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El secreto peor guardado de la CIA

EE. UU. no pudo ocultar el programa de tortura que acompañó la “guerra contra el terrorismo” después de 2001; sin embargo, el gobierno continúa tratando de encubrir lo que pasó.

03 de noviembre de 2021 - 02:00 a. m.
EE. UU. invierte  US$380 millones al año a custodiar a 40 prisioneros capturados a raíz del 11-S.
EE. UU. invierte US$380 millones al año a custodiar a 40 prisioneros capturados a raíz del 11-S.
Foto: AP - AP

¿Cómo puede algo ser un secreto si todo el mundo sabe de él? Es una pregunta confusa y muy compleja a la que se ha enfrentado la Corte Suprema de Estados Unidos desde 2002. Los últimos cinco gobiernos, incluido el actual liderado por Joe Biden, han tratado de mantener en las sombras un hecho que es ampliamente conocido: la tortura a prisioneros por parte de la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés).

Cada presidente desde George W. Bush ha tratado de cobijar la información sobre el caso contra la CIA bajo la figura del “secreto de Estado”. Barack Obama y Donald Trump también lo hicieron en su momento. Esto ha dejado al máximo tribunal en medio de un gran dilema, pues los magistrados reconocen que este es uno de los secretos peor guardados de la historia. Todos saben o pueden saber de él.

Las primeras revelaciones llegaron incluso antes de que se consumaran las torturas. El 16 de septiembre de 2001, cinco días después de los fatales ataques terroristas en Nueva York, Washington D. C. y Pensilvania, el entonces vicepresidente Dick Cheney dijo en una entrevista lo que estaba por venir: “Trabajo en el lado oscuro y en las sombras”. La CIA adoptó un programa denominado popularmente como “técnicas de interrogatorio mejoradas” para prisioneros, el cual se lo compraron a dos psicólogos, James Mitchell y Bruce Jessen, por US$80 millones. Junto al programa estuvo la apertura de por lo menos seis centros de detención hoy conocidos como “agujeros negros”.

Con este programa se buscaba evitar nuevos ataques, pero también la CIA buscaba venganza contra los aliados de Al Qaeda en medio de la frustración por los errores cometidos en la agencia antes de los ataques. En 2014, un informe del Senado constató que decenas de presos sufrieron brutales técnicas de interrogatorio en estas instalaciones secretas cuya ubicación continúa siendo un misterio. El mundo ya sabía entonces que hubo tortura, porque el mismo gobierno de Estados Unidos lo dijo hace años, lo único que no sabe son sus alcances.

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Algunas de las técnicas de interrogatorio conocidas eran la “tortura blanqueadora”, con la que los presos eran sumergidos en agua fría hasta que se asfixiaran, las bofetadas, la privación del sueño, la exposición al frío o la desorientación con música a todo volumen de canciones como The Real Slim Shady, de Eminem, entre otros artistas. Pero el fin de semana, Majid Khan, un preso de origen paquistaní, se convirtió en el primer hombre en dar testimonio público sobre lo que en realidad pasaba en estos centros de detención.

La declaración de Khan, quien confesó ser mensajero de Al Qaeda, hizo parte del acuerdo de culpabilidad que firmó con el gobierno para ser liberado antes por su cooperación. Porque si algo hizo Khan fue cooperar, según cuenta. Sin embargo, cuanto más cooperaba y les contaba a los agentes, más lo torturaban. Khan pasó su tiempo en la prisión de Guantánamo encadenado.

A veces en el suelo, a veces en la pared, agachado, con los brazos extendidos, encima de su cabeza o colgando de una viga. Lo arrastraban por el piso para trasladarlo entre celdas. La posición de las cadenas no lo dejaba dormir. Cuando podía hacerlo sus condiciones no eran mejores: alucinaba con vacas y lagartijas gigantes que se abalanzaban a su cuerpo. Cuando intentaba escapar de los animales se hería las manos con las cadenas. También lo desnudaron y lo violaron, a la vez que amenazaban sobre cómo violarían a su hermana.

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Las violaciones no eran parte del interrogatorio, sino un castigo por su “comportamiento”. Khan simplemente tenía que obedecer, no había otra opción para él. Cuando se negaba a comer, los custodios le insertaban una manguera verde, de las que se usan para regar los jardines, para introducirle comida y agua. Luego le introducían otra por el ano, “para que pareciera que había digerido y usado el baño”. A esa práctica se le conoce como “alimentación e hidratación rectal involuntaria”, y también la documentó el Senado en 2014.

Junto a Khan hay otros cinco detenidos considerados “de gran valor” para la CIA que podrían testificar antes de ser sentenciados en los tribunales militares de la base de Guantánamo. Pero el testimonio más importante es el de Abu Zubaydah, cuyo caso fue recibido por la Corte Suprema para este término. El abogado de Zubaydah —quien, cabe resaltar, no ha sido acusado de ningún delito hasta el día de hoy— exige que los psicólogos que le vendieron el programa de tortura a la CIA testifiquen sobre lo que le ocurrió a su cliente. El caso cobra relevancia porque Zubaydah fue presuntamente recluido en un centro de detención en Polonia donde fue torturado bajo custodia de la CIA, por lo que las autoridades polacas también tienen una investigación abierta.

Biden, como sus predecesores, le ha repetido a la Corte Suprema que el relato de los excontratistas de la CIA está cobijado por el secreto de Estado, pues “compromete los intereses de seguridad nacional y los acuerdos de inteligencia del país”. Sin embargo, en una sorpresiva declaración, los jueces del máximo tribunal se mostraron abiertos a una solución alterna: que Zubaydah pueda proporcionar su propio testimonio sobre lo ocurrido.

A Zubaydah le vertieron agua helada por boca y nariz, que lo obligaron a permanecer despierto durante once días, y lo rociaban con agua cuando se quedaba dormido, que lo metieron en una caja durante horas y que lo colgaban en el techo con unos ganchos. Todo esto, de nuevo, se sabe, pues está en el informe de 2014 del Senado, pero su testimonio público reforzaría las investigaciones contra la CIA por sus conductas durante la “guerra contra el terrorismo” y a destruir el “cuento de hadas”, como lo llama el abogado estadounidense Benjamin Farley, que el gobierno estadounidense ha intentado contar sobre sus prisioneros.

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“Se vuelve un poco ridículo, ¿no? Si todo el mundo lo sabe para qué estás haciendo valer el privilegio de secreto de Estado… ya no es un privilegio”, escribió la jueza de la Corte Suprema, Elena Kagan.

Para Joseph Marguiles, abogado de Zubaydah, la cuestión es si la tortura se puede mantener en secreto en una democracia. “La doctrina de los secretos de Estado nunca se debe utilizar para evitar una rendición de cuentas. Si ‘secreto de Estado’ significa proteger la tortura, en poco tiempo no tendremos Estado que proteger”, dijo. Los relatos son claves para descubrir la capacidad de evasión de la ley por parte de Estados Unidos durante la guerra con al-Qaeda, y para impedir la repetición de los daños infringidos.

La decisión sobre este caso se presentará a finales de junio del próximo año. Bien sea con el testimonio de los psicólogos Mitchell y Jessen, o solo con el de Zubaydah, el libro del terror de la CIA tendrá un nuevo capítulo con más pruebas sobre el tenebroso “trabajo en las sombras” que comenzó hace justo dos décadas.

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JUAN(z4kx3)04 de noviembre de 2021 - 05:08 p. m.
ESE ES SEGUN ESE SINIESTRO PAIS DEL NORTE EL PAIS DE LA DEMOCRACIA QUE TAL ? Y EL INICIADOR DE TODO GEORGE W. BUSCH GOZANDO LA VIDA Y DICEN SER EL PAIS DEMOCRATA
Norma(12580)03 de noviembre de 2021 - 10:09 p. m.
La doble moral de un Estado que vigila y exige a otros que garanticen los DDHH y que como en la época mas oscura de las dictaduras, tortura, mata, priva de la libertad sin acusaciones y lo peor de todo: por 20 años? dos Décadas? y sigue la prisión de Guantánamo y siguen callando y no hay garantía de libertad y no repetición para quienes son considerados enemigos del imperio, sin prueba alguna.
Alvaro(08707)03 de noviembre de 2021 - 12:21 p. m.
Qué autoridad moral puede reclamar un Estado que aplica y enseña a otros a torturar?. La defensa nacional y lde la democracia está basada en ese tipo de prácticas ?
Miguel(22842)03 de noviembre de 2021 - 11:14 a. m.
El 4°Reich nazi en todo su esplendor, que vergüenza para el que apoya al gringo
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