La Federación Internacional de Planificación Familiar (IPPF, por sus siglas en inglés) celebró en la ciudad de Bogotá sus 70 años. Durante ese tiempo, la organización ha agrupado instituciones que en todo el mundo trabajan por la garantía de los derechos sexuales y reproductivos y ha creado directrices en función de esa causa.
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En el encuentro, delegaciones de más de cien países de todos los continentes visitaron Colombia para socializar el panorama de las causas que incluyen el acceso al aborto seguro, garantía de servicios de salud integral con enfoque interseccional, es decir, que atiendan las vulnerabilidades específicas de distintos grupos poblacionales; la defensa de los derechos de la población LGBT, la educación sexual, entre otros.
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A propósito del evento, El Espectador conversó con Álvaro Bermejo, director general de la IPPF, y con Eugenia López, directora regional para las Américas y el Caribe.
¿Por qué organizar este evento en Colombia?
Álvaro Bermejo: A este evento vienen organizaciones que trabajan por los derechos sexuales y reproductivos en más de 108 países. Llevamos más de dos años y medio preparándonos. Actualmente hay una confrontación con los grupos antiderechos que están intentando hacernos retroceder en temas de salud sexual y reproductiva. Pensamos que muchas de las peleas más importantes en esta materia se están dando en esta región y en el este de Europa, y hemos visto que se viene un movimiento de cambio. Escogimos a Colombia también porque aquí contamos con una organización anfitriona importante que es Profamilia, uno de los aliados más fuertes que tenemos en América Latina. Cuando tomamos esa decisión no sabíamos que se iba a despenalizar el aborto hasta la semana 24, pero eso nos vino muy bien. También queríamos restablecer con autoridad y con contundencia nuestra presencia en esta región. Acabamos de abrir una oficina regional aquí en Bogotá y era importante que la gente sintiera que estamos aquí.
En su momento pensamos, quizá ingenuamente, que algunos derechos ya estaban conquistados y que no iba a haber retroceso, pero nos dimos cuenta, con la derogación del fallo de Roe vs. Wade en Estados Unidos, que tumbó en ese país la despenalización del aborto, que sí se podía ir de para atrás. ¿Cómo va esa confrontación con los grupos antiaborto en el plano internacional?
A. B: Eso me pasó a mí también. Yo soy español, estudié medicina en España cuando salíamos de la dictadura franquista y luchábamos por recuperar derechos. En 1985, cuando yo estaba en cuarto de medicina, logramos la ley de la interrupción voluntaria del embarazo y pensé que esa pelea estaba ganada, pero acá estamos otra vez peleando en todas partes para mantener ese derecho. Desde mi puesto de director general de IPPF lo veo muy claramente: nos enfrentamos a unos antiderechos que están coordinados internacionalmente, mejor organizados que nunca y financiados internacionalmente. Nosotros tenemos que responder y volver a pelear. El retroceso en Estados Unidos ha sido brutal: se perdió un derecho constitucional de 50 años. Esto ya lo veíamos pasando en Polonia y en algunos sitios de Europa que también han retrocedido un montón y si alguien tenía alguna duda, la pandemia de COVID puso más de manifiesto la fragilidad de los derechos sexuales y reproductivos. En momentos de crisis, la gente los abandona con bastante facilidad como si no fueran servicios esenciales de salud, como si la gente pudiera retrasar su parto hasta que se pase la cuarentena o simplemente ignorar la epidemia de violencia de género que se estaba dando en la pandemia.
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Eugenia López: Yo creo que también es un recordatorio de que no todos los derechos estaban conquistados en todos los lugares. Si te vas al Caribe, todavía está criminalizada la diversidad sexual. Hay derechos que son básicos en la televisión, pero no en los países. Considero que es una oportunidad para realmente pensar qué tanto hemos llegado realmente a todas las poblaciones. Si bien es cierto que tuvimos Roe vs. Wade, también es real que no había acceso pleno para personas afro y latinas. Esto es un llamado a pensar desde la justicia reproductiva.
¿Qué es la justicia reproductiva?
E. L.: Es un marco que nos permite pensar más en las personas y en cuáles son realmente las oportunidades que tienen para decidir sobre su vida reproductiva. Muchas veces nos quedamos en garantizar acceso a salud, pero no solo es eso, sino también si después tienes, por ejemplo, acceso al desarrollo económico y a la educación que te permita tomar esas decisiones en un contexto que donde haya una posibilidad de vida digna.
El trabajo de IPPF ahora se está estructurando en función de la justicia reproductiva y teniendo en cuenta que, por el contexto de polarización, los derechos están en riesgo; buscamos articularnos con movimientos sociales para tener mayor incidencia local.
En los contextos donde el aborto está criminalizado, existen organizaciones sociales que brindan acceso al aborto de manera clandestina, pero segura. ¿Han trabajado con esas organizaciones?
E. L.: Sí. Sabemos que los países que tienen una criminalización del aborto muy fuerte, uno de cada cuatro abortos es inseguro. En cambio, donde hay legalidad, 9 de cada 10 abortos son seguros. Esto quiere decir que no solo en el contexto de legalidad se pueden proveer abortos seguros, sino también a través de redes de acompañamientos y de organizaciones que trabajan en contextos de clandestinidad, pero para garantizar que los abortos sean seguros son quienes están comprometidos con las vidas de las mujeres y sus familias.
¿A raíz del fallo sobre el aborto en Estados Unidos se ha popularizado la vasectomía?
A. B.: No tenemos evidencia de eso
E. L.: De Profamilia tenemos evidencia de que en Colombia sí ha aumentado la vasectomía. Esto no está vinculado con el acceso al aborto, sino a campañas de pedagogía que se han hecho para que los hombres puedan formar parte de la decisión y de la responsabilidad sobre tener o no hijos. Nuestras asociaciones miembros hacen un trabajo muy fuerte de masculinidades alternativas: transformar la forma en la que entendemos los géneros y romper con esta idea dominante de cómo tiene que ser un hombre.
Mucho se oye hablar de avances en la creación de una píldora anticonceptiva para hombres. ¿Por qué aún no se concreta nada?
A. B.: El patriarcado llega a muchos sitios. Desarrollar estos medicamentos es caro y no hay un esfuerzo similar al que se hace para buscar fórmulas de anticoncepción que funcionen en mujeres. Eso tiene que ver con la distribución de poder y con cómo el patriarcado asume que la responsabilidad sobre temas reproductivos es solo de la mujer. Sin embargo, te puedo compartir que estamos en un proceso mundial con la OMS para desarrollar un anticonceptivo para hombres.
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¿Qué mitos persisten frente al VIH?
E. L.: En primer lugar, que es algo que les va a pasar a los otros y no a mí, que es de ciertos grupos marginados. La principal creencia en nuestro contexto latinoamericano es que es un castigo de Dios. Eso aumenta la discriminación, el estigma y la exclusión.
Otro mito que me preocupa mucho y que he escuchado de jóvenes gays es que piensan que les va a dar solo porque son jóvenes gays, como si fuera algo que no se puede prevenir. Creo que eso también resultado del estigma y la discriminación.
Un tercer mito es que no es un tema de mujeres. Sin embargo, de los dos millones de personas que viven con VIH en la región, el 30 % son mujeres y estamos viendo un aumento del 5 %. ONUSIDA ha puesto una alarma porque no estamos haciendo lo suficiente y se está reduciendo el presupuesto y la inversión. En América Latina la infección es principalmente en poblaciones clave: trabajadoras sexuales, usuarios y usuarias de drogas, hombres que tienen sexo con otros hombres (algunos se identifican como heterosexuales y también tienen relaciones con mujeres). La mayor parte de las mujeres que han adquirido el virus es por una relación heterosexual. En otros contextos como África la epidemia es mayoritariamente heterosexual, joven y sabemos que está yendo principalmente a las adolescentes mujeres.
En Colombia hay un debate sobre un proyecto de ley de educación sexual en colegios. ¿Desde el plano internacional cómo ven ese debate?
A. B.: IPPF es uno de los grandes proveedores de educación sexual y reproductiva. Unos 40 millones de personas al año reciben cursos completos de sexualidad. Estamos notando también a los antiderechos en esos espacios. Es parte de una estrategia muy clara a nivel mundial de intentar retroceder. La campaña ‘No te metas con mis hijos’ empezó en esta región. Creen que para proteger a los niños hay que mantenerlos en la ignorancia y en la oscuridad porque el mundo es muy peligroso y cuanto menos sepan mejor. La ciencia demuestra lo contrario: justamente lo que les protege es tener la información adecuada que les enseñe no solo sobre biología sino sobre relaciones y sobre identidad de género.
E. L.: Nosotros estamos trabajando para llegar cada vez más temprano con contenidos que sean apropiados y atractivos para las diferentes edades. Tenemos una alianza con Amaze, que trabaja con grupos de adolescentes para generar los contenidos y hacerlos relevantes en El Salvador y en Perú. Están trabajando con docentes y con padres y madres de familia para asegurar que se creen redes de protección de la educación integral en sexualidad. Es fundamental para nosotros ser relevantes para las próximas generaciones y no podemos ser relevantes si ellos no están al centro del trabajo.
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