Las aerolíneas internacionales han cancelado cientos de vuelos hacia Venezuela tras la reciente advertencia emitida por la Administración Federal de Aviación (FAA) de Estados Unidos. El comunicado, publicado el pasado viernes, instó a las compañías aéreas a extremar precauciones al sobrevolar territorio venezolano y el sur del Caribe, provocando una reacción inmediata entre los operadores. Esta medida plantea preguntas clave: ¿qué significa para quienes planean viajar a Venezuela y cómo podría alterar el flujo de tránsito en la frontera con Colombia?
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Las tensiones se harán más visibles en los pasos terrestres, que se convierten en alternativa para quienes buscan reunirse con sus familias o ya tenían viajes programados. En este escenario, la frontera colombo-venezolana podría experimentar un aumento del flujo de personas en los próximos días.
“Desde la suspensión de los vuelos internacionales hacia Caracas, sí hemos observado un incremento significativo de viajeros cruzando la frontera. Muchos han optado por la ruta Bogotá–Cúcuta y, desde allí, continúan por vía terrestre hasta San Antonio del Táchira para seguir su trayecto hacia el centro y oriente del país”, afirmó una periodista venezolana en la frontera.
Ante la coyuntura, el régimen chavista adoptó una medida que dejó sin efecto los derechos de tráfico aéreo de aerolíneas como Iberia, TAP, Avianca, LATAM Colombia, Turkish Airlines y Gol, al considerar que estas se sumaban al “terrorismo de Estado promovido por el Gobierno de Estados Unidos”, según informó El País.
“En esta época del año, Venezuela registra un aumento de los flujos migratorios por las fiestas. Esto se refleja en la frontera terrestre, pero sobre todo en la aérea, con ciudadanos que viajan desde Europa, Estados Unidos y otros países de América Latina para pasar las festividades con sus familias. Creo que ellos serán los principales afectados por esta coyuntura”, explicó Ronal Rodríguez, vocero e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.
Además, el experto aseguró que muchos venezolanos han adquirido dinámicas de “migración pendular”, lo que significa que viven períodos prolongados fuera de Venezuela, de seis a siete meses, y luego regresan por el mismo período a Caracas.
Según Migración Colombia, hasta el momento no se han evidenciado movimientos mayores incrementos en los flujos migratorios por la frontera con Cúcuta. No obstante, en caso de que estos aumenten, la entidad asegura estar preparada para reforzar el personal encargado del control migratorio y garantizar la verificación de los requisitos de ingreso y permanencia, a través de los oficiales de la entidad.
En contraste, Rodríguez afirma que el Estado no tiene capacidad para gestionar flujos migratorios importantes, pues se ha evidenciado una falta de operatividad por parte del gobierno de Gustavo Petro y recortes significativos de la cooperación internacional, que impactan directamente este sector.
“Antes contábamos con el apoyo de ACNUR, OIM y USAID. En el caso de USAID, prácticamente se ha reducido por completo su presencia, y ACNUR y OIM han visto recortadas sus capacidades en más del 50 %, no solo en Colombia, sino a escala global”, aseguró el experto.
Además, hay más factores a tener en cuenta: si bien Migración obedece a los protocolos que ya han sido implementados a lo largo de los años, Rodríguez advierte que Cúcuta se ha convertido en el “nuevo puente aéreo” de Venezuela, ya que cuenta con un flujo mayor de vuelos hacia el país vecino. Sin embargo, el Aeropuerto Internacional Camilo Daza en Cúcuta se encuentra en remodelaciones y no tiene la infraestructura para atender la demanda.
También desde Venezuela, las 26 frecuencias aéreas que operan en el aeropuerto Cipriano Castro de San Antonio (a 30 minutos de Cúcuta por tierra) resultan insuficientes frente a la creciente demanda registrada desde el pasado fin de semana. Al menos hasta el domingo 30 de noviembre, no hay disponibilidad de cupos en ninguno de los vuelos desde esta terminal, según fuentes en la frontera.
En materia de seguridad, existe una preocupación mayor: si los cielos se cierran, sería una oportunidad para los mercados ilegales que instrumentalizan el tránsito de la población.
“La dinámica terrestre nunca logró normalizarse. Gran parte del comercio bilateral entre Colombia y Venezuela persiste porque los venezolanos asumen los costos adicionales de esas alcabalas. Ante el cierre de ciertos mercados, es muy probable que surjan otros nuevos: en lugar de enviar los paquetes directamente a Caracas o Valencia, los remitirán a Cúcuta y desde allí los trasladarán a Venezuela. Esto activa una serie de economías que, lamentablemente, alimentan la ilegalidad y fortalecen a los grupos al margen de la ley”, afirmó Rodríguez.
“Durante otros cierres fronterizos, muchos ciudadanos se vieron obligados a atravesar múltiples alcabalas. En un momento llegamos a contabilizar hasta 14 controles en la ruta entre Caracas y la frontera con Colombia. En cada uno debían pagar una coima para poder continuar su viaje”, añadió el investigador.
Curiosamente, estos cierres también benefician a la población y ciertos sectores locales, especialmente a quienes trabajan en torno a los aeropuertos —como taxistas, restaurantes y hoteles—. En medio de la soledad y el empobrecimiento al que han sido reducidas estas comunidades, esta coyuntura genera un movimiento económico que deja algo de dinero en las familias de quienes dependen de estas actividades.
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