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Trump, el último elemento de un poderoso coctel molotov en Kenosha

El presidente estadounidense planea visitar Kenosha, Wisconsin, este martes. Su presencia podría avivar más las ya peligrosas protestas en la ciudad, y los funcionarios locales se lo han advertido. Sin embargo, eso es algo que Donald Trump está buscando. Las imágenes del caos y la violencia son lo que precisa mostrar su campaña. Esta no será una visita para llevar la paz.

31 de agosto de 2020 - 06:02 p. m.
Los restos de autos quemados durante las noches previas de disturbios se ven en un lote de autos usados en Kenosha, Wisconsin.
Los restos de autos quemados durante las noches previas de disturbios se ven en un lote de autos usados en Kenosha, Wisconsin.
Foto: AFP - Agencia AFP

El pasado jueves, tras culminar la ceremonia del último día de la Convención Nacional Republicana en Washington D.C., el senador republicano Rand Paul salió de la Casa Blanca caminando con poca escolta de regreso a su hotel. Fue un error. O quizás un plan macabro.

A las afueras de la residencia presidencial, donde Donald Trump acababa de aceptar la nominación del Partido Republicano a un segundo mandato, había varios grupos de manifestantes protestando contra el gobierno. Rand Paul lo sabía. Era obvio que en el camino se iba a topar con ellos arriesgándose a una confrontación. Pese al peligro, él insistió en seguir con su ruta.

Paul, en efecto, se encontró en la acera con un gran grupo de manifestantes que comenzaron a encararlo y a acosarlo con preguntas sobre su controvertido partido. Los videos del congresista tratando de avanzar con dificultad comenzaron a circular en segundos.

Esa misma noche, Emilio Doménech, periodista español radicado en Estados Unidos, advirtió que los manifestantes cayeron en una especie de trampa, que les habían hecho un gran favor a los republicanos persiguiendo a un miembro del Congreso en la calle, pues daba la sensación en las imágenes de que este estaba en presunto peligro. Las conjeturas de Doménech eran arriesgadas. Sin embargo, el tiempo le dio la razón al español.

No pasaron ni 24 horas para que saliera un anuncio pagado por el Comité Nacional Republicano usando las imágenes en las que se ve a Paul acosado por los manifestantes en la calle. El video, que usa además una música de alarma similar a la de la película La Purga, sugiere que el político estaba en potencial peligro y que los “manifestantes radicales” se tomaron Estados Unidos. Desde luego, eran segundos invertidos para culpar de todo al candidato Joe Biden. El viernes, el mismo Paul declaró que había sido “atacado por una multitud enojada” y agradeció a la policía por protegerlo.

Todas esas imágenes dramáticas de Rand Paul fueron, al final, una gran estrategia propagandista para los republicanos. Estrategia que podría repetirse este martes, cuando el presidente Donald Trump visite Kenosha, Wisconsin, ciudad consumida por las protestas y disturbios y donde la presencia del republicano solo contribuirá a avivar la reciente tensión en las calles.

La visita de Trump a Kenosha no llevará soluciones al problema, pero seguramente le podrá dar a los republicanos material para otro anuncio.

Wisconsin, un jugoso botín político

El brutal ataque de un policía a un afroamericano en Kenosha prendió las protestas de nuevo en Wisconsin, estado que vio mucho movimiento hace tres meses cuando la muerte de George Floyd a manos de un policía había causado una gran movilización nacional. Una de las más grandes en la historia, según los medios locales.

Hace dos semanas, Jacob Blake fue baleado siete veces en la espalda por un policía de la ciudad en hechos que hoy en día no se han aclarado. Lo único que es cierto es que los disparos se produjeron por la espalda, mientras Blake, de 29 años, se dirigía a la camioneta en la que estaban sus tres hijos, quienes presenciaron toda la violenta escena. El ataque lo ha dejado parapléjico y el video en el que se observa toda la agresión ha causado conmoción a nivel local y nacional. El accionar de la policía ha sido muy criticado, y fue el que llevó finalmente a cientos de personas a marchar de nuevo.

Las manifestaciones por el episodio de Blake y contra la brutalidad policiaca no han sido pacíficas. Las protestas han terminado en disturbios y enfrentamientos entre varios grupos cada noche, lo que, además de conducir a un gran problema social, ha convertido a todo el estado de Wisconsin en un gran botín político de cara a las elecciones.

Los disturbios han afectado principalmente a los negocios locales. Y por más que los pequeños empresarios y residentes de Kenosha hayan apoyado las manifestaciones contra el racismo en el pasado, las pérdidas y los destrozos que han dejado los manifestantes en la ciudad han comenzado a pesar en los votantes, quienes van perdiendo de a poco la confianza en los líderes demócratas locales por el descontrol. Esto, desde luego, beneficia a Donald Trump.

El presidente llegará a Kenosha el martes, pese a que no es bienvenido por el alcalde de la ciudad o el gobernador de Wisconsin, quienes aseguran que los comentarios incendiarios del republicano son una de las razones por las que las manifestaciones se han tornado tan violentas. Y tienen razón. Apenas llegue el presidente, los manifestantes y sus seguidores podrían reaparecer en las calles enfrentándose y dejando imágenes que para la campaña de Trump a la reelección son más que necesarias en este momento.

El maestro del camuflaje

Mientras que los demócratas tomaron su Convención Nacional para mostrar los problemas que la pandemia de coronavirus había dejado, y la responsabilidad de Trump frente a la crisis, los republicanos usaron su plataforma para hacer un giro de 180 grados y poner sobre la mesa una agenda que pueden conducir sin ser tan atacados, en teoría.

El presidente y sus seguidores hablaron cuatro días sobre la crisis de seguridad y la falta de “ley y orden”, como es el lema que ha adoptado Trump. Y aunque él ha avivado la violencia al incitar a los supremacistas a “defenderse por su cuenta”, mientras haya imágenes de disturbios y enfrentamientos su discurso se verá beneficiado. Los medios locales ahora solo hablan de la crisis de seguridad, y esto le sirve más a la campaña de Trump que a la de Joe Biden. La pandemia, por otro lado, ha quedado relegada en la agenda nacional.

Lo vivido en Kenosha representa la peor pesadilla de analistas como Steven Gardiner, parte de Political Research Associates, un centro de pensamiento que estudia la extrema derecha estadounidense.

“Kenosha es, de hecho, lo que hemos estado temiendo todo el verano. Grandes emociones, facciones armadas y un departamento de policía de una pequeña ciudad que obviamente no puede manejar manifestaciones masivas noche tras noche. Es una receta para el desastre”, le dijo Gardiner a Efe.

Según cuenta el analista, ha habido un “enorme incremento” en la actividad de estos grupos que han visto una “oportunidad” en las protestas por la justicia racial de este verano.

En concreto, este año, se han producido al menos 497 agresiones de supremacistas blancos contra manifestantes del movimiento “Black Lives Matter” (Las vidas negras importan), según una base de datos de Alexander Reid Ross, profesor de la Universidad estatal de Portland, en Oregón.

Ross comenzó a recolectar datos el 27 de mayo, dos días después de que un policía blanco asesinara en Minneapolis (Minnesota) al afroamericano George Floyd.

Hasta ahora, Ross ha documentado 387 incidentes de intimidación, lo que incluye insultos y amenazas con armas de fuego, así como 64 agresiones físicas de supremacistas blancos, quienes en 38 ocasiones usaron sus vehículos para arremeter contra activistas.

En nueve ocasiones, los supremacistas dispararon contra los manifestantes y acabaron matando a tres de ellos. Según Ross, lo peor se vivió esta semana en Kenosha con dos asesinatos.

“Ha habido un gran cambio en la forma en la que extrema derecha se expresa. Ahora se oponen a la izquierda más abiertamente y de una forma más beligerante. Se han organizado para dar una especie de servicio paramilitar de apoyo a la policía”, explica a Efe Ross.

Al respecto, destaca que los supremacistas se han adjudicado el papel de defensores de la policía como reacción al movimiento de la izquierda “Defund the Police” (Quiten fondos a la Policía), que pide que se destine menos dinero a las fuerzas del orden o, incluso, que se eliminen por completo.

La nueva edad de oro para el supremacismo en Estados Unidos

Y Trump ha tenido mucho que ver en el auge de los supremacistas. En 2017, después de una marcha de neonazis en Charlottesville en la que murió atropellada una manifestante, el mandatario llegó a considerar que había gente “muy buena” entre los supremacistas; y recientemente durante las protestas en Minneapolis dijo la frase “cuando los saqueos comienzan, comienzan los disparos”, que fue interpretada como un llamado a su base para agredir a los activistas.

“Esos movimientos eran marginales, pero Trump está ayudando a normalizarlos”, subrayó Ross.

De hecho, en los últimos días, importantes personalidades de EE. UU. han justificado las acciones de Kyle Rittenhouse en Kenosha: Tucker Carlson, uno de los presentadores de la cadena conservadora Fox, ha defendido que el joven “decidió mantener el orden cuando nadie más podía”, mientras que el jugador de béisbol Aubrey Huff consideró que es “un tesoro nacional”.

Sin embargo, Trump no ha inventado a ese conglomerado de grupúsculos. Los supremacistas justifican su existencia en el texto de la Segunda Enmienda de la Constitución que habla de una “milicia bien regulada” y el derecho a portar armas.

Los antecesores de los nuevos supremacistas son el Ku Klux Klan, que ganó fuerza coincidiendo con el movimiento por los derechos de los afroamericanos en la década de los años 60 del siglo pasado; y aquellos grupos que en la misma época patrullaban las llamadas “sundown towns” del sur, aquellas localidades donde la comunidad negra tenía prohibido circular pasada la medianoche.

Las nuevas milicias, sin embargo, se distinguen por la facilidad con la que responden a Trump y a los expertos les preocupa el papel que puedan jugar en los comicios del próximo noviembre.

“Existe la posibilidad, aunque no es seguro, de que Trump les pida salir a las calles para provocar caos. Podría ser un intento de hacer que las elecciones no parezcan válidas y eso sería muy grave”, avisa Gardiner. Esa sería, explica, otra “gran pesadilla” y una peor que lo ocurrido en Kenosha.

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