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Política exterior en EE. UU.: Biden no actúa muy distinto de como lo hacía Trump

En áreas críticas, como la relación con China, el gobierno de Biden no ha hecho grandes cambios, lo que demuestra lo difícil que es trazar nuevos rumbos en política exterior en Washington.

Edward Wong / The New York Times

25 de julio de 2022 - 05:37 p. m.
Esta foto, tomada durante la visita de Biden a Arabia Saudita, en donde se le ve saludando al príncipe heredero, causó muchas críticas e indignación.
Foto: EFE - BANDAR ALJALOUD HANDOUT
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Un saludo de puño y una reunión con el príncipe heredero de Arabia Saudita. Aranceles y controles de exportación para China. Jerusalén es la capital de Israel. El Ejército estadounidense sale de Afganistán.

Transcurrido más de un año y medio del mandato del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, exfuncionarios y analistas afirman que la estrategia de su gobierno con las prioridades estratégicas sorprende por su consistencia con las políticas del gobierno de Trump.

Mientras estaba en campaña, Biden prometió romper con las vías tomadas por el gobierno anterior y en algunos aspectos de la política exterior lo ha hecho. Ha reparado alianzas, en especial con Europa occidental, que Donald Trump había debilitado con sus proclamas de “Estados Unidos primero” y sus críticas a otras naciones. En los últimos meses, los esfuerzos de Biden posicionaron a Washington como líder de una coalición que impuso sanciones contra Rusia durante la guerra en Ucrania.

Y Biden ha condenado las autocracias, promovido la importancia de la democracia y hecho un llamado a la cooperación mundial en cuestiones que incluyen el cambio climático y la pandemia del coronavirus.

Pero en áreas críticas, el gobierno de Biden no ha hecho grandes cambios, lo que demuestra lo difícil que es trazar nuevos rumbos en política exterior en Washington.

Eso se puso de manifiesto este mes en la gira de Biden por Israel y Arabia Saudita, destinada en parte a estrechar aún más los lazos entre esos Estados que los funcionarios de Trump habían promovido en el marco de los llamados Acuerdos de Abraham.

En Arabia Saudita, Biden se reunió con el príncipe heredero Mohamed bin Salmán a pesar de su promesa anterior de convertir a la nación en un “paria” por las violaciones a los derechos humanos, en particular el asesinato de un columnista de The Washington Post en 2018. Las agencias de inteligencia estadounidenses concluyeron que el príncipe ordenó el brutal asesinato. Tras bambalinas, Estados Unidos sigue brindando apoyo importante al Ejército saudita en la guerra de Yemen, a pesar de que Biden había prometido poner fin a esa ayuda debido a los ataques aéreos sauditas que mataron a civiles.

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“Las políticas están convergiendo”, dijo Stephen Biegun, subsecretario de Estado del gobierno de Trump y funcionario del Consejo de Seguridad Nacional durante la presidencia de George W. Bush. “La continuidad es la norma, incluso entre presidentes tan diferentes como Trump y Biden”.

Algunos exfuncionarios y analistas elogiaron la coherencia, con el argumento de que, a pesar de los profundos defectos del entonces comandante en jefe, el gobierno de Trump acertó en el diagnóstico de los desafíos importantes para los intereses de Estados Unidos y trató de hacerles frente.

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Otros son menos optimistas. Dicen que las decisiones de Biden han agravado los problemas de la política exterior estadounidense y a veces se han desviado de los principios declarados por el presidente. Por ejemplo, algunos legisladores demócratas de alto nivel han criticado su reunión con Salmán y la ayuda al Ejército saudita, a pesar de que funcionarios gubernamentales se han pronunciado a favor de un cese al fuego en Yemen mediado por las Naciones Unidas.

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“Con el paso del tiempo, Biden no ha cumplido con muchas de sus promesas de campaña y ha mantenido el statu quo en el Medio Oriente y en Asia”, afirmó Emma Ashford, investigadora principal del Atlantic Council.

Tanto el gobierno de Trump como el de Biden han tenido que lidiar con la cuestión de cómo mantener el dominio global de Estados Unidos en un momento en que parece estar en declive. China ha ascendido como contrapeso y Rusia se ha vuelto más audaz.

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La estrategia de seguridad nacional de Trump reorientó oficialmente la política exterior hacia la “competencia de grandes potencias” con China y Rusia y dejó de dar prioridad a los grupos terroristas y otros actores no gubernamentales. Biden ha continuado con ese impulso, en parte debido a acontecimientos como la invasión rusa de Ucrania.

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La Casa Blanca de Biden ha retrasado la publicación de su propia estrategia de seguridad nacional, que se esperaba para principios de este año. Los responsables de la estrategia la están reescribiendo a causa de la guerra de Ucrania. Se espera que el documento final siga haciendo hincapié en la competencia entre las naciones poderosas.

Biden ha dicho que China es el mayor competidor de Estados Unidos —afirmación que el secretario de Estado Antony Blinken reiteró en un discurso reciente— mientras que Rusia es la mayor amenaza para la seguridad de Estados Unidos y sus aliados.

Algunos académicos afirman que la tradición de continuidad entre presidencias es producto de ideas convencionales y del pensamiento de grupo que surge del grupo dominante bipartidista de política exterior en Washington, al que Ben Rhodes, asesor adjunto de seguridad nacional del expresidente Barack Obama, llamaba burlonamente “the Blob” (la mancha).

Pero otros argumentan que las circunstancias externas —incluido el comportamiento de gobiernos extranjeros, el sentir de los electores estadounidenses y la influencia de las corporaciones— dejan a los líderes estadounidenses con muy pocas elecciones.

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“Existe una gran fuerza de gravedad que lleva a las políticas al mismo lugar”, señaló Biegun. “Siguen siendo los mismos problemas. Sigue siendo el mismo mundo. Seguimos teniendo en gran medida las mismas herramientas para influir en los demás a fin de llegar a los mismos resultados y sigue siendo el mismo Estados Unidos”.

La política relativa a China destaca como el ejemplo más vivo de continuidad entre las dos presidencias. El Departamento de Estado mantiene una designación de genocidio de la época de Trump sobre China por su represión de los musulmanes uigures. Los funcionarios de Biden siguen enviando barcos navales estadounidenses a través del estrecho de Taiwán y moldean la venta de armas a Taiwán para tratar de disuadir una posible invasión por parte de China.

Lo más controvertido es que Biden ha mantenido los aranceles que se impusieron a China en la época de Trump, a pesar de que algunos economistas y varios altos funcionarios estadounidenses, entre ellos la secretaria del Tesoro Janet Yellen, cuestionan su propósito e impacto.

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Es en Europa donde Biden se ha distinguido de Trump. El gobierno de Trump por momentos fue contradictorio en cuanto a Europa y Rusia: mientras Trump elogió al presidente ruso, Vladimir Putin, criticó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y retuvo ayuda militar para Ucrania para obtener beneficios políticos internos, algunos funcionarios bajo su mando trabajaban en la dirección opuesta. En cambio, Biden y sus asesores han reafirmado de manera uniforme la importancia de las alianzas trasatlánticas, lo cual los ha ayudado a coordinar sanciones y envíos de armas a Ucrania a fin de enfrentar a Rusia.

“No me cabe duda de que las palabras y la política importan”, manifestó Alina Polyakova, presidenta del Centro de Análisis de Políticas Europeas. “Si los aliados no confían en que Estados Unidos defenderá el artículo 5 de la OTAN y saldrá en defensa de un aliado, no importa cuánto inviertas”, concluyó.

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Por Edward Wong / The New York Times

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