“Las protestas en América Latina son producto de décadas de indiferencia”

Marta Lagos, analista política y directora de la encuesta regional Latinobarómetro, afirma que las protestas en la región no son producto de un movimiento de indignación mundial, sino de años de promesas incumplidas y de descontento con sus gobernantes.

Jesús Mesa / @JesusMesa
19 de noviembre de 2019 - 11:13 a. m.
Una mujer indígena boliviana, partidaria del ex presidente boliviano Evo Morales, hace un gesto frente a los soldados durante una protesta contra el gobierno interino en La Paz el 15 de noviembre de 2019. / AFP
Una mujer indígena boliviana, partidaria del ex presidente boliviano Evo Morales, hace un gesto frente a los soldados durante una protesta contra el gobierno interino en La Paz el 15 de noviembre de 2019. / AFP

Desde Honduras hasta Chile, las protestas en América Latina han crecido de manera sorpresiva este año. La lista de manifestaciones sociales y crisis políticas en la región han surgido a un ritmo vertiginoso a lo largo y ancho del continente, sin importar la orilla ideológica.

Solo en las últimas semanas hubo enfrentamientos en las calles de Bolivia, en Chile por la desigualdad, en Ecuador por la eliminación de los subsidios a los combustibles. Y así en el resto del continente.

Aunque en el mundo se han visto fuertes protestas este año, las movilizaciones en América Latina no son producto de “un contagio regional”, en palabras de la analista política chilena Marta Lagos, directora de la encuesta regional Latinobarómetro. La agenda ha sido múltiple y cada caso es distinto. 

En entrevista con El Espectador, Marta Lagos, una de las mayores expertas en opinión pública de América Latina, afirma que el actual panorama de la región no le sorprende, pues se debe a una crisis general de las democracias en la región. 

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¿Es una casualidad que en distintos países de América Latina surjan tantas protestas callejeras o crisis políticas? 

Nuestros datos mostraban desde hace cinco años que había un descontento generalizado en la región. Hay una percepción de estancamiento y de que las cosas no iban bien, tanto en el ámbito político como en el económico y en lo social. Entonces no me sorprende para nada el estallido social. Pero esto no es un contagio. El pueblo latinoamericano tiene mucho aguante y la gente que está en las calles lleva muchos años aguantando. Estas protestas son muy profundas porque no son producto de la espontaneidad o producto de un problema liviano.

Los indicadores económicos muestran que América Latina va en buen camino, pero la percepción de la gente es otra. ¿Por qué se da esta dicotomía? 

Porque en las crisis los promedios no sirven. Es cierto que en promedio la sociedad latinoamericana ha crecido, ha mejorado y está mejor que antes. Pero estas protestas buscan precisamente con romper ese paradigma del promedio y mostrar que las cosas están desigualmente dispersas. El problema ha sido creer que esos indicadores realmente reflejan lo que son los países. Porque no es así.

Pero cada país tiene problemas diferentes… 

Eso es cierto, pero también es cierto que somos la región más desigual de la Tierra, más desconfiada y en la que la corrupción ha calado en lo más profundo de los sistemas democráticos. Esos tres elementos explican, en parte, en este momento las crisis de la región.

¿El estallido en América Latina responde a diferentes crisis políticas o a una crisis general? 

Aquí lo que está en crisis son los sistemas políticos. No es que la democracia esté en crisis, son los Estados los que lo están. Por una parte, está el declive de la democracia que se produce por un declive de las élites, que han sido incapaces de responder a las necesidades de las personas. La gente lo que quiere es una democracia que funcione para la mayoría y que entregue garantías sociales.  

Es más, las demandas de garantías sociales esconden una demanda de más democracia. Hay una gran demanda hacia las élites para que la democracia funcione mejor, que no funcionan los partidos políticos, hay crisis de representación, poca fe en las instituciones y alto nivel de corrupción. 

Por eso es muy peligroso quedarse solo con los promedios y el mejor ejemplo de ello es el caso de Chile. 

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Resultado de imagen para chile espectadorLa crisis en Chile forzó al gobierno de Sebastián Piñera a proponer una nueva constitución. EFE

Chile era hasta hace poco un país “modelo” en América Latina, pero las protestas mostraron que no todo era tan maravilloso. ¿Por qué se demoró tanto en visibilizarse este descontento? 

Esto se veía venir. Pierre Bourdieu decía que era perfectamente posible crear realidades artificiales y eso fue lo que se creó con Chile. Nosotros llevamos un par de años ya diciendo que la situación es muy mala. Aquí hay un 70% de la población que dice que está estancado. Pero hay tanta fijación en los indicadores económicos que prácticamente las noticias sobre Chile giraban en torno a su macroeconomía, en su manejo de las cuentas fiscales, en su capacidad de deuda, en su capacidad de ahorro. En eso, sin duda, Chile ha sido brillante. Pero el problema fue creer que eso es el país.  

¿Por qué? 

Porque la prensa internacional ha dado a entender de que la macroeconomía chilena es Chile y resulta que eso no es así. No miraron los datos sociales y no midieron el descontento generalizado de una población cansada de ver que su calidad de vida se deteriora. El problema es que más de la mitad de la población vive con 600 o 700 dólares al mes y no le alcanza para llegar a fin de mes. Que jubilarse es muy difícil y que estudiar es un privilegio. Esos datos estaban ocultos debajo de estas brillantes cifras macroeconómicas que el mundo no quiso ver. Esto, de alguna manera, es el fracaso de esa visión economicista y tecnocrática de los países de América Latina.  

¿Cómo se refleja ese descontento en las encuestas de Latinobarómetro? 

Hay un dato que lo resume todo y se refiere a la pregunta de quién gobierna y para quién se gobierna. El 70% de la región dice que se gobierna para una minoría. Esa es la demanda que está en la calle. Hay una demanda de democracia en plena crisis de representación. Nuestros datos reflejan que existe la sensación de que hay Estados cooptados, como es el caso de países de Centroamérica, o Estados asfixiados por la corrupción, como es el caso de Perú, Brasil o Argentina. También hay Estados donde la corrupción aparece por primera vez, como Chile. 

El tema de fondo es que hay un creciente descontento social con las élites y la falta de respuesta a las demandas de la ciudadanía. No es coincidencia que el promedio de aprobación de los presidentes de la región estén casi todos por debajo de los 30 puntos. Pero es equivocado pensar que esto es un problema de los actuales presidentes. Estos problemas son heredados, producto de décadas de indiferencia. Aquí no fracasan los gobiernos; están fracasando los Estados. Aquí hay una élite que no ha escuchado y no comprende esta demanda de democracia. 

Según el estudio, solo el 5% opina que hay democracia plena; el 27% que hay pequeños problemas; el 45%, grandes problemas y un 12% considera que no se le puede llamar democracia a lo que hay hoy en día. 

Marta Lagos es analista política y directora de la encuesta regional Latinobarómetro.Marta Lagos es analista política y directora de la encuesta regional Latinobarómetro.

¿Entonces el problema no es específico de la izquierda o la derecha? 

Exactamente. La gente en América Latina no está protestando para tumbar a un gobierno y subir a otro de su preferencia. No es lo que la gente tiene la mente. La gente lo que quiere es un salario digno, vacaciones, educación y salud. También quieren gobernantes que cumplan sus promesas y respeten las reglas de juego de la democracia. Que velen por la mayoría y eso implica una demanda de más democracia. Por eso creo que desgraciadamente la izquierda y la derecha perdieron su legitimidad moral.  

En esta década Venezuela y Nicaragua dejaron de ser democracias. Cuatro expresidentes de Perú fueron sindicados de actos de corrupción. Tanto a Brasil como a Colombia llegaron los tentáculos de Odebrecht. En fin, hoy día tenemos varias democracias en crisis, son demasiadas. Y vamos a seguir con estas manifestaciones hasta que los pueblos tengan la convicción de que se gobierna para ellos y no para un pequeño grupo.

Pero, por ejemplo, Evo Morales no hacía parte de una élite tradicional… 

Pero eso no le quita hacer parte de una élite. Morales es miembro de la élite en el momento que se convierte en presidente. Lo otro es una distinción social, que no es lo mismo que una distinción política. De hecho, con la llegada de Morales a la presidencia, Bolivia es un país mucho más horizontal, mucho más democrático que lo que era cuando era gobernado solamente por una minoría blanca. Pero eso es también lo que provoca su caída, pues la gente que vio que la democracia funcionaba fue la que le cobró el haberse lanzado para un tercer periodo. Gracias a que hubo movilidad social es que la gente está salió a las calles.  Morales forzó dos veces la constitución que él mismo redactó y la gente se lo manifestó. No por nada esta elección era la más incierta para él, cuando en el pasado casi que ganaba sin competir. 

Pareciera entonces que los gobernantes no están diagnosticando a tiempo el malestar social dentro de sus países. ¿Por qué es tan difícil para ellos detectar estos síntomas? 

Creo que ese es el verdadero problema que tiene América Latina. A diferencia de lo que ocurrió en la década anterior, los actuales gobernantes no han sido capaces de interpretar las demandas de la gente. Mire, por ejemplo, Lenín Moreno (presidente de Ecuador), demoró 12 días en darse cuenta de que tenía que ceder. Piñera demoró siete días en darse cuenta de que tenía que ceder. El tema es que para que esto mejore tiene que haber mejor democracia. Y para que haya mejor democracia alguien tiene que perder poder. El poder está terriblemente concentrado en América Latina: en los empresarios, en los grupos fácticos, en las pequeñas elites. No hay una verdadera representación y la gente lo sabe.

Hay quienes afirman que el estallido social en América Latina responde a una crisis global y citan ejemplos como los de Hong Kong o los chalecos amarillos en Francia. ¿Si es así? 

No es una crisis global. Esa es precisamente una muletilla de las élites para decir que sus problemas hacen parte de algo mundial. Lo que pasa en América Latina pasa porque los gobernantes no han respondido a las demandas de la gente por décadas. Entonces, más bien, América Latina es una excepción mundial, porque es en la única parte en donde esto pasa regionalmente. La desigualdad está cobrando y pasando la cuenta. Es una desigualdad que abarca hoy día a más de cien millones de habitantes. Pero sobre todo a la mitad de la región, que se ubica en una clase media baja, vulnerable, con mala calidad de vida, con poca dignidad. Mire los datos de Latinobarómetro. El 45% de los habitantes de la región se sienten discriminados. Esos son los que están en la calle.

Por Jesús Mesa / @JesusMesa

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