acuerdo, entonces, se convierte en una herramienta para vigilar, castigar y condicionar la autonomía universitaria y no en un tratado para superar el impasse con el gobierno.
“Se imaginarán nuevas violaciones de derechos civiles. Se descubrirán nuevas muestras de antiamericanismo en el campus. Y los ataques continuarán”, dijo Naidu.
El académico reconoce que la presión de Trump había hecho mucho daño y que había generado despidos de investigadores de Columbia, estudiantes detenidos, cancelación de tratamientos médicos, ataques cibernéticos y amenazas físicas también. Todos son indicadores de que la universidad estaba en una posición de desesperación y así mismo negoció bajo presión, no por convicción.
¿Había alternativas para no negociar con Trump? Según Naidu, sí, pero difíciles de ejecutar: reubicar a la misión académica de Columbia en el exterior, como ya lo hizo la Universidad Centroeuropea (CEU) en Hungría, la cual, luego de la represión sufrida por el régimen de Viktor Orbán, trasladó la mayoría de sus operaciones a Viena, Austria.
El profesor también dice que Columbia pudo haber optado por reducir sus operaciones, pero mantener su libertad, o recurrir a la Corte Suprema, como lo hizo Harvard, y esperar al resultado del pleito mientras, aunque esto representara grandes pérdidas económicas. Pero al aceptar estos términos de “rendición”, dice el académico, Columbia demostró que la autonomía universitaria puede negociarse bajo presión política y económica, lo cual causa un enorme daño a la libertad académica en el país.
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