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El fin de semana, las lluvias torrenciales en Recife, capital del estado brasileño de Pernambuco, y en zonas aledañas dejaron, al menos, 91 personas muertas. Los deslizamientos y el colapso de las viviendas están entre las principales causas de los fallecimientos. Además, 26 personas están desaparecidas y unas 5.000 han tenido que abandonar sus hogares y llegar a refugios, según los reportes de las autoridades.
Este no es un fenómeno nuevo en Brasil. La meteoróloga Estael Sias, de la agencia MetSul, le explicó a la AFP que las intensas lluvias que afectan a Pernambuco y, en menor medida, a otros cuatro estados nordestinos, son producto de un fenómeno típico de está época: las llamadas “ondas del este”, áreas de “perturbación atmosférica” que se desplazan desde el continente africano hasta esa región litoral brasileña. “En otras zonas del Atlántico esta inestabilidad forma huracanes, pero en el nordeste de Brasil tiene el potencial de mucha lluvia e, incluso, tormentas eléctricas”, explicó la analista a la agencia de noticias.
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Basta con recordar que la última temporada de lluvias ha causado cientos de muertos en los estados de Río de Janeiro, Bahía y Minas Gerais. No sin olvidar que el episodio más letal se vivió en la ciudad de Petrópolis, en febrero pasado, cuando las fuertes lluvias provocaron el fallecimiento de 233 personas. Ante la prensa, el presidente Jair Bolsonaro dijo: “Lamentablemente, estas catástrofes ocurren. Un país continental (como Brasil) tiene sus problemas”.
Los meteorólogos dicen que las lluvias continuarán, aunque con menor fuerza, en los próximos días. Entretanto, el gobierno dijo que destinará $1.000 millones de reales (US$210 millones) para atender la emergencia y a los damnificados, que, en mayor medida, son personas en condición de pobreza.
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