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Torre de Tokio: guerrillero goyesco 


Columna para acercar a los hispanohablantes a la cultura japonesa.

Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio
21 de julio de 2024 - 02:00 a. m.
Cuadro de El Empecinado atribuido a Goya.
Cuadro de El Empecinado atribuido a Goya.
Foto: Web de la Fundación Goya en Aragón

Gracias a un cuadro atribuido a Francisco de Goya, que se encuentra confinado en una universidad nipona, un académico japonés se adentró en los orígenes de la palabra guerrilla y averiguó el mecanismo original de la lucha insurgente iniciada en la España del siglo XIX atacada por los franceses. (Recomendamos más columnas de Gonzalo Robledo sobre Japón).

Todo comenzó, me explica, cuando en una pesquisa sobre obras de arte célebres en las colecciones japonesas apareció el nombre de El empecinado.

El adjetivo, que conocemos como sinónimo de terco u obstinado, se originó en la pecina, el cieno negruzco que ensuciaba un arroyo del pueblo donde nació Juan Martín (1775-1825), combatiente castellano no regular que se hizo famoso por sus insistentes victorias contra las fuerzas napoleónicas aprovechando su conocimiento del terreno y su capacidad para camuflarse entre la población.

Se dice que Goya retrató a Juan Martín entre 1809 y 1814, ataviado con un pomposo uniforme de húsar color bermellón con adornos dorados.

A finales del siglo XX, después de un periplo de cerca de un siglo por Europa, el cuadro fue comprado por un coleccionista japonés, fundador de una universidad en la ciudad de Osaka.

Preocupado por el mantenimiento de una obra de gran valor histórico, el coleccionista pidió a un museo de Tokio que lo guardara y conservara en las condiciones adecuadas.

En 1997, el cuadro viajó a España y se expuso por unos meses en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid.

La obra volvió a Japón acompañada de rumores de que no es de Goya, de que el uniforme del sujeto es inventado y que de ser una obra auténtica no sortearía con tanta rapidez las farragosas autorizaciones del patrimonio histórico español. El académico se sumergió en la época de El empecinado e investigó el recorrido del término guerrillero hasta su uso en movimientos insurgentes de América Latina, como las FARC, los tupamaros o los zapatistas.

Volvió a la península y halló el libro definitivo, literario, pero no menos válido como documento, titulado Juan Martín, el empecinado, de Benito Pérez Galdós.

“El empecinado, que en mayo de 1808 había salido de Aranda con un ejército de dos hombres, mandaba en septiembre de 1811 tres mil”, dice el autor canario.

“Aquí se come lo que se encuentra, y se descabeza un sueño con el dedo puesto en el gatillo, dormido un ojo, despierto y vigilante el otro”, añade en su siempre intuitiva y anticipada prosa.

En 2025 se cumplirán 200 años de la muerte del “empecinado”. Se discutirá la injusticia de su ahorcamiento, se hablará de la etimología de los guerrilleros porfiados y, en Japón, se dilucidará si los nombres de Goya y Juan Martín merecen estar juntos.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * @RobledoEnJapon / Especial para El Espectador, Tokio

 

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